domingo, 15 de noviembre de 2009

El mundo es un balón de fútbol

11/11/09

Suena un despertador y no sé de quién es, y Eva está despierta y decide que como ayer me quedé dormido hoy no puede repetirse. Y me dice que arriba, Julito, a la obra, y murmuro que sí y me doy la vuelta, y ella sigue en sus trece, que no me haga el remolón, con ese tono de voz suyo que ya me irrita y me dan ganas de buscar el machete y rebanar cabezas peladas, coño, que madre ya tengo una y esa me despierta con "Quinto, levanta", que toca los cojones, pero con cariño. Y a la tercera embestida de la albaceteña, Jose, que es como mi angelito de la guarda, le dice que el despertador que ha sonado no es el suyo, que sólo son las seis y cuarto, y que me deje en paz o le tira la almohada. Añadiendo lo último hace que parezca una broma, el arte de la sutilidad, pero logra su propósito pues ella se hace la loca y dice uy, lo siento, y se olvida de mí y yo le estaré agradecido a Jose de por siempre, que no son horas ni para odiar ni para nada. Media hora después saco el culo de la cama y bajo a la casa azul, que hoy invita a desayunar mi alemana, bacon con huevos revueltos, y yo me despierto siempre sin hambre, pero hay manjares que no requieren ni de la gula para ser masticados. Y para la obra, con el estomago lleno y con Eider de comparsa, pero me la suda y me giro y beso a quien me toca y me pongo meloso y la vasca no dice nada, qué va a decir.

Hoy es día tranquilo. Están quitando moldes y ya se sabe lo que toca. Cortar alambres, volver a tirar de cizalla para hacer de la física un ejemplo de saber necesario, pues todo es cuestión de apoyo y presión para partir el metal. Y Klara lo intenta viendo que yo he podido pero desiste ante las risas de Mula, y le digo que lo conseguirá algún día, que si un caballo como yo ya puede, ella puede, pero no lo sabe. Y limpiamos madera, y me encaramo al andamio para que me pasen algo de mezcla, la única que hacemos. Y cojo el balde y lo subo y lo paso y he escalado en la cadena y trabajo codo con codo con Mula, aunque sean diez minutos.

Antes de comer me pongo el bañador y agarro la manguera que fue capricho de Ale pero que en realidad es una idea cojonuda y me pego un duchazo improvisado que me deja nuevo. Y a zampar, fresquito y renovado. Hay lo de siempre, más carne picada con patatas, poco sabrosa, pero es carne. Y se me acerca Eva y me dice que si he pasado al baño - ya me había anunciado que pensaba dejarlo como los chorros del oro - y le digo que no, que acabo de llegar, y no le suelto un déjame tranquilo porque no me educaron para eso. Me transmite que ha pedido herramientas de obra para restaurar el suelo de la ducha, que lo único que tiene son ronchas de humedad sobre el mármol, y si no te gusta no lo mires, que no te va a pegar nada, pero ella es muy señorita y es la única que no anda descalza por la casa, norma impuesta para no llenar de mierda el suelo. Y si se mantiene, no hay problema, siempre que no pises un bicho cabreado, que no es fácil. Pero ella no, ella tiene sus chanclas y se ducha con ellas y lo deja todo pringoso, así que de quejarnos deberíamos ser nosotros, pero no lo hacemos, la dejamos hacer porque entablar una conversación con ella deja a la tortura china a la altura de un polvo con una tailandesa desenfrenada. Y le digo que haga lo que quiera en el baño, pero en realidad pienso que me parece muy fuerte que fondos de ACE, porque a ver sino de dónde va a pagar esas herramientas, vayan destinados a los caprichos de una señora que supuestamente ha estado en Kenya, Costa Rica, el lejano oriente y yo que sé dónde ostias más. Que esto es Nicaragua, nena, y que si quieres que en el suelo del baño pueda comer hasta la mismísima virgen te vas a un hotel y lo pagas en dólares. Y le digo que sí, que muy bien, y meto el tenedor hasta el fondo del arroz y me vuelvo mudo al masticar, pero ella no, no sabe, así que me termina soltando que cuando termine con el baño estará totalmente prohibido que pase nadie que no duerma en la habitación. Y la temperatura de mis meninges empieza a subir, pero hinco otra vez el tenedor, miro al infinito y hago como cuando oigo a los grillos, pasar tres pueblos. ¿Prohibir? ¿El paso a un baño en una casa comunal? ¿Estamos locos? ¿Pero quién cojones te crees que eres? Yo cago en donde puedo si el baño de la habitación donde duermo está ocupado, y meo donde puedo si el váter está con visita, como en toda casa de cualquier sitio. Pero de qué cojones va ésta. Me parece estupendo que quieras reformar la puta casa entera para dejarla como un chalé en Torrevieja, pero primero lo consultas con el resto de habitantes, que tomar la iniciativa para hacer la vida más cómoda está muy bien, pero antes planteate si la vida va a ser más cómoda sólo para ti por el mero hecho de que el mármol sea níveo sin manchas marrones que son sólo manchas. Pero me callo, que vengo de la obra, que estoy cansado, que el odio es energía malgastada y aquí no sobra, y que este ser no va a amargarme ni un minuto. Al terminar de comer, hamaquing, y comento con Eider, Marta y Lau el último de los despropósitos de Eva. Si a Obama le han dado el Nóbel de la paz por lo que va a hacer, no por lo que ha hecho, a ésta la deberíamos atar a un árbol como al bardo de la aldea de Astérix, no por lo que ha hecho, sino para que no haga lo que dice, que dice mucho, demasiado. El silencio, la discreción, el respeto, con cuarenta y pico, se le escapan entre los dedos al huracán Eva. Y llamo a Jose, que ya que es compañero de habitación quiero conocer su opinión, y es el Santo Job, y me dice que hablará con ella, y yo le digo que no se lo contaba para que mediara con su temple, que tanto compensa mi irascibilidad infantil, sino para saber qué opinaba, y me desvela que no le parece bien imponer nada, y que hablar con ella lo hace porque quiere. Y otro punto para este chaval, y lleva tantos que la numeración arábiga casi se queda corta.

Hoy sí o sí hay entrenamiento, perdón, práctica con los chavales. Pero eso es a las cuatro, y nos terminamos quedando solos Klara y yo mientras el resto va a hacer sus cositas, dar clases y montar una ginkana para los mocosos. Y hablamos de qué hará ella con su vida, que qué haré yo con la mía, que porque no escribo si es lo que quiero, de cómo es el proceso de creación, de lo inmaduro que me siento sabiendo qué sueño tengo y no lo cumplo por pereza, y me va gustando más la niña, que tumbada en la hamaca me dice que sí, que preferiría estar en una cama de una habitación conmigo, pero que cualquiera puede entrar y que para romper el encanto mejor no hacer ningún sortilegio.

Llega la hora y cojo el balón y para allá voy. Vladimir me ve llegar y me pide el balón y lo coge como si fuera un cachorro de perro, y lo besa y lo tira y lo patea y se vuelve loco por momentos. Lenin le mira con orgullo, se acercan más niños e improvisan un partidillo en torno al mango del proyecto. Decidimos Lenin y yo que de práctica hoy nada, que mejor una reunión para establecer días fijos de entrenamiento, perdón, práctica, que sin constancia no tiene sentido darle patadas a un balón. Y me explica ya por fin cómo va el rollo del fútbol. Él lleva a dos equipos, uno de niños de seis y ocho años y otro de diez a doce. Que el primero se llama Tiburones y el segundo Alcones, sin hache, que si no suena para qué ponerla. Me cuenta que su sueño sería hacer también otro equipo de chavales de trece a dieciséis, que esos ya jugarían en Segunda División en Granada. Quiere hacer cantera con niños del proyecto, y su entusiasmo me emociona. Lenin tiene 29 años, trabaja en la construcción cuando hay trabajo, tiene una moto con la que desplazarse a dónde haya que ir a trabajar y el año pasado se lo pegó en Costa Rica ganando lo justo para alimentar a su familia. Me cuenta que antes de mudarse al proyecto vivía en el camino y que tras un año en su nueva casa, todavía no se adapta. Y yo me pregunto en silencio cómo debe ser la vida aquí para echar de menos una chabola y no estar del todo cómodo en una casa de verdad. Hay tantas cosas que se me escapan que me siento gilipollas. Le digo que ha encontrado a un socio para lo del fútbol, que yo me voy a implicar, que sé que él muchos días no puede organizar las prácticas porque tiene que currar, y que para eso estoy yo. Que me encantaría bajar los domingos a los partidos pero que algunos no podré porque me iré de excursión, y él me cuenta que su mayor problema es que muchas veces los Alcones y los Tiburones juegan a la misma hora y se tiene que quedar con los más pequeños, que son los que más voces necesitan mientras juegan. Me impresiona que un hombre que por fin aparenta la edad que tiene (aquí todos parecen mucho mayores) esté tan interesado en hacer algo con niños que no son suyos, que busque implicarles en algo colectivo y saludable por el mero hecho de hacerlo. Soy inocente y sé que de primeras todo el mundo me parece estupendo, y luego me llevo muchos palos, pero este tipo no creo que me vaya a decepcionar. Se me hace el culo gaseosa pensando en montar un equipo de fútbol de verdad. Le digo que si me voy de aquí habiéndolo hecho me sentiré feliz, y él sonríe con la misma sonrisa de su hijo cuando vio el balón medio desinflado que les he comprado.

Me descubre que muchos padres le miran con recelo porque está picando a los niños con el fútbol, apartándolos del beisbol. Que incluso muchas madres no dejan a sus hijos apuntarse a ninguno de los dos equipos porque con el beisbol se gana más dinero y me da tanta pena el argumento que le digo que estoy con él, que no se sienta culpable por nada, que lo que está haciendo es precioso y que quien diga lo contrario sólo quiere hacer de su hijo millonario jugando a algo que al propio hijo no le gusta. Me pone el ejemplo de un niño al que su padre le compró todo el equipo de beisbol, y ahí está en su casa cogiendo polvo porque el niño quiere usar los pies en vez de las manos.

Es tímido y educado y no quiere pedirme nada, así que saco el bloc de notas y le digo que empiece a contarme lo que necesita, sin tapujos, que yo no le prometo nada pero que se lo voy a comentar a la doña, a ver qué dice. Camisetas, botas, conos y porterías pequeñas para entrenar, la paga de los árbitros de la liga (15 córdobas el partido, la inscripción se la regalan, que él se ve que hace lo que puede, y es mucho) y guantes para el portero. Qué menos, coño. Y yo que soy así de atontado pienso que si a Judith le parece demasiado, lo pongo de mi bolsillo, que qué mejor manera de invertir el dinero que en la felicidad de once niños (los Tiburones están bastante uniformados). Creo que se sorprende de mi voluntad, pero le tengo que sacar las cosas que necesita con sacacorchos, lo cual me gusta, me hace pensar que este hombre no quiere pedir, quiere conseguir por sus medios. Y justo por detrás pasa Eduardo, el Guayo, el que nos ha robado varias veces y se sigue haciendo el majete, y vuelvo a pensar en los hijos de puta volando y las buenas personas con paraguas.

He encontrado mi misión en La Prusia. Quiero hacer de esto un equipo de fútbol de verdad, y me voy a dejar los cojones, sabiendo que me puedo llevar un chasco, que son niños y nunca se sabe, pero que lo voy a intentar, que merece la pena, porque está claro que merece. Y los niños siguen jugando al balón y reunimos a unos cuantos y quedamos en que martes y jueves a las dos y media en el mango para buscar donde entrenar cada día, que hay diferentes cuadros (prados) pero que muchos están ocupados por mujeres fanáticas del softball y por niños y no tan niños fanáticos de cualquier cosa.

Estamos en esas cuando por el camino pasan unos cuantos de los Alcones, y los llamamos, y Franklin, que está con nosotros, nos dice que llevan una culebra en la mano, que la acaban de cazar. Y yo me imagino una culebra, como las del Tormes, finita y de treinta centímetros. Pero el que la porta levanta el brazo todo lo alto que puede y la cabeza de la bicha sigue tocando el suelo. Debe medir metro y medio y tiene el diámetro de mi muñeca. Alucino, una vez más, y le digo a Lenin que la mayor parte de los niños de España que conozco habrían salido corriendo nada más verla, que qué diferente es todo, y el suelta un sí como mustio, que no sé cómo interpretar.

Hablamos de fútbol en España y de beisbol en EEUU. Hablo de verdad por fin con un nica para descubrir un espíritu de sacrificio que me deja temblando, y yo no soy nadie pero quiero serlo y quiero ayudarle, que no hay nada más bonito que hacer algo con un niño que sino no hará nada. Y siguen jugando en el mango con el sol poniéndose y le digo a Lenin que me va a dar mucha pena pedirles el balón, y me dice que si a mí no me importa esta noche se lo queda él y mañana lo cojo de su casa para cuando me vaya a entrenar, que él por fin tendrá trabajo mañana y no podrá. Y le digo que claro, que esa era mi idea (él mismo me dijo que me quedara yo el balón, que sino en su casa iba a ser visto y no visto). Y nos despedimos apretando las manos y sonriéndonos ante el encuentro de dos socios. Y le prometo que mañana no iré a la obra, que me bajaré a Granada a conectarme a Internet e imprimirme entrenamientos y tácticas de fútbol, no sólo para los niños, sino también para él, que no deja de pedirme consejos futbolísticos y yo sé lo justo. Me da las gracias y le digo que no sé porqué me las da, que se las debería dar yo, que me ha descubierto un motivo para haberme venido al otro lado del mundo, y que este domingo no podré, pero que el que viene me tendrá en el banquillo ordenando a los chavales y buscando ganar un partido. Hay que motivarles, me dice, y tener paciencia, que a las prácticas no irán todos, que son niños. Y me voy andando solo y pensando qué he vuelto a descubrir el sentimiento de felicidad, sólo con una charla y un balón, ya ves tú, los pequeños detalles. El Dios de las pequeñas cosas, que diría Arundhati Roy. Un balón de fútbol.

Llego a la casa de voluntarios, me meto en mi casa en busca del ordenador para escribir esto, que estoy tardando, y justo Klara sale de su cuarto con el pelo mojado y el tanga asomando por detrás, recién duchada y oliendo a 19 años, y le cuento lo que ha pasado, que estoy so fucking happy y me mira como yo miraba a Vladimir cuando descubrió el ansiado balón y me dice yes, you look happy, y me besa y me acaricia la cara y me dice what a good thing y se va dejándome en medio del salón, en medio del mundo, en medio de un equipo de fútbol que está por montar y que, joder, me necesita. Me necesitan. A mí, innecesario tantos años en tantas partes y casi llorando ahora de la puta emoción que me asalta. Y qué suerte tengo de poder compartirlo en privado con alguien que se alegra de verme así.

Qué suerte tengo de haber conocido a Vladimir, a Brayan (que si el nombre suena así, porqué no escribirlo así), a Franklin, a Javier, a ese que llaman Chuky, a Brallán (este con dos l, porque porqué no), a Darian, a Dayron y al resto que no recuerdo su nombre pero seguro me costará olvidar.

Alba ha hecho gazpacho andaluz y huevos con papas a lo pobre para cenar. Sabor a pueblo.

Y Klara, tumbada en la hamaca delante de mí, nota que tengo los ojos llorosos. No he llorado en mucho tiempo, yo que gusto de mojar la almohada de vez en cuando. Me pregunta y entrecortado le explico que es indescriptible hacer feliz a un niño con tan poco, que me tiene fucking amazed (si no metes fucking en una de cada tres frases, es que no sabes inglés) Lenin, que está haciendo lo del fútbol por hacerlo, que es un hombre pobre, pero tan rico, y que me da vergüenza todo lo que tenemos en Europa y de qué poco sirve, cuando aquí unas botas de fútbol pueden hacer que un niño se vuelva, literalmente, loco. Que me la suda que la doña no ponga pasta, que esto lo pago yo por mis santos cojones, que no encuentro mejor inversión para parte de un finiquito que me dieron por nada, porque eso sí que fue nada y lo que hace este hombre es tanto. Que estoy emocionado, joder, que soy un tipo sensible. Y ella me dice you are so cute, y lo supongo pero le digo que debería ser un tipo duro, intentando hacerme el gracioso, cuando lo que me pide el cuerpo es seguir rumiando mi última hora, que ha sido mucho más que sesenta minutos, que ha sido mucho más que unos latidos y unas cuantas respiraciones. Ha sido lo más impactante que me ha pasado desde que estoy aquí, y en realidad no ha sido nada, sólo ha sido un balón de fútbol y un proyecto que me motiva. Pero es que eso lo es todo, para mí que lo tengo todo y ahora me doy cuenta de que sólo son migajas, que el pastel está en los pies de un niño con botas y en las manos del portero con guantes y en un balón que no es bueno, pero que es nuevo. Y a Klara la llaman para jugar al Rummy y no sabe decir que no, pero cuando se levanta se queda acariciándome la pierna y la beso en el muslo y se va y me quedo tumbado en el banco, queriendo romper a llorar de una puta vez, que me lo está pidiendo el cuerpo, pero sin hacerlo, que no lo pide la situación. Obama, esto sí es el premio Nóbel de la paz, y no hace falta que venga ningún escandinavo a reconocerlo. Yo, por mi parte, se lo doy a ese hombre que roza la treintena y que sólo quiere que unos chavales ocupen su tiempo divirtiéndose en equipo. Eso es mérito. Lo demás, mierda.

Ale me lee y cuando me termina me dice "qué bonito", y le preguntó el qué, y me contesta "lo que te ha pasado hoy, y poder compartirlo, tío", y me vuelvo a poner ñoño y le doy las gracias de corazón, que sino no vale darlas. Y me pone una canción del Efecto Mariposa que hace que me plantee irme a dar un garbeo y dejarme llevar de una jodida vez, pero los huevos a lo pobre empiezan a salir y la emoción también se aplaca con hambre.

Reanne y Pete me piden ayuda para transportar hasta la casa azul uno de los armarios que ha hecho Ben y que ya está terminado. Fucking Ben se ha bajado a Granada, que los miércoles se hace pub quiz (un trivial de borrachos) en la taberna irlandesa y ha quedado con un colega para apuntarse, dejándonos el marrón. Es imposible mover el mueble en la noche, sólo Pete y yo ya que Reanne iría iluminando, así que desistimos y mañana ya veremos, y menos mal para mi espalda. Pete mete la pata en un hoyo y suelta un fucking hell que desbanda a los pájaros, pero no le ha pasado nada grave, por suerte, aunque él dice que si un tobillo torcido le dejase en la hamaca una semana no pasaría nada en absoluto.

Tras la cena, reunión. Endika y Judith han aceptado la invitación de Alba y cenan con nosotros y se quedan a la reunión, y bien que han hecho porque Endika dice cosas que me gustan. Hay un problema con la recogida de basura en la comunidad, y Judith quiere que se encargue Carlos, el cuidador de nuestra finca, y Endika le dice que no le parece bien, que no somos sus padres, que tenemos que ser la última opción, no la primera. Que esto, como un proyecto solidario, debe tener un fin y que luego vuelen solos, que no vamos a estar siempre para solucionarles el problema. La doña dice que como es abuela no puede ver a niños revolcándose en la basura, y Endika le dice que no puede tomárselo así, que ACE no está aquí para que los nicas dependan para todo de nosotros. Sí, señor. La doña entra en razón y dice que va a convocar una reunión con la comunidad para solucionar el problema, casa por casa uniendo a la gente, y luego en la reunión, que tomen la palabra la gente de la comunidad. No puedes venir a este lado del mundo a resolver los problemas, sino a facilitarles los medios para que sean ellos los que decidan. Cuando un hijo se va de casa con treinta años, a los padres sólo les queda dejarle ir y verle crecer y caer, pero crecer.

Póker de nuevo, que Endika quiere recuperar su dinero. Y lo consigue. Haley ha aprendido a jugar hoy y llega al heads-up con su ex, pero al final gana la vieja escuela y Endika ya tiene presupuesto para ir mañana jueves a la timba del Eurocafé. No es la noche de Klara, y Endika y yo le explicamos el dicho de "desafortunado en el juego, afortunado en amores", así que no debe preocuparse. Y no debe, por mis santos cojones.

3 comentarios:

Fernando dijo...

Maaaacho... keep doing it dude!! Propongo que así, como el que no quiere la cosa, pases un número de cuenta, que a 20 pavos por cabeza, creo que te pagamos el equipo.. y lo digo en serio.. los 20 pavos que me ahorro desde que no juego al poker contigo, los gasto ahí muy gustosamente.

Que no caiga en saco roto. Y dale a Klara un beso de mi parte (sin ponerte celoso).

Un abrazo.

Carlos dijo...

Apoyo la moción del Fernan. Busca la manera más eficaz de hacerte llegar dinero desde España y entre unos pocos uniformamos a los Alcones. ¡A tope! ¡Bienvenidos al verdadero Planeta Fútbol!

Se te quiere mucho, hermano. Y se está orgulloso de ti.

Un abrazo enorme,

Carlos

Maktub dijo...

Voz de chocolate...
El dios de las pequeñas cosas...
Soñar más despierto que dormido...
Etc.

me encantaaaaa! xD