miércoles, 18 de noviembre de 2009

De baja médica y pokerface

12/11/09

Por prescripción médica, por sentido común y porque quiero conectarme, me escaqueo de la obra y me propongo tirar para Granada. Un descanso a las lumbares, que el ibuprofeno no hace milagros. Ale me dice que si por la noche sigo igual, me da Nolotil en ampollas. Así da gusto.

Antes de bajarme para Granada llega Cata de la obra, a donde ha ido con Judith y Eva a mirar lo de las basuras, dónde podría ser un buen lugar para construir una fosa séptica y esas cosas. Viene asqueada porque la imparable Eva resulta que sabe de todo, también de urbanismo, y ha tenido el santo valor de desafiar al conocimiento empírico de Pico, que sabe dónde hacer las cosas y cómo, y a la señora de las narices se le ha puesto en las ídem que no, que mejor aquí o allá. Hay que joderse. Tantos años y tan poco de todo lo demás.

Me bajo andandito para Granada, me saluda y me acompaña un trecho un niño que ni me suena pero que sabe perfectamente quien soy. El ibuprofeno mañanero va haciendo efecto y al menos el paseo no es un martirio.

En el ciber está Jose, que hoy le toca cocinar y se queda por Granada a hacer compra. Aparecen también Haley, Endika y Tess. Otro que se ha escaqueado hoy. Si ya lo he dicho, o estamos muchos cuando no hacemos falta, o hay cuatro. Ya verás como hoy iba a ser un día duro en la obra.

Y más mails que me emocionan, del Zurcovas, que se pone Stanb by me cada vez que me lee, o de Paula, que da señales de vida y reconoce que también sigue mis pasos, o de padre, que no puede aplacar su orgullo por su hijo aventurero, o de Charlie, que confiesa que le cuesta irse a dormir si tiene entradas en el blog pendientes de leer y que reflexiona sobre la alienación del trabajo. Grandes todos, grande me hacéis.

Paro dos taxis para que me lleven a La Prusia y ambos pretenden que les suelte 100 córdobas por el trayecto. Al segundo ya le digo que me deje entonces en el cementerio, justo donde empieza el camino de tierra hacia la Casa de Voluntarios. Eso vale 10, y la diferencia son dos kilómetros. Me mofo. Así que me toca patear, y el ibuprofeno ya ha dicho basta, y el sol es intenso que es mediodía, por lo que pierdo un par de kilos de la sudada y la espalda vuelve a recordarme su existencia a base de dolor. Llego y ya han comido todos, pero me han salvado un plato, gallopinto y un muslo de pollo con guarnición de patatas y zanahoria. Doy buena cuenta de ello y me tiro todo lo largo que soy en el banco de madera, que a las dos y media tengo práctica con los Alcones. Ale me da el nolotil y me dice que ni fútbol ni ostias, que actividad cero, que si no esto es pan para hoy y hambre para mañana, y que incluso para la obra es más productivo perderme dos días (tampoco me recomienda ir mañana viernes) que dos semanas por hacerme el duro, pero el caso es que me sabe mal. En España me escaqueaba del curro siempre que podía, y me pagaban. Aquí el sudor sólo se compensa con una cama y un plato de comida y se me llevan los demonios si falto al trabajo. El sueldo me mermó la responsabilidad, el no tenerlo me conciencia de que al trabajo no se falta porque sí. Así que ahí me quedo hecho una piltrafa.

Klara se va para Granada y nos dice que a las seis en el Eurocafé para la timba de póker, que hoy es jueves y queremos estrenarnos. Endika también estará, que ya que ganó ayer se lo puede permitir.

Y de vuelta a Granada, esta vez con Ben, y esta vez a mi primera partida al póker con extraños. Elegimos coger el autobús para no pegarnos la pateada, así que tiramos por el camino que desemboca en la carretera, y él aprovecha para contarme sus experiencias con las mujeres nicas. Dice que le trastornan la cabeza, que nunca sabe si son putas o es algo cultural, pues cada una que se ha intentado ligar le termina diciendo que le compre esto o aquello, y que qué diferencia hay realmente entre que te pidan el dinero directamente y que te hagan invitarles a miles de cosas, incluyendo ropa o electrodomésticos. Valora el hecho de que pueda ser algo cultural, que el gringo siempre tiene más y aprovecharse de eso tal vez sólo sea una forma de subsistencia, que puede existir el romance aunque lo enturbie el dinero, pero que él no puede entenderlo así. Y me dice que por eso mismo va a pasar ya de intentar nada con nicas, que se va a dedicar a las gringas, y que en León conoció a unas alemanas que le molaron bastante. Veo que es la oportunidad de confesar, y lo hago, sutilmente, como quien le cuenta un rollete a un colega, sin más. Le digo que oyendo sus historias, qué suerte la mía que ya tengo una gringa con la que liarme, la Klara. Y se queda callado y sorprendido, y me pregunta si he dicho Klara, y yo hago de actor y le digo que creía que se lo había dicho, falsedad para no hacer daño, que qué capullo soy, que estaba convencido de que se lo había contado, y que sí, que tenemos un rollete divertido, que no es que lo llevemos en secreto pero que no queremos "make a big deal of it", que esto es un maldito gran hermano y pasamos de comentarios. Parece que mi táctica funciona, que él ve que simplemente le estoy contando mi triunfo como lo haría con cualquier amigo, unión de testosterona, pero se queda callado y parece que realmente le ha pillado de nuevas. Bueno, hecho está, conmigo se muestra igual de fucking cool, nos llevamos muy bien, y luego ya que Klara haga lo que quiera, que yo más fácil no se lo puedo haber puesto.

Tenemos suerte y sólo esperamos unos minutos hasta que aparece el autobús a lo lejos. Lo paramos y nos encaramamos a esta reliquia que los estadounidenses desecharon, pero no tiraron, que de todo se puede hacer negocio. Pegatinas religiosas, flecos en el volante, colorines por todos lados, cinco córdobas por cabeza, el que hace de revisor casi saltando en marcha para permitir el paso a los que incitan al bus a parar, y llegamos a Granada. Es ya de noche y aún hay bullicio en el mercado. Saco algo de pasta, que me quiero tomar unas birras durante la partida, y directos al Eurocafé, a donde llegamos a la par que Endika y Klara. Compenetración, o ganas de jugar.

Nos juntamos trece jugadores, y nos partimos en dos mesas. Las siete cartas más altas en una mesa, las más bajas en la otra. Las mesas son las de cualquier bar de cualquier sitio, cuadradas, y dos unidas forman el primer campo de batalla, y otras dos más allá forman el segundo. No hay tapete, mantel y gracias.

Yo me quedo con Ben, que se ha acomodado en la esquina opuesta de la mesa de los que tuvimos cartas altas. Está con gesto serio, sentado casi de lado, el antebrazo izquierdo descansando sobre la mesa y el codo derecho aupando el mesar de su perilla pelirroja. Mira con sus ojos verdes a la mesa y a los tipos, supongo que sintiéndose algo intimidado, como yo. Estudia el barajar de las cartas y escucha al resto, que habla en inglés.

A mí derecha y presidiendo la mesa, el que parece el dueño del cotarro, pues tiene el maletín de fichas a su vera y el fajo de córdobas recolectados puestos a su único alcance. Se muestra como el anfitrión, y es austriaco. Tiene un nombre que soy incapaz de retener, y no quiero molestar preguntando de nuevo, que tengo la percepción desbocada en todas direcciones, con mi mano temblando un poco al barajar, pero consiguiendo que no se me caigan las cartas. Le doy a cortar y me dice que mire a ver quién será el primer dealer, a la carta más alta. A sus órdenes, por supuesto. Pongo una carta bocarriba para cada uno de los jugadores, pero en un lapsus las reparto a derechas, y el póker debe funcionar como un reloj. El jugador que ocupa el otro extremo de la mesa, a la derecha de Ben, un sesentón yanki hinchado como una pelota, anillo dorado en el meñique, de cara simpática, boca diminuta y grandes mofletes, polo beige y gorra calada a juego, increpa mi delirio. El dicharachero y flaco europeo le responde que qué más da. Yo sonrió al tipo que ha querido protestar y le digo "ey, I'm sorry, I'm just a spaniard", y el otro se da por satisfecho con una sonrisa y un "no problema". Acaba de convencerse de que me va a desplumar, y mi defensor austriaco también. Éste ahora cuenta que ha tenido que dejar una partida de póker en Internet para llegar a ésta, en la que parece que tiene que estar por narices porque es el que controla el maletín de fichas y o está él o no juega ni Dios. Narra que lo que ha dejado a medias era un torneo de 8.000 jugadores, que quedaban 300 y él iba el 30, y yo le pregunto por el premio, y me dice que era para los veinte primeros, una inscripción para cada uno para un torneo online de mucha pasta. Comenta divertido, sin darle importancia, que ojalá le quedaran las fichas suficientes para soportar las ciegas y hacerse un hueco entre los 20 agraciados. Vale, perfecto, ahora soy yo el que lo confirmo: me van a destripar. Todo un pro, si es que eso existe. Empezamos bien, creo que nuestra mesa es más difícil que la de Endika y Klara. Ben no se ha inmutado.

El austriaco parlanchín, que no fanfarrón, tendrá unos cuarenta y algo y viste camisa horrible, de esas que denominamos hawaianas, negra de fondo y rojos, amarillos y naranjas los múltiples loros y plumas. Enmarca su locuacidad con una perilla que revela lo que ya son varias canas y descubre su estado de ánimo por sus ojos resplandecientes, como los de un niño poniéndole la batería al bólido teledirigido nuevo.

A la derecha del austriaco y enfrente de mí, despanzurrado sobre la silla, otro yanki, éste más prosaico, de calva incipiente y una banda de pelo blanco sobre las orejas, boca de dientes desordenados y ojos negros y ansiosos, pequeño en estatura y en el hablar.

Entre el aburrido de describir y my mate Ben se ha metido un yanki más, que también debe rozar los sesenta, con gafas graduadas y ahumadas, oculto bajo una gorra oscura con algún tipo de propaganda, camisa clara sin mangas y desabrochada hasta el tercer botón, permitiendo el desborde de un masa ensortijada de pelos de toda una variedad de grises. Un bigote poblado sobre la cara morena y arrugada y una boca grande como la de un caimán. Me apostaría el dinero que me queda a que es de Florida.

El último jugador de nuestra mesa es Bosco, un nica habitual amiguete de Endika. El vasco me ha dicho que todo el mundo le llama El Sudoroso, y se ríe sin esperar a que le pregunte porqué, porque es obvio y está sentado a mi izquierda. Debe tener mi edad o algo menos, pelo grasiento hasta más allá de la nuca, cara afilada para ser la de un local, inquieto en los movimientos y exagerado en el tono al platicar.

En la otra mesa, Klara, ya con semblante de roca, y Endika, con mirada nerviosa y repartiendo el primero, están acompañados de otros dos yankis, de un nica y de una chica también nica que confiesa que está aprendiendo a jugar. Definitivamente, su mesa es más asequible. Uno de esos yankis viste una camiseta con una escalera real de picas, Poker Texas Hold'Em escrito en grande sobre la mejor jugada del mundo, y una frase estupenda que la nica debería leer y traducir: "Ten minutes to learn, a lifetime to master". Pantalones cortos y piel colorada, superando por poco, que estoy intuitivo con la edad, los cuarenta, pero con la barriga que envejece a los yankis.

El otro estadounidense de la mesa dos tiene el pelo largo y dorado, guarda cierto parecido al más joven de Los Morancos, con boca de piñón y ojos de ratón. Viste camisa de explorador y se muestra sorprendido cuando se entera de una regla inventada que me parece bien traída: si alguien gana una mano, con farol o llegando hasta el final, con un siete y un dos en la mano, todos los jugadores le tienen que dar 15 en fichas extra.

El nica de aquella mesa es joven, pongamos 21, habla inglés y lleva el pelo corto y engominado hacia delante, formando un flequillo levantado en punta, como hacen muchos chavales aquí y hacían tanto antes en España.

La chica principiante, ya podría estar yo en esa mesa, joder, no pasa de los 25 y viste tan hortera como todas las jóvenes nicas. Camiseta rosa con volantes bordados en las mangas, pendientes de aro grandes y dorados, coleta tirante con goma de pelo de peluche rosa, y vaqueros ajustados aprisionando un culo prominente. No le veo los zapatos, pero me los imagino de tacón transparente.

Doscientas fichas por 100 córdobas, y re-buys hasta la primera hora, camareras trayendo bebidas y nada en la mesa excepto las fichas y las cartas, con taburetes con cenicero a nuestros lados y dos barajas por mesa, sin croupier ni mandangas. El que esté a la derecha del que reparte va barajando la otra pila de cartas, y así todo se hace más rápido. Las ciegas suben cada veinte minutos y la primera es 5 y 10. Cuando se rindan los seis primeros jugadores, los supervivientes se reagrupan en la mesa grande. Vamos allá. Esta partida, reconozcámoslo, es para aprender.

El hermano desconocido de Los Morancos y la novata caen los primeros, sin hacer rebuys. En este rato se han acercado tres chicas nicas vestidas con vaquero rosa y top negro, por ejemplo, pintadas con brocha más que con pincel, y se han puesto a hablar con el bastardo de los cómicos andaluces, con el anodino que habita frente a mí y con el viejo delgaducho de gafas oscuras. ¿Putas?

Jugar con individuos que no conoces, la mayoría doblándote la edad, puede resultar inquietante, pero esta gente debe jugar a menudo en grupo y se conocen y se vacilan y nos meten en los vaciles y yo me siento cómodo a la segunda mano y no puedo parar de descojonarme. Sólo el nica, Bosco, se muestra bastante incompetente, haciendo hasta cinco re-buys en la primera media hora (con doscientas fichas el all-in está en boca de todos, es fácil quedarse sin fichas, y total, por 100 córdobas más, viva la vida). Me lo paso en grande, me río mucho, vacilo a los yankis, pierdo sin parar, hago dos rebuys más y hasta luego a la par que Ben. No hemos sido los primeros en irnos y nuestra marcha facilita la final, en la que aguantan Endika y Klara. Me he dejado 300 córdobas, unos 12 euros, en dos horas de diversión, así que compensa sobre manera, y ya les ganaremos cuando les tengamos más calados. No me he permitido ningún farol, y con las pésimas cartas que me han ido saliendo tal vez ese haya sido mi único error, no atreverme a mentir a tipos experimentados. Ben y yo nos retiramos entre risas, chocando manos a nuestros divertidos adversarios y prometiéndoles que el jueves volveremos, que ha sido una gran partida.

Quedamos con Endika y Klara en que nos juntamos en la Calzada. Nos sentamos en el Centralito, único bar donde hay gente ocupando la terraza, y sendas hamburguesas después invitamos a un yanki solitario con el que Ben ha entablado conversación a que se siente con nosotros. Se llama Jeff, debe estar en los treinta y muchos, viaja solo durante sus dos semanas de vacaciones y se decidió por Nicaragua. Nos pide que le recomendemos, y Ben le cuenta maravillas de San Juan del Sur y de León. Hablamos de Barcelona, de Londres, de las curiosidades de Nicaragua, de la ONG en la que estamos y que le resulta treméndamente interesante. Y aparecen Endika y Klara. Endika se ha venido de vacío, pero habiendo llegado a la mesa final sin hacer re-buys. Klara es otra historia. Ha quedado tercera y se ha levantado 400 córdobas. Ole mi alemana.

Litros de Victoria y unos mojitos, y Endika contándole cosas a Jeff que yo voy traduciendo, y Jeff se muestra encantado de habernos encontrado para compartir esta noche granadina. Le sugiere hospedaje en la playa de San Juan del Sur, le responde a preguntas que yo también tengo sobre este país de locos. Estamos en el segundo país más pobre de América, tras Haiti, y sin embargo también es segundo en otro ranking, en el de menos mortalidad infantil por hambruna.

A eso de las diez levantamos el campamento y para casita. En un aparte le digo a Klara que Ben ya sabe, y me mira tierna y me da las gracias y le digo que no se merecen, que ha sido fácil, que la situación lo requería y que conmigo Ben sigue teniendo mucho buen rollo.

Dejamos a Endika en su casa y llegamos a la nuestra, donde sólo Ale y Lau aguantan en las hamacas. Nos cuentan que Alba, Eider, Cata y Haley se bajaron a Granada por la tarde a inflarse a cervezas en la Calzada y en el camino de vuelta se compraron una botella de guaro, con lo que llegaron a la cena con un pedo digno de mención, con Cata trastabillándose y Alba arrancándose por bulerías. Les contamos nuestra noche de naipes y poco más que hacer, así que a la piltra y mañana a ver si nos vamos para Masaya.

1 comentario:

Carlos dijo...

¡Joder qué grande la partida! Por la descripción, me parece que uno de tus rivales era el mísmisimo Negreanu de vacaciones por Nicaragua, en plan incógnito... ¡ja ja ja! Lo de la equivocación al repartir tuvo que ser acojonante. ¡En este caso se tardaba poco en adivinar quién era el pardillo/fish!
¡Y ten cuidado con las lumbares (que no parece que te molestaran mucho durante la partida, jodío)! Mira que te hicimos un botiquín exagerado, ¡y se nos pasó el Nolotil en ampollas! Menos mal que está el murciano (otro saludo para él).
A ver si montamos una timba en tu ausencia, que me da mono al leerte. Por cierto que cada vez hay más gente metida en el rollo. Hay un grupo de residentes de primer año del hospital que juegan, y Martita de Valencia también le pega. ¡Texas hold ´em for everyone!
Un abrazo enorme hermano. ¡All in!

Carlos