martes, 19 de mayo de 2009

La crisis del cerdo y la apatía de la gripe

Llamémosle astenia primaveral, que "estar hasta los cojones" no suena muy científico. Porque tampoco es flojera física lo que se cierne sobre mí. Madrugar me cuesta lo mismo que en invierno. Andar por un Madrid que se despierta, ídem. Sentarme delante de mi PC y hacer un trabajo que sólo me reporta dinero me resulta ya igual de gratificante en verano que en otoño. Pero llamémosle astenia primaveral, que ya que existe una fórmula para describir un estado de apatía como éste, aprovechémoslo, refugiémonos en un mal social reconocido.

Son las 10.30 de la mañana, ese PC mentado se ha declarado en rebeldía y el informático de turno se ha vestido de antidisturbios y, carga tras carga, busca doblegar la resistencia de proxys y memoria virtual insuficiente. Así que aquí estoy, escribiendo para mí en vez de para la empresa, y cobrando por estos minutos. Creo que es la primera vez que cobraré por escribir lo que me sale de los cojones, digo... lo que me sale de la astenia primaveral.

Mal tienen que estar las cosas en este primer mundo, tan europeo, tan climatológicamente comprometido, tan eurovisivo y tan champions league. Mal tienen que estar si existe algo como las astenia primaveral para justificar, simple y llanamente, que en algo estamos fallando y aún así, no lo corregimos. Nos seguimos levantando a unas horas que no queremos para hacer cosas que nos la traen al pairo. Que sí, que en tiempos de crisis quejarse de tu trabajo está feo, pero es que la crisis esta es como la astenia primaveral: un trato tácito firmado por los mundos desarrollados para que no levantemos la voz. Así están las cosas, que le vamos a hacer, confórmate. Pues no. Soy tan inocente y tan estúpido que no, que no me conformo, que esto es una mierda y que la huela quien quiera, que yo prefiero esquivarla de un salto, aunque detrás de la mierda haya un barranco por el que me caeré en ese afán de superar pesimismos instaurados.

Puede que esté equivocado, que realmente exista la crisis, la gripe del gorrino y la astenia primaveral, pero es que entonces también debería existir la bonanza (como la que había en mayo del 68 y de la que no volvimos a tener noticia hasta comienzos del presente siglo... pero es que la bonanza económica sólo se identifica a toro pasado, mientras que la crisis se vive en presente), y también deberíamos nivelar la astenia primaveral con hiperactividad invernal, que no se conoce, y el virus ese del cerdo debería en algún momento llevarnos a la inmunidad bacteriana. Pero qué va. Aquí las cosas no se compensan. Aquí lo malo pasó y lo bueno se recuerda y se le echa en cara a la generación de turno.

En fin, que estoy hasta los cojones, y no tiene nada que ver con la primavera, las horas de luz o el polen desbocado. Simplemente, hay algo que no me cuadra. Por supuesto, sólo lo declaro, que me dejo llevar por la astenia primaveral para quedarme como estoy. Santos cojones los míos.