sábado, 21 de noviembre de 2009

La paranoia de una abuela, un abogado contra un chompipe, y sigo siendo el pupas

16/11/09

Me levanto con las lumbares relajadas y decido que vuelvo a la obra, pues claro, coño. La gente se despierta tarde y con cara de lunes, llegamos a la obra a las ocho menos cuarto y en dos minutos tengo un pisón en la mano. Que te lo cuenten es una cosa, hacerlo es otra. Es durísimo. No tienes que hacer fuerza para empujar abajo el pisón, hay que dejarlo caer, pero lo suyo es elevarlo hasta que tengas los brazos estirados por encima de tu cabeza. Por suerte mi lumbalgia mecánica por sobrecarga no se resiente de este esfuerzo, pues todo son hombros, pecho y brazos, y piernas si las uso para impulsarlo hacia abajo, manteniendo la espalda recta, que aunque no le hago caso al médico en cuanto al reposo, sí procuro controlar la postura. Esto es mucho mejor que el maldito y aburrido gimnasio.

Esta vez el trabajo duro sólo lo hacemos Klara y yo, que a Eider le toca cena, y Reanne y Vanessa están liadas con el desayuno y luego bajarán a Granada. Pete y los tres nicas, Alex, Mula y Pico, están ocupados haciendo los pilares centrales, colocando moldes y demás, así que los peones somos mi alemana y yo que sufrimos el nivelar el suelo, haciéndolo descender un par de pulgadas.

Cuando he llegado y he dado los buenos días individualmente a Alex, a Mula y a Pico, los tres me han contestado con una sonrisa y un gruñido, y a Pico le he preguntado cortésmente qué tal, y me ha respondido que fatal, y nos hemos reído. Para su inexpresividad habitual, esto ha sido un logro.

Apisonar es lo más agotador de todo lo que he hecho en la obra. A la hora, ya sólo haces cuatro impactos para luego descansar, con los bíceps montándose y los hombros hirviendo. Sudo como nunca, pero como nunca, con gotas fluyendo y creando arroyos por los brazos y el pecho, descamisado ya, y formando charquitos bajo mis pies.

Conseguimos hacer menos de la mitad del mismo almacén en el que ya estuvieron trabajando el viernes, pero es que Pico nos dice que no sólo hay que volver a hacerlo, que son dos tandas, sino que cuando terminemos echaremos más tierra y de nuevo dos días de apisonar, que así es como se hace para que quede un suelo duro y compacto. Me cago en la puta. O puede que nos esté vacilando...

En un momento dado aparece una furgoneta y aparca junto al proyecto. Los niños y las madres se agolpan a su alrededor y un hombre calvo y con gafas, con camiseta de Los Salesianos, empieza a repartir leche en polvo, aceite en bolsas de plástico y arroz. Veo a Franklin, jugador de los Alcones, entre el tumulto y le pido que me explique. Me dice que es un padre de los Salesianos que reparte comida entre las madres de los que juegan al fútbol, pues la liga la organiza el colegio de Los Salesianos. Aplaco mi curiosidad y de vuelta a aplastar el suelo.

A las doce y cuarto Pico nos pide - recordemos, a los voluntarios no nos ordena nada, sólo nos dice con tono de telefonista lo que toca ahora - que lo dejemos y que descarguemos unos diez cubos de agua en el cuarto, procurando darle a la pared para que el agua caiga y arrastre la arena que está pegada a la pared y que es muy difícil de llegar a apisonar. Y cargando los cubos de agua es donde mis lumbares vuelven a hacerse notar.

Regresamos Klara y yo hacia la casa hechos cisco. Yo en realidad no estaría tan jodido (obviando las manos, que son pura ampolla) si no fuera por esos últimos cuarenta minutos de cargar y descargar pesados cubos de agua. Mierda, soy un paciente penoso. Ale se apiada de mí nada más verme llegar con mi mano derecha agarrándome absurdamente las lumbares y me cambia el tratamiento. Eferalgan a la hora de la comida y por la noche. Nolotil en ampollas para cuando el dolor sea inaguantable. Diclofenaco 75 miligramos retard cada doce horas, un antiinflamatorio, y Omeoprazol para que el estomago no saque la bandera blanca. Y un Diazepam esta noche para rematar, y todos me dicen que me deje de ostias y que mañana no vaya a la obra, pero me muestro obstinado, y Ale respeta la autonomía del paciente, que para eso soy dueño de mi cuerpo. Sé que tiene razón, pero escaquearme aquí de verdad que me sabe peor que el aguarrás para desayunar. Incluso Judith me dice que es maravillosa mi disposición, pero que no sólo debería descansar, sino encontrar un cinturón de esos de obrero. Pero yo sólo respondo que si me levanto jodido me quedo en la casa, y si no, allá me tendrán con el pisón, que si no cargo peso todo va bien.

Me zampo mi gallopinto con pasta, previo duchazo a base de manguera, y me dejo caer en el banco de madera, a ver si la dureza de la superficie me hace algún bien. Y comienzo con el cóctel de drogas.

Escribo como un poseso a la hora del café, que no tengo ninguna actividad por la tarde y me siento inspirado. Tecleo sentado todo lo recto que puedo y metiendo las abdominales para adentro y sacándolas en cortos intervalos cada veinte minutos, recomendación de my personal trainer Pete.

Ale y Lau se han ido a deporte con los críos, que yo les iba a ayudar, pero seamos serios, respondamos al aviso del dolor. La semana que viene les hicieron una ginkana, pero esta semana les dejarán jugar al fútbol, que Ale tiene un límite con los críos y mejor dejarles dándole patadas a un balón y santas pascuas. Comenta fumando antes de bajar a lidiar con la horda de salvajes que le ha dicho su tía que cuando vuelva a casa ya puede ponerse a jugar con los sobrinos sin rechistar, y dice que unos cojones, que por eso él no tiene hijos. Rufio, le dice Lau, que apoya su postura sin ambagajes ante la risa sorprendida de Marta, educadora social profesional y no comprensiva con los momentos de desesperación del voluntario.

Klara me acaricia la espalda y busca entender lo que escribo, así que elijo traducirle palabra por palabra la parte de la partida de póker, haciendo esfuerzos sobrehumanos para encontrar el vocabulario, y ella está todo melosa y despreocupada, encantada con que yo sea escritor, que debe ser atractivo. Y lo es, y lo sé, ja.

Mitch llega de Managua, a donde ha ido a acompañar a una chica de La Prusia que tenía que ir a no sé qué de la universidad, y no quería ir sola, y esa ha sido su primera misión como voluntario, a la que se ha ofrecido, bien por él. Llega hambriento, que por lo que dice Jose come tanto como él, aunque está delgado, no tanto como mi padrino libra y como yo, pero delgado. Le pregunto a Klara si le parece guapo, que yo tengo la duda, que siempre he sido apto para reconocer la belleza masculina, y me dice que sí, y me vacila con que es de su edad y con que tal vez le convenga más que un español que le saca casi 10 años, y me muerde el cuello y se ríe en mi oreja. Y resulta que van a jugar al Catán de las narices él, Haley y Klara, y ésta me dice que juegue, que Mitch va a jugar y que quién sabe, la cachonda. Pero paso, a lo sumo la acompaño a dejar su ropa sucia a donde Chilo y yo recojo la mía. Finalmente Jose se une a la partida de Catan, para completar el cuarteto que hace más entretenido el juego.

Mientras ellos juegan aprovecho para hacerme con uno de los colchones de una de las camas que van a sacar de la casa azul, que sólo estaban como depósito de ropa y ya tienen uno de los armarios de Ben instalados, por lo que no hace falta tener esa cama como nido de bichos. Gaseo el colchón y lo uno al que ya tengo en mi cama. Dos colchones buenos tal vez hagan uno mejor.

Ale ya ha vuelto de jugar con los críos y está destrozado, pues como se dice mucho aquí, "qué montón", y ha quedado en la casa de voluntarios con Arantxa. Ésta, experta y trabajadora en Granada, conocedora de entresijos legales y funcionamientos nicas, le alecciona sobre cómo recuperar la caja de medicamentos que el murciano envió desde España y de la que nunca más se supo. Va a tener que liarla en MRW en España, llamando a casa para que sean ellos los que reclamen, mientras Arantxa habla con el alcalde de Granada para que certifique que las medicinas son para nuestra ONG, pues resulta que por mucho que haya pagado Ale para pasar las aduanas, necesita también un permiso firmado por el Ministerio de Salud de aquí y sellado por la embajada de España para que él pueda salir del país dejando aquí las medicinas, cosa que los de MRW no le dijeron. Y si esto no funciona, a Managua a pagar los impuestos para que permitan la entrada de los medicamentos.

Por supuesto, gana Klara al Catán, ante los gritos de Pete, que repite "I told you, Mitch, she is a fucking witch". Eider se está currando una ensalada de pasta y patatas al horno, Reanne lee en alto para Ben y Vanessa, Lau hace castillos de naipes esperando a que yo ponga punto y final por hoy, que se ha quedado retrasada en este culebrón que escribo por sus muchas tareas y Ale intenta coserse los nica-pants que finalmente se compró en el mercado de Masaya y que le dejan el jamón al aire cuando anda o se tumba, pues se atan a la cintura pero las piernas son voladas, como los pantalones tailandeses, pero abiertos. Se los compró para evitar ser mordido por los mosquitos cuando está en el porche y ha anochecido, o incluso para dormir, y consigue hacer un buen trabajo y transforma sus pantalones de pernera abierta en unos anchos y naranjas, poco propios para vestir pero que cumplirán su función protectora.

Pete escribe sus notas y me comenta que Pico no ha estado nunca en Masaya, dice que no le gusta, aunque no ha estado, y Pete entiende que no hay motivo para preguntarle porqué. "They've never been anywhere".

Haley comenta que Arantxa ha traído pantalones tejidos por las mujeres del taller de costura, que son pantalones bombachos que se atan en el tobillo y las telas son las más feas que hay en el mundo textil. Sólo hay unos negros y otros azul apagado y se los han agenciado ya Cata y Lau, mis rufias. El resto de chicas eligen entre rosa chicle, verde fosforito o amarillo chillón. Nica-pants auténticos para todas, así que Ale ya no es el único que viste hortera de cintura para abajo en casa.

Y llega la cena de Eider, sin patatas, que no le han salido bien y está un poco decepcionada, pero se la anima rápido, que lo cierto es que con la ensalada a más que cumplido. Lleva hasta huevo duro, cosa que aquí yo no he catado todavía, y motivo por el que Ben vuelve a expresar su grito "this is fucking awesome, dude". Damos buena cuenta de la cena y toca reunión, de lunes, que promete ser larga y no nos apetece a nadie.

La doña expresa su disgusto porque "Nicaragua está cambiando muy rápido, ya no es lo que era, siempre os dijimos que éste era un país seguro, en el que podías andar por el camino de La Prusia sin problema, pero eso está cambiando, se están formando bandas y el camino ya no es tan seguro, así que tener cuidado con qué taxis cogéis y no subáis solos por el camino". Es una abuelita un tanto paranoica, como la mayor parte de las abuelitas, pero supongo que tendrá su punto de razón. El otro día le sacaron un cuchillo a Eli para atracarla, justo al pasar la chanchera (el criadero de cerdos que está a la mitad del camino). Era un grupo de chavales, pero todos se quedaron a la vera del camino observando la actuación del más osado, que enfundado en un pañuelo tipo badana y apestando a guaro intentó intimidar a Eli, que tuvo la suerte de ir acompañada por Alemán, que se encaró al chaval increpándole que le conocía, que qué cojones estaba haciendo. Los amigos animaron al ladrón a que les dejara en paz, que es el Alemán, y finalmente la cosa quedó así, con un mal rato para todos y Alemán con la sangre a borbotones hirviéndole en las venas, pero sin salir de ellas. Así pues, esto se está poniendo feo.

También le han comentado a la doña que se está empezando a estilar un método de robo importado desde Colombia. Un tipo te pregunta por una dirección o lo que sea y aprovecha que está cerca de ti para soplarte polvos de burundanga, una droga que se saca de un árbol que sólo crece en Colombia y que anula la voluntad, no te deja inconsciente, pero sí totalmente inherente, momento que aprovecha el pícaro para desvalijarte, si es que se contenta con eso. Eva entra al trapo, haciendo parecer que sabe mucho de todo, cuando lleva aquí días, será que está en estado maniaco. Me pone nervioso esta mujer, que apoya a la doña sin reparos sin darse cuenta de que está alimentando su temor y haciendo parecer que somos todos tontos menos ella, que tiene una cara que si es cierto aquello de que ésta es reflejo del alma, vamos dados.

Por todos estos motivos, la doña ha decidido que no deberíamos dejar entrar a nadie de La Prusia en el recinto de las casas de voluntarios, a excepción de Mula y Pico, que son contratados de ACE y son de familia de buena reputación. Ni niños, ni nada, incluyendo al bueno de Alex, pues, dice ella, su familia no tiene buena fama. Y ahí Pete ya no puede más y se viste su toga de abogado. "You know, I haven't got an opinion, I can't say if Alex's family is bad, better or different, I don't know, but I'll be glad if you could tell me who is giving you this information, Judith", y la doña responde que su informante es la gente del comité de seguridad que se formó hace tiempo en La Prusia, cuando todo estaba tranquilo y el comité tenía poco trabajo. Pero Pete insiste: "You know Judith... 'the people says' is bullshit. Certain people know certain things, so I'll appreciate if you could tell me who is member of that committee and who is telling you all this". Judith se queda un poco atónita por el arranque de nuestro Pete, que tiene toda la razón y está hasta las narices de los rumores que se dan por verídicos y de que gente como Alex se vea afectada por comentarios que vaya a saber usted quién los suelta a los cuatro vientos. Por lo que sabemos, en ese comité está el Guayo, el ladrón reconocido por todos, así que empieza a sonar esto a que le están comiendo la oreja a la doña para que se sienta amenazada. Pero también es cierto que nunca antes le había pasado nada a nadie en el camino y a Eli el otro día la sorprendieron con el resplandor del acero. La doña le promete a Pete que el jueves tendrá un listado con los nombres de los miembros del comité. Quién sabe, que es la pregunta que funciona como respuesta que más se oye en Nicaragua (incluso los niños de las clases de apoyo responden quién sabe ante una operación aritmética).

Yo le voy traduciendo a Ben y a Klara que están sentados a fuera del porche (norma antigua, no fumar en las cenas ni en las reuniones, aunque la única a la que molestaríamos los productores de humo sería a Haley, una contra quince, y tiene que ganar ella). Ben se descojona con las cosas que ahora empieza a entender, pues si yo no hago por traducirle simplemente desconecta. Mientras le cuento, dibuja con una piedra blanca sobre la losa que cubre la fosa séptica un alien calvo en su nave espacial. Le pregunto si es Eva preparada para abducirnos a su planeta, y la carcajada del neuyorkino ya es grande.

Ben es de mi misma opinión: dejemos que la doña diga lo que quiera en la reunión, que imponga las reglas más inútiles que se le ocurran y que luego nosotros ya debatiremos por nuestra cuenta, que intentar contradecirla no lleva a ningún sitio más que a prolongar las soporíferas reuniones. Me asegura que cuando no está la doña, la vida puede ser maravillosa, que decía el calvo de pajarita que murió antes de que yo volviera a nacer en este lado del mundo, tan lejos de aquellos jugones, tan cerca de estos nuevos. Desde que yo estoy aquí la doña también habita La Prusia, pero Ben estuvo dos semanas sin jefa ni ostias y las reuniones duraban cinco minutos, pues sólo se debatía lo estrictamente necesario, que después de cenar no hay mítines que entren bien como postre.

Pete resalta que él de todas maneras ha invitado a cenar a Alex, Pico y Mula para el jueves, que va a hacer cena de Acción de Gracias, aunque no cae en ese día, faltaría una semana más, pero el jueves le toca cocinar a él (impuesto por super Haley) y es el día más próximo al de la festividad únicamente estadounidense. La doña empieza a recular y permite la invitación, y Pete ya lo deja estar, terminando su intervención con un "I know I'm hard, I haven't got a heart". Abogado yanki hasta la muerte.

Lo de la cena de Acción de Gracias le trae de cabeza a Pete (que se apellida Driscoll, como el de King Kong, porque un cinéfilo se merece un nombre peliculero). Se le ocurrió preguntarle a Alex, Pico y Mula dónde podría comprar un pavo de unas veinte libras para darnos de cenar a todos, ellos incluidos. Y ellos no podían parar de reír con las locuras de ese yanki de piel pálida, hablar trabado y fuertes brazos. En Nicaragua, un pavo es un chompipe. A lo que ellos llaman pavo a secas es el pavo real, con lo que no podían imaginarse a este hombre encontrando uno de 20 libras para matarlo y comérselo, con sus plumas arcoíris y todo. Cuando por fin Pete entendió, se unió al absurdo general. Es consciente de que es un "caballo torpe", y hace lo posible por demostrar a sus compañeros de trabajo que el primero en reírse de sí mismo es él.

Como mucho encontraría el chompipe en La Colonia, ese supermercado pijo en el que también puedes encontrar botellitas de aceite de oliva a precios desorbitados. Lo mismo se va a tener que contentar con comprar tres pollos y rellenarlos. No será ni en la fecha de Acción de Gracias, ni con el pavo de Acción de Gracias, pero el ritual lo cumplimos igual, aunque estemos lejos de la tierra de los yankis.

Terminamos la reunión y hay ambiente de póker. Nos juntamos Ale, Ben, Eider, Haley, Vanessa, Klara y yo. Mitch dice que también le da al Texas Hold'Em pero que hoy no, que está reventado, que se ha levantado a las cinco para acompañar a la chica aquella a Managua y que otra vez será. Somos siete, por lo que bote es de 140 córdobas, que seguimos dejando para el ganador. Ale termina haciendo un re-buy, Eider otro y Klara otro, por lo que el bote se pone en 200 córdobas, que ya es. Cae Haley, cae Eider, caigo yo con dos nueves en mano contra dos reyes en mano de mi alemana, cae Klara, y Vanessa y Ben se disputan el heads-up. Ben lo juega duro y bien, faroleando con estilo y clavando buenas jugadas, y se levanta la pasta, que le viene muy bien, y buenas noches que son las doce y mañana hay que hundir el suelo bajo nuestros pies.

1 comentario:

Elpatio dijo...

Esto, además de la crónica de tu aventura al otro lado del charco, empieza a tener sabor a gran familia, cada uno con sus manias y sus cosas estupendas: Peter, que me recuerda a Eastwood en mitad de la selva nicaraguense en donde su envergadura física y personal es como un pilar indestructible; la doña como la gallina tras sus polluelos, y los polluelos queriendo corretear a sus anchas; Klara, la niña que se transforma en la mismísima Annie Duke cuando ve una baraja; Ale, ese médico murciano que es un encanto... otro gallo le cantaría a la sanidad española si muchos fuesen como él; Lau, Ben, etc,etc, y alguna que otra marciana (a la que no le lleveis cuentas porque, sinceramente, me da penilla).
En fin, genio, que esto es genial, valga la redundancia. Cuídate esa espalda a base de maña, que muchas veces una postura correcta te libra de muchas contracturas o tirones, y refuérzala nadando en la laguna (si es posible). Tómate la medicación según prescripción facultativa, que para eso lo tienes bien a mano (y, con tu permiso, te corrijo en lo de ome-o-prazol, es omeprazol, sin esa -o-).
Un abrazo.