viernes, 13 de noviembre de 2009

Beisbol y berenjenas

08/11/09

Me despierto a las ocho y cuarto, viva mi reloj biológico. Pete llega en bici de su noche hotelera, que ha quedado con Alex a las nueve para ir al prado donde juegan el partido, porque es un jodido prado por muy oficial que sea el partido. La gente se va apuntando al partido, y al final vamos a ir casi todos, menos Cata, Jose, Judith la doña, Tess y varios más que se han sumado a echar un cable en Ritmo en las calles, un festival musical que hay en el Tres Mundos, la Casa de Cultura vecina al cibercafé. El resto hemos pasado, que nuestra ayuda iría enfocada a hacer comida para los niños que acudan, decorar el escenario y esas cosas y parece que ya van sobrados, que también van a colaborar otras ONGs, como Esperanza de Granada, de la que viene Eider, algo desencantada.

Por supuesto, Klarita duerme, así que voy a despertarla, algo a lo que le estoy cogiendo el gusto. Asomo la cabeza por debajo de la mosquitera, le susurro Klara, wake up, beisbol time, me agarra la mano sin abrir los ojos, sonríe y me dice Good morning con voz de chocolate.

Vuelvo a mi cuarto a cagar y me encuentro a Eva completamente en pelotas dándose crema. Me ruborizo y digo lo siento y ella grita que da igual, que no le importa, que pase, que no me corte, que la vida es estupenda. Madre mía, esto es un huracán y no el Ida que descargó ayer sobra la costa caribeña.

Tiramos para el partido, Pete ya ha salido, que no quería hacer esperar a Alex, así que nos tenemos que apañar para encontrar el campo. Y lo hacemos. A lo lejos, el Mombacho nublado se muestra majestuoso, y un perro muerto en el camino nos hace casi vomitar el café, qué bueno está este café.



Klara me suelta algún muerdo en el paseo, con sólo Eva detrás, que bien poco debe sorprenderle e importarle. Se nos une Dari, uno de los perros amiguetes, y nos hace de guía. Se para en cada bifurcación que debemos tomar y sólo continúa cuando elegimos bien. Qué cosa más lista. Y así llegamos sin perdernos al campo donde todavía están calentando a la espera de que se seque un poco el prado, que si no la bola coge mucha agua y se vuelve demasiado pesada.


Klara, con gafas de sol, Reanne, la rubita, y Vanessa


Pete me alecciona un poco sobre este deporte que hace un rato no entendía y que ahora que lo conozco algo más me resulta algo entretenido. No hay nada como el fútbol, pero tiene miga este deporte que se importó a Nicaragua hace 130 años. Pete creía que llegó con los marines, pero no, fue el jodido William Walker, el aventurero colonizador descerebrado que quiso inventarse un imperio centroamericano. Me dice que no está seguro de que fuera él, que no lo escriba, ahora que mira por encima de mi hombro, pero qué más da. Una teoría, para ser buena, no tiene porqué ser cierta.



El beisbol no tiene tiempo, se juega a siete cambios de campo (siete cambios entre qué equipo batea y qué equipo lanza). Se elimina al bateador con tres strikes (tres batazos en falso) o si el equipo del lanzador atrapa la bola en el aire, sin que toque el suelo, y a las tres eliminaciones, el equipo cambia de rol. Si el lanzador lanza cuatro bolas malas (no consigo diferenciar todavía cómo se sabe qué es un strike y qué es una bola), el bateador gana la primera base gratis. Los corredores, los que están entre bases, pueden intentar robar las bases siguientes aunque el bateador no golpeé, simplemente corriendo y esperando que el pitcher, el lanzador, no sea precavido, pues de serlo tendrá un ojo puesto en los corredores y podrá lanzar la bola en vez de al bateador a la base de la que sale el corredor. Si no está allí el corredor y la bola llega antes a la base, está fuera. Cada carrera completa, llegar a la cuarta base, es un tanto para el equipo, pero cualquier forofo de este deporte que me lea me recriminaría que aquí no hay ni tantos ni puntos, que son carreras. Como Pete, que me dice que esto no es a baseball match, sino a baseball game. Al final de los siete cambios de campo, el que más carreras tiene, gana. Eso son las reglas básicas, pero hay muchísimas más, más enrevesadas. Por ejemplo, el movimiento que hace el pitcher al lanzar está marcado, no puede inventárselo. Si el bateador golpea y la bola sale alta y el equipo del pitcher la coge al vuelo, ese bateador está fuera, pero los corredores siguen teniendo la opción de llegar a la base antes de que los lanzadores tiren la bola a la base. Otra regla interesante es que antes del partido se define el orden de los bateadores, y es importante que ambos entrenadores lo conozcan porque si el equipo contrario no cumple con ese orden, pueden reclamar. También es curioso que el que batea, si gana la primera base, puede retirarse y que le sustituya en esa base un jugador más rápido. Ese bateador no podrá volver a batear en el partido, pero así se aprovecha la velocidad de unos y la fuerza y precisión de otros, que tenerlo todo no suele ser común. Así pues, y sabiendo que hay muchas más cosas que me olvido y que no conozco, este deporte no es ni tan simple ni tan aburrido como yo creía. Y menos en este país, donde las mayores fans son mujeres, que se tiran todo el partido gritando, criticando al árbitro y mofándose del equipo contrario.



Y como la mayor parte de los jugadores se conocen, los comentarios jocosos van y vienen de un equipo a otro, pues hay muchos tiempos muertos y muchos jugadores que ni siquiera llegan a jugar, aunque vayan vestidos con su mejor uniforme de beisbol, que por supuesto no tiene porqué coincidir con el de sus compañeros. Sí, es un partido de liga oficial, pero estamos en Nicaragua. Tanto es así que cada equipo tiene tres bolas, y cada bola cuesta unos 12 dólares, por lo que por muy lejos que se vaya, por muchos matorrales entre los que haya que buscar, siempre se va en busca de la bola. Y siempre la encuentran, por la cuenta que les trae.


Mula, bajito, y Alex... y el de atrás supongo que no sabe que no podría llevar esa camiseta en España.


Es impresionante la fuerza y la precisión con la que lanzan. La bola está hecha de un núcleo de corcho y recubierta con varias capas de piel de cerdo o de vaca, y rematada con 108 puntos de hilo rojo, que es lo que la hace rotar. Es como las de pelota vasca, pero más grande, y tiene que doler si te da. El catcher, el que está detrás del bateador y que juega en el equipo del pitcher, lleva protección, pero tiene que tener sangre fría, porque si el bateador no acierta a dar a la bola, el catcher la coge a un palmo escaso de su nariz.

La bola puede ser lanzada de varias maneras por un buen pitcher, dependiendo de cómo la coja y de a qué altura tenga la mano cuando la suelta. Puede ser a tres cuartos, que es algo elevada, o a la altura de la cintura. Puede ser recta, curva, a tenedor, o varias formas más con las que no consigo quedarme.



Hoy se juegan dos partidos, uno detrás de otro, pero optamos por ver sólo el primero, que tampoco somos tan aficionados como Pete, que se lo está pasando en grande, uniéndose a los aplausos, abucheos y gritos de ánimo.


Pete aleccionando a Eli


El primer partido lo gana La Prusia, así que nos retiramos satisfechos. Alex no ha tenido oportunidad de lanzar ni Mula de batear, y esperan que en este segundo partido el entrenador les dé opción.

Llegamos a la casa y ahí está Ale, que pasaba del beisbol y que se ha quedado tranquilito en casa, con su librito y esa manía estupenda por limpiar que le ha llevado a dejar el porche comunal como todavía no lo había visto yo. Este tío es un crack y se le echará de menos cuando se vaya en menos de un mes.

Son las 12 y media y no hemos comido, así que duchita y a cocinar. Lau opta por sopita, Ale por un sándwich, y Klara no tiene comida, así que la invito a una tortilla de jamón y queso, que soy un chico estupendo. Me mira agradecida y me saca partido.

Decidimos hacer cena comunal los que estamos en la casa, que muchos no han vuelto del rollo ese del Ritmo en las calles. Somos Reanne, Vanessa, Lau, Eider, Klara, Pete, Ale y yo, y Ale, cocinero, propone un pastel de berenjenas que nos vamos a cagar. Pero hay que ir a Granada a por cosas, y yo tengo que ir por cojones a ver si encuentro la maldita pelota de fútbol para los chavales, que Lenin ya me ha dicho el tamaño y material que tiene que ser y ya no hay fallo posible. Klara tiene que hacer compra también, así que nosotros nos encargamos de ir a por las viandas y el resto se ocupará de cocinar y de limpiar. Nos pegamos el pateo, ella renegando cual niña que viaja en coche con los papás y que quiere llegar ya, apenas han salido de casa. Cogemos un taxi en el cementerio que nos acerque al Pali, y resulta que nos metemos en el de Ernesto, uno de los conductores de confianza de La Prusia. Me pregunta por el Real Madrid, y por no explicar qué carajo de equipo es el Betis, le digo que sí, que soy del Madrid. Aquí todo Dios es del Barça, así que debatimos sobre la calidad de Messi y el gran trabajo de Guardiola.

Después de las compritas buscamos la pelota de fútbol pero es domingo y rozamos las cinco así que está casi todo cerrado. Que le den, otro día será, por mucho que me duela la decepción de un niño. Decidimos tomarnos una birra y unos nachos en la Calzada, intentando no pasar muy cerca del Tres Mundos para que no nos capten para echar un cable para lo de los conciertos.

Se nos intenta acoplar Jorge, el niño nica que ya cenó con nosotros, pero le digo que es que esta chica es mi novia, por no dar más explicaciones, y que quiero estar a solas con ella, que él seguro que es listo y lo entiende, y lo es, y lo entiende, y se va. Pero antes, me dice "te mira que te quiere". O no sabe de lo exagerado del verbo, o aquí el querer no es lo mismo que en Europa, pero la frase es tremenda de por sí. A Klara se la traduzco con like, no con love, no se vaya a asustar.

Jorge se aleja y se junta con otro chaval que limpia las zapatillas blancas de un tipo pálido al que me dan ganas de decirle que si no tiene nada mejor que hacer que financiar el pegamento del limpiabotas. Puta Calzada, puto contraste radical.

Ante los nachos con queso, frijoles machacados y vinagreta, Klara me dice que ésta es como nuestra primera cita. Pero será posible lo que me vacila la niñata, y será posible lo mucho que me gusta que lo haga.

Y de vuelta a la casa de voluntarios, donde ellos cocinan, yo escribo, charlo con Pete que me pregunta dudas del idioma y sabe de fútbol, fíjate tú el yanki, y se declara ferviente seguidor de Kaká, y yo miro a Klara melosa en la hamaca. Me siento, ya lo he dicho varias veces, un gigante de diecisiete metros.

Le paso el portátil a Ale, que se ha convertido en otro seguidor puntual de mi diario, y me dice que qué estupendo será cuando esté en España pero pueda seguir no tan de lejos nuestras andanzas. Está admirado de mi constancia escribiendo todos los días. Qué coño, yo sí que estoy admirado. Le digo que si no tuviera el portátil, si escribiera como antaño, con tinta manchando folios que nacieron blancos, probablemente no sería capaz de escribir todos los días. Le pongo el ejemplo de Pete, que tira de pluma, aunque él no escribe un diario como tal, por fechas, sino por temas. Pete lo oye y lo entiende y me explica que es porque es abogado y está acostumbrado a escribir como tal. Que yo soy periodista y que por eso escribo una crónica.

Ale se sale del mapa con el pastel de berenjenas. Está exquisito y por un momento, sólo por un momento, nos olvidamos de la comida de mamá. Le aplaudimos y repetimos que está delicioso, pretty good, dice Lau, a la que le gusta usar pretty, pero los angloparlantes le corrigen, que pretty good es que está más o menos bien, cuando lo que hay que decir, porque se lo merece el pastel, es fucking brilliant, mate.

Reanne está cada vez más suelta y habladora con los que no conocía, ha hecho buenas migas con Lau, con la que se ríe mucho por su jerga y sus locuras. Klara enseña a Ale y a Eider a jugar al Rummy, no saben lo que han hecho. Como les dice Pete, "if you are going to play for money, just give her the money and then play if you want". Me hago con una hamaca, Lau con otra acompañada de La soledad de los números primos, y Tyson, al que le tocaba hacer de perro guardián hoy, se desata y se escapa en busca de libertad, y que vigile Rita, por mucho que Pete menea el bol donde le damos de cenar. Se sumerge en la noche y hasta la vista, perro cabrón.

Son las ocho de la tarde y los que se fueron a echar un cable a lo de Ritmo en las calle no han vuelto. Llevan doce horas con el tema y nos enorgullecemos de nuestro escaqueo, que somos voluntarios, pero hoy es domingo, y hasta el Señor descansó. Pero no Tyson, al que en un descuido volvemos a coger del pescuezo y lo atamos de nuevo. Cafelito para el cuerpo, a disfrutar de la paz de la noche en el campo nica, musiquita saliendo del iPod de Pete, "politicians in my eyes" (dale, Petronias, que te va a gustar, cuando el punk no sabía que era punk... qué buenas migas ibas a hacer con tu tocayo atemporal).

Justo cuando terminamos de cenar aparecen Judith (la doña), Eva y Jose. Judith se retira ipso facto a dormir, y Jose y Eva nos cuentan sus peripecias por el camino, hoy que es noche sin luna.

Eva está loquísima. Le intenta enseñar jerga albaceteña a Vanessa, que con la mejor de sus caras hace por enterarse, pero cualquiera sabe. Puede resultar algo agobiante esta mujer de cuerpo delgado, cabeza de bombilla y fumar compulsivo, pero lo cierto es que tiene gracia. Antes de retirarse a dormir me anuncia "Julito, te espero en la cama". Es la única que me llama por diminutivo y la única que me espera en la cama, lo primero me gusta, de siempre, lo segundo me hace estallar en una carcajada. Y cuando se le escapa eso de "tengo muchismo sueño" es como volver a oler los gazpachos manchegos. Se va a la piltra, traduciéndolo para las canadienses, alumnas forzadas, y Klara, Eider y Ale siguen dándole al Rummy, que ahora me entero de que es el Chinchón. Rum es ron. Chinchón. Conclusión, esto es un juego de borrachos. Lau sigue acompañando a los números que sólo saben dividirse por sí mismos y por uno, Pete se ha escondido bajo las sábanas, como Reanne y Vanessa. Jose fue a ducharse y nunca más se supo, y el resto de los que fueron a Granada al rollo de los conciertos sigue en Granada, sin conciertos, pero con cerveza. Son las nueve y cuarto y vamos cerrando el chiringuito, que las luciérnagas dominan el campo y aquí ya no hacemos nada. Me cuesta coger a Gabo, joder, sé que estoy en un emplazamiento ideal para comérmelo de nuevo, pero Gabo es mucho Gabo simplemente para leer por leer. Así que me leo a mí mismo que para eso no hace falta mentalizarse. ¡Eva, que voy!

2 comentarios:

upeumse dijo...

Pregúntale a Eva si sabe lo es significa "estransijao y deslambrío"... jajajaja... El muchismo sueño a mí me ha recordado a un plato de migas con unos torreznillos bien fritos, que estén ronchones.
Un placer leer tus crónicas,Julio, (joer, ahora casi falta tiempo, son tan frecuentes y tan extensas que dejo cachos para otro día y cuando voy a leer, me encuentro que has vuelto a editar), gracias por hacernos llegar esas otras maneras de vivir que savemos que existen, que imaginamos desde nuestro sillón acomodado pero nunca llegamos a saber del todo cómo son. Joder, las fotos del campo de beisbol... en mitad de la selva como quien dice, y no se necesitan fichajes millonarios como Kaka (que con lo que cobra ése se hacen tres campos de beisbol ahí, una escuela, un hospital y si me apuras, una universidad con sus profesores y todo en nómina) para disfrutar echando un partido y dejarse la piel en el campo. Esa foto de los espectadores con sus bicicletas bajo el árbol es para enmarcar.
Un abrazo, porque te lo mereces.

El patio dijo...

Estoy gilipollas... pues no he puesto en mi firma la mierda de verificación de la palabra... qué ataque de risa tengo en este momento. Que nada de upeumse, joer, Elpatio... me parto, en fin, la edad, Julito, la edad...
Y tú habrás dicho: anda, seguidor nuevo...