viernes, 20 de noviembre de 2009

Bisbal, siempre es un placer tenerle con nosotros

15/11/09

Nos levantamos a eso de las nueve pero salimos de la habitación a las diez y cuarto. Desayunamos donde nos descubrió Pete, que es domingo pero el local tiene su cartel de neón iluminado y anunciando manjares. Me acerco a comprar tabaco a un vendedor ambulante y me dice que el paquete de Belmont rojo es 40 córdobas. Le digo burlón que ayer eran 30, y su única reacción es una risa bobalicona que acepta mis 30. Será posible, te la intentan clavar como sea y si no lo consiguen lo único que hacen es seguir riéndose del gringo.

A las once menos diez estamos en el parque y a y diez decidimos que Cata, Ale, Marta, Haley y Edier no han confiado en nuestra palabra y se habrán pirado ya. Nos movemos y cogemos el bus a Granada, Granada, Granada al vuelo.

Antes de entrar en Granada, el autobús tiene que parar a echar gasolina, y todo suave, suave, que la prisa no se inventó para el Trópico.

Pasamos por el Pali y vemos a Terry, tan amable y preguntón como siempre, insistiendo en el plan de irnos a ver las isletas del lago Cocibolca con nuestra botellita. Le sigo diciendo lo mismo, que los fines los tenemos liados pero que yo le llamo para confirmarle, que la verdad es que el plan puede ser apetecible. Y nos vamos al ciber, a ver mails y comer algo. El camarero habitual, bajito y rechoncho, de pelo rizado y grasiento me suelta "Bisbal, siempre es un placer tenerle con nosotros". Desde que me conoció me llama el español o directamente Bisbal (en Nicaragua te robé el mote, Zurcovas), y qué bueno que el camarero te conozca y sea amiguete, todo se vuelve más acogedor.



Nos subimos en un taxi a la puerta del Hotel Colón y el conductor nos desvela que hay un proyecto para asfaltar el camino hasta la ceiba, que eso sí es terreno municipal, pero quién sabe. Nos informa de que todas las casas que están pegadas al camino están construidas sobre suelo municipal, que sólo los que están al otro lado del vallado son fincas en propiedad.

Mientras él habla por los codos, encantado de saberse más sabio que sus jóvenes pasajeros, nos cruzamos con Lenin y unos cuantos de los Alcones, que bajan uniformados como pueden a jugar su partido dominical. Lenin me sonríe y me apremia con la mano para que les acompañe, pero le pongo cara de circunstancia y cada uno continúa su camino. Me hubiera gustado unirme, pero estoy molido y necesito llegar a lo que llamamos casa, y lo es, que como dice el taxista, allí donde duermes al menos dos noches seguidas, puede convertirse en tu casa.

Allí andan algunos de los integrantes del viaje a Masaya. Lau me dice que ha dormido catorce horas del tirón y que Jose se ha ido a la laguna todo el día con un yanki que llegó el viernes, cuando no había nadie, pues le esperábamos para el día 20 pero no quiso esperar tanto. Se llama Mitch y es de Boston, de 22 años. Lleva su pelo negro en trencitas y recogido hacia atrás con una imperceptible diadema de goma negra. Viste barba de tres días, muestra un buen dominio del español y parece muy resuelto. Me da la impresión, con lo poco que valen las primeras impresiones, que es el mítico estadounidense que se cree a vuelta de todo.

Cuando llegó el viernes sólo andaba por aquí Tess, con lo que tuvo suerte. Le acomodó en la casa azul, pero va a ocupar alguna cama libre de la casa amarilla, que como no sabían dónde estaban las llaves pues no ha podido establecerse todavía. Tras alojarle se lo llevó a su casa con Endika, con lo que nos dice que sin problemas, que muy bien el fin de semana.

Klara y Haley quieren jugar al Catán, el jodido juego de estrategia, pero nadie quiere, todos amedrentados ya, así que se van a por Alex, el nica, a buscarle a su casa. Ese se apunta a cualquier juego.

Ale me cuenta la siguiente historia que le ocurrió a Lau y a Jose, muy apropiada para vivirla con la resaca sin dormir que llevaban estos: resulta que Eva no se había enterado de que habíamos cambiado de sitio el lugar para esconder las llaves de la casa amarilla, aunque se dijo en reunión, y cuando Jose y Lau llegaron arrastrándose se la encontraron en proceso de desquicie absoluto, principalmente porque estaba con el ataque de ansiedad lógico por no haber podido meterle mano a sus medicinas. Ha terminado habitando con la doña, pero sin pegar ojo esa noche por la falta de su droga dura. Y todo esto con Jose y Lau con cara de pasa y unas ojeras del tamaño de sus mejillas, aguantando el chaparrón y Carlos de fondo pegando tiros, que parece que ha habido gente husmeando por ahí, porque se nos fue la olla y dejamos las luces de los porches apagadas, cosa que no es recomendable. No puedo parar de reír con la historia, que el murciano tiene gracia de monologuista.

Llegan Klara, Haley y Alex y se unen a Eider para echar el fatídico Catán, y luego una escoba a la que se apunta Ale, y luego lo que sea menester, non stop.



Si le preguntas a Alex por una suma o una resta, te dirá tímido que no sabe, pero es el más rápido jugando a la escoba, aprendió a la primera a jugar al ajedrez y te responde de inmediato cuántas bolsas de cemento faltan, cuántas sobran, las barras de metal que necesitamos si resulta que hemos traído cinco de más del almacén, etcétera. No se le escapa nada en cuanto al conocimiento aplicado, pero conocimiento teórico no se lo reconoce a sí mismo. No es falsa modestia, es que realmente está convencido de que una resta de dieciséis menos cuatro no la sabe hacer, pero sí sabe que si suma once a su cuatro de bastos hace escoba, y no necesita ni un segundo para concluirlo. Suele ganar a los naipes.

Pete me pide una clase de español. Tiene problemas con la expresión "hace falta", cuándo se usa con el verbo auxiliar hacer y cuando no, y me doy cuenta de que son buenas dudas, de que en realidad no sé explicar cuando se usa "a esta mesa le hace falta madera" y cuando "a esta mesa le falta madera", pero me las apaño para sacarme una regla de la manga que le satisface y me agradece sobremanera con un "thanks Julio, you are the man". Y hablamos los dos con Cata sobre la obra, que está exasperada porque el otro día bajó la doña y decidió que el tejado no le gustaba como iba a ir, cuando estaba bien clarito en los planos, pero resulta que ella los ha consultado ahora, con todo casi por terminar, y ha descubierto que su gusto personal no coincide con algo que no va a ser su casa. Ese capricho conlleva nuevos materiales y más tiempo, y volver loco a Pico, y Cata no sabe por dónde canalizar su frustración. Pico, por suerte, es, aparte de un perfeccionista crónico, un hombre de pocas palabras al que todo le parece bien de primeras pero luego estudia por su cuenta, que a él le pagan por horas y le parece que todo tiene solución con meditación y trabajo duro.

Otro tema es que además el techo está ya encargado de la manera en la que los que saben habían decidido. "She is so foolish", sentencia Pete, y no existe palabra en español para traducirlo, que queda entre payaso y tonto, pero no es tan hiriente como ninguna de las dos. Tal vez inocente, bobalicona, no sé. "
You know, as we say in the States, it's not my house, I don't care", finiquita Pete.

Algo habrá que hacer de cenar y Klara y yo pensamos en una carbonara, que tenemos todavía bacón del que compró para su desayuno estupendo. Hemos compartido gastos el fin de semana y ahora planeamos juntos la cena. Conclusiones obvias para el lector.
Se nos une Ale en el plan de la pasta y nos lo curramos entre los dos, con mucha pimienta, con leche y huevos, sin nata, como me enseño Helena, la amiga italiana de mi brother, y con el maldito bacon que resulta que es de pavo, no tienen ni puta idea aquí.

Después de cenar, el médico repasa las últimas novedades de este diario y yo me meto con los números primos de Giordano. Me como los dos primeros relatos y me entusiasma cómo cierra el primero y cómo cuenta el segundo, ambos deprimentes y tremendos. Y a la cama que mañana es lunes y toca apisonar el suelo.

1 comentario:

Fernando dijo...

Jajaja, nada hombre, te dejo que me lo robes, que aquí ahora dicen que me parezco más a Camarón que a Bisbal, aunque la secretaria siga diciendo tooodos los putos días cuando entro: "Good morning, Bisbal", haciendo patente su acento Australiano!

Más, más!!