viernes, 13 de noviembre de 2009

Cinefilia con Pete, entrevista abortada, y una alemana vacilona

07/11/09

Salgo de mi cuarto y me encuentro a una mujer de cabeza rapada y gafas grandes, muy habladora, y que le está dando un masaje a Jose. Joder, ésta sí que está suelta. Se llama Eva, tiene cuarenta y pico y es forofa de la Fórmula 1. Me pone al día en motos también, que su hijo es mecánico profesional. Ha vivido dos meses y medio en Costa Rica hace un tiempo y pasará allá las navidades, para luego volver hasta febrero. Es de Albacete, así que el colegueo ya está hecho. ¿Chinchilla? ¡Claro!

La otra se llama Marta, es más tímida, es grande y pelirroja. Eva es la caña, no puede parar, tiene muchas ideas ya, como construir un toldo frente a la casa amarilla, o limpiar a fondo los estantes de nuestra habitación, pues va a ocupar el sitio que ha dejado Bea. Mierda, y yo que quería robarle la cama a Bea, que tiene un colchón bastante más majo que el mío... he llegado tarde.

Eva se ha traído como doscientos condones y Jose le dice que estaría bien que hiciera un taller de sexualidad, y va ella y le suelta que lo daría teórico, porque práctico difícil, que ya tiene el himen reconstruido (sic).

Tiramos para Granada Pete, Ale, Lau y yo. Klara, Reanne, Haley y Vanessa han salido antes. Ale y Lau van por delante, imprimiendo buen ritmo a pesar de la humedad, del bochorno sofocante, y Pete y yo vamos unos metros atrás, hablando de cine. Le encanta Soderbergh, pero no termina de cogerle el punto a Danny Boyle. Le da la impresión de que desperdicia su talento, y no le gustó Slumdog Millionarie. Coincidimos mucho este hombre y yo. Me confiesa que va al cine una media de doscientas veces al año y que eso es lo único que realmente echa de menos. Bueno, eso y sus escapadas a Maine, donde vive un amigo suyo y con el que se lo pasa teta. Se ha visto todas las pelis de Almodóvar, le impresionó Javier Bardem en Los lunes al sol y no acierta a decir el nombre de Iñarritu, director de Amores perros, que también le impactó. Y me cuenta que se acaba de hacer con una colección de Godard, que se puso a verla y que llegó a la conclusión de que su cerebro está más receptivo a cualquier tipo de película siempre que sea en cine, que un buen proyector le motiva más que una pantalla. Joder, me pirra este tío.

Seguimos, llegamos a Granada y decidimos seguir a pata. Queremos ir al Radioshack, una tienda de electrodomésticos, que Pete quiere una radio para la obra, que está hasta las narices de las canciones melosas de Mula, y yo a por una grabadora para la entrevista de esta tarde con Francisco de Asís, el poeta y ex ministro amigo de Marcos Barnatán. Pasamos por delante de un antiguo hospital, hecho ruinas y con un cartel que anuncia una restauración que, por la mentalidad nica, probablemente no se inicie hasta el próximo milenio, cuando ya no sea necesario.



Me detengo también a hacerle una foto a una estatua conmemorativa de la revolución sandinista, con un soldado armado y portando dos bandera rojinegras, símbolo de la revolución. No me llamaría tanto la atención si no fuera porque el rifle que porta es de plástico malo, como el de las armas de juguete de cualquier niño desarrollado, con ansias de matar sin saber qué es eso realmente.



Ale y Lau van reventados, pero es que a mí me place tanto andar y charlar con este hombre que me tiraría hasta Honduras si hiciera falta. Me dice que a él le gusta hablar con gente que no comparte sus ideas, que para oír lo que ya sabe prefiere no oírlo ni leerlo. Y que soy un tipo listo, a smart guy, con el que le gusta conversar, que le recuerdo a su hija, y que no entiende porque creo que Spike Lee es algo racista, cuando es lo que tiene que ser. No puedo dejar de aprender con cada palabra que sale de la boca de este cincuenton hippie tan poco yanki y tanto de todo lo demás.

Le comento a Pete que el taxista que nos llevó ayer de vuelta a la casa de voluntarios tiene 17 hijos y que próximamente será bisabuelo, y está en sus cuarenta. Me dice que a más pobre el país (siempre exceptuando África), niños más fuertes y numerosos, que son la auténtica fuerza productiva de las familias, que desde bien pequeños se van a por la leña, cocinan, cuidan de los hermanos menores y hacen todo tipo de encargos. Que por eso tienen esas espaldas estos nicas, pues se han pasado cargando bolsas con ambos brazos o sobre la cabeza toda la vida. Que un niño de un país desarrollado no está ni de lejos tan saludable como estos, y que eso se va mermando con el paso de los años. Como ejemplo me pone a Pico, que cuando come siempre divide su plato por la mitad, dejándole una a su hijo Chepe. Sólo cuando Chepe no puede más, Pico termina el plato del hijo. Cuando Chepe tenga diez años más, dejará de estar tan saludable para hacer más longeva la vida de su hijo, nieto de un Pico que por ese entonces estará casi moribundo por el guaro (una especie de cachaza infame) que no para de ingerir.

Pete me dice que me pasará su diario para que se lo traduzca al español y que él hará lo propio con el mío, al inglés. Por supuesto, amigo mío.

Llegamos al Radioshack, que tiene precios de EEUU. Me soplan 50 dólares por una grabadora cojonuda, a la que nunca podré sacar partido pero que era la más barata. Puedes grabar hasta 2400 horas del tirón, mi vida en verso, vaya. Ale me dice que la preparé para las reuniones, que luego nos vamos a descojonar rememorando las demencias de Judith y los potenciales puntos de Eva, que viene a revolucionar el tinglado y estamos todos encantados por ello. Pete se compra una radio cojonuda donde además puedes poner un iPod, un iPhone o cualquier MP3. Mula, toca callarse la boca.

Desandamos unos metros para meternos en un sitio de parrillada en la que los únicos clientes son nicas. Por fin, lejos de la puta Calzada, de la que estamos un poco cansados, y de la que Pete dice que le deprime, pues es el contraste vivo. Niños mendigando mientras yankis descerebrados se inflan a la cerveza más barata que han probado en su vida. La verdad es que es horrible si te paras a pensarlo, pero es que pararse a pensar aquí puede hundirte cual Titanic. Hay demasiados icebergs para contarlos.

Pete y yo optamos por unas alitas de pollo picantes que están tremebundas, y Ale y Lau se decantan por unas enchiladas que resultan algo insípidas, por lo que se ven obligados a pedir carne de cerdo, con la que esta vez sí aciertan. Lau estaba deshecha, y cuatro litros de Victoria después ya parece preparada para la entrevista, donde ejercerá de fotógrafa, o lo que le echen. Tiramos para el cibercafé donde hemos quedado con Jose, que va con la bici y se la va a dejar a Pete para que la amarre en el hotel donde se quedará a dormir. Me tienta infinito lo de marcarme el lujo de una noche de hotel, pero visto que el fin de semana que viene sí o sí iremos a Masaya, opto por ser prudente con mis gastos, que después de la grabadora y de un enjuague bucal para gingivitis hago cuentas y veo que ya me he dejado 400 dólares. En dos semanas. Carajo. Bueno, he hecho gastos necesarios que no volveré a hacer (taxi desde el aeropuerto, los 30 dólares de cada voluntario al llegar, la grabadora, el colutorio...).

De camino al ciber perdemos a Ale y a Lau. Las vistas desde este punto de la calle principal, calle Atravesada, son impresionantes, con el volcán Mombacho al fondo y hordas en la rúe. Alguna casa es bastante lujosa, pero casi todas son decadentes, y todas son de un color diferente.



Nos cruzamos con Klara, Haley, Vanessa y Reanne. Están todas agotadas, menos Klara, que se nos une. Las canadienses tiran para casa diciendo que luego lo mismo salen por la noche. Sólo Jose y Cata se han quedado en casa con las tres chicas nuevas.

Llegamos al ciber y me meto en mi correo para cerciorarme de cómo llegar a la casa de Francisco. Tengo un mail suyo anunciándome que justo hoy es el cumpleaños de su hijo, que se le había olvidado y que lo siente mucho pero que hay que posponerlo. A mí no me rompe demasiado, pero Lau estaba ansiosa por hacerlo. Bueno, otra vez será. El próximo finde no, que toca Masaya, pero al siguiente puede ser. Veremos. En Nicaragua los planes están sólo para no cumplirlos. También tengo un mail de Manolo que hace que se me salten las putas lágrimas. "How can I miss you if you don't go away?", me recita de memoria Pete cuando le explico porqué estoy ñoño. Es el título de una canción country. Y es verdad, sólo cuando te vas tus amigos de verdad te confiesan el hueco que has dejado. Jodido Manolo, me has emocionado con un maldito mail. Bien por ti. Bien por mí, que puedo afirmar que te tengo.

Pete me cuenta que sus dos mejores amigos lo son también desde el instituto, que qué difícil es hacer amigos así según te vas haciendo mayor. Y me relata una anécdota que se ve que le emociona: llevaba diez años, que se dice pronto, sin ver a uno de estos dos amigos, y un buen día se fue a un partido de beisbol con la que ahora es su mujer (como todo buen yanki tiene una ex) y cinco filas más atrás allí estaba su colega, y cuando le vio, Pete le preguntó "Where the hell have you been?", y el otro, claro, le respondió lo obvio: "I've just been here waiting for you, my friend".
Sé que dentro de treinta años podré decirle a Manolo "¿pero dónde coño estabas?" y que él me dirá "sólo esperándote, tronco".

Jose está en el ciber y se une a nuestros planes. Con Lau ha hecho unas migas estupendas, sospechamos que es gay, con lo poco que nos importa, y le encanta la brutalidad lingüística de Lau, que es burra como la que más cuando se lo propone. Hablan del viaje a Masaya como un viaje en busca de sexo, que están hasta las narices de la etnia de Granada, fea, bajita y regordeta, tanto en tíos como en tías.

Nos vamos a cenar a una pizzería que se llama TelePizza y que no tiene nada que ver con nuestro Telepizza. Están cojonudas las pizzas, tan lejos de Italia y con cocineros que no habrán pisado la bota europea en su vida, ni la pisarán, pero es que cualquiera puede hacer pizzas, por muy orgullosos que estén los italianos. Si tienes un plato típico lo suyo sería que el autóctono del lugar fuera el único capaz de conseguir la perfección. Que intente un italiano hacer una paella.

Son las siete de la tarde y ya hemos cenado, así que como toca Flor de Caña decidimos que la hora nos da igual. Ocupamos mesa en el Centralito, el bar a donde más vamos en la turística y poco representante Calzada, y nos pedimos el lote completo, más granizados de limón, que a la gente le entusiasmó mi descubrimiento fortuito. Damos buena cuenta de la botella y Pete se retira al hotel. Klara, Ale y Lau quieren salir, y yo estoy derrengado. Jose dice que es el clima, que deja seco al más pintado, pero que él hace lo que sea menester, aunque se ha marcado una excursión en bici en solitario impresionante, recorriendo la península que nace en Granada y que bordea el lago. Klara busca convencerme para salir a base de besos. Le explico lo que es un calzonazos.

Nos vamos a La Nuit, con pocas expectativas de salir toda la noche, lo cual por mí estupendo, pero no para estos, que tienen algo de ánimo pero no han traído suficiente dinero. Se autocritican por haber empezado la juerga tan pronto, y es que son como las ocho de la noche y ya estamos en La Nuit y somos de los pocos que ocupamos mesa. Klara y yo ya no nos cortamos, nos mordemos y vacilamos y pellizcamos y agarramos y besamos lo que queremos y más. Le digo que así no le va a volver a sacar a bailar un nica, y que no aprenderá a bailar. Se mofa y dice que vale, que a la próxima cada uno en una esquina. Le digo que no soy celoso y me dice que ella tampoco siempre que baile con feas. Me parto con la niña. Tenemos muy buen rollito, y que dure lo que tenga que durar que hemos venido a vivir y dejar vivir.

Nos hincamos la botella que nos permite el presupuesto, y en éstas le llega el tipo de seguridad a Ale y le dice que no puede estar con las mangas de la camiseta remangadas. Qué cosa más absurda. Ale dice que es para que la gente no se vuelva loca con sus bíceps, y va Klara, que lo ha entendido, y me suelta que entonces yo sí puedo. Será posible, la germana...

Volvemos para casa, Klara se queda dormida en el taxi, qué capacidad, y poco más que contar, pues cada uno ocupamos nuestra cama. Jose se queda un rato en el porche con Ale y Lau y en mi cuarto se despierta Eva, que me suelta somnolienta "¿De dónde viene este bicho?". Como si fuera nuestra mami, todo tierna. Le digo que de hacer poco, de dar una vuelta por Granada, y que sólo son las doce, porque sólo son las doce, es increíble. Mañana es el partido de beisbol entre el equipo de La Prusia y el otro semifinalista. Es a una serie de partidos, y quien gane juega la final de la región. Alex y Mula juegan por La Prusia, y Alemán, hermano de Alex, por el equipo contrario. Estoy ansioso por ir, y es a las nueve y media de la mañana, así que a sobarla y a no soñar, que se me ha vuelto a olvidar. Suficiente sueño despierto.

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