martes, 19 de enero de 2016

Colores

No hay lunes triste. Ni viernes apasionante. Los sábados exagerados no existen. El descanso de los domingos es una falacia. Soy yo el que vive cada uno de esos días y el que lo pinta de un color u otro. Y como para gustos, los colores, si la paleta es casi infinita, la forma de experimentar los días, también. Escojo la pena un martes, me mezo en ella, puede incluso que tenga motivos, pero casi que es lo de menos. Yo elijo. Lloro en un arranque que no quiero frenar. Pego puñetazos en las paredes hasta que se me marque el gotelé en los nudillos, y evito sorber mocos y quitarme a manotazos las lágrimas, para que unos fluidos se mezclen con otros y así la tristeza sea plena. Me dejo llevar por ella. Porque así quiero que sea. Porque necesito que sea así. Cuando estamos contentos no nos detenemos en los porqués. Así que tampoco busco explicar el disgusto. Dejo que fluya. Con ganas. El único error es la desgana. El que desgana, pierde, por pura etimología, porque es la negación de la victoria, la desgana, es el prefijo el que mata al verbo, el que muta su significado para convertirlo en lo contrario. Así que, con todas las ganas del mundo, en pos de la victoria, lloro.

miércoles, 13 de enero de 2016

Díselo

Puedo decírselo.

No quiero decírselo.

¿Debo decírselo?

No se lo digo.

Ya se lo diré, cuando encuentre el momento.

Los momentos no se encuentran como si fueran monedas de euro a los pies de la barra de un bar. Los momentos se crean, igual que se tejen cortinas para poder cerrarlas y que nos tapen el sol de media tarde. Las gafas de sol son útiles para uno. Para nadie más.

lunes, 11 de enero de 2016

Reyes y hombres

El rey se bajó del trono para mirar al príncipe desde misma altura. Para verle la cara y oírle hablar a su mismo nivel. Sin escalones, sin alturas, sin títulos.

Anduvieron en animada charla por las dependencias del palacio que pertenecía al primero y que algún día debía heredar el segundo. Los sirvientes inclinaban la cabeza al verles pasar y luego cuchicheaban entre ellos, intentando adivinar el motivo de la conversación, el porqué de ese paseo, qué habría llevado al rey a quitarse la corona y la capa para dejarlas en el trono y caminar junto a su hijo como si uno no fuera padre y el otro no fuera primogénito. Sólo como si fueran dos hombres hablando. De igual a igual. ¡De igual a igual! ¡Sacrilegio!