miércoles, 2 de diciembre de 2009

Sueño 2: Ojos amarillos

No te conozco, pero sé que tienes los ojos amarillos, diría que como los de un gato, pero ni siquiera los gatos sabrían reproducir ese iris. Grandes, oro encerrando las pupilas.

No te he visto más allá de cuando estaba dormido esta noche, y al despertarme te he buscado en una cafetería que no existe. Bajo mi mosquitera y probablemente con esa cara que ponen los niños cuando la maestra les pregunta algo que les suena pero no aciertan a verbalizar, te he buscado en vida, sabiendo que todavía no existes en la mía. Pero vivimos sin espejos y no sabría decir que cara vestía a las seis de la mañana, pero también era la de la ilusión. Ilusión por saber que, por el recuerdo de ojos de sol, sueño en color, e ilusión por saber que se puede soñar con alguien que no conoces, o que no recuerdas, pero que tiene que existir más allá de un sueño sin sentido, porque qué sueño lo tiene, qué vida lo tiene una vez que te he visto teniendo yo los ojos cerrados.

Sé que tienes pecas, el pelo rizado y la piel pálida, cuando yo siempre he dicho que como las morenas, ningunas, pero no pienso renunciar a ti por creer que tengo un gusto preferido, aunque sin haberte tocado es fácil hacerlo y volver a pensar en pieles de miel, pero después de haberte soñado y reconocido como La Mujer, quién sabe si te buscaré, o mejor, si un día me toparé, en TaiPei, en Madrid o en Tegucigalpa, con unos ojos amarillos que me sonarán de algo y no sabría decir de qué, porque me olvido de los sueños con facilidad. Pero olvidar unos ojos que sólo he imaginado se me antoja un crimen imposible.

Pecas en una cara que no tiene más detalles, pelo de color oscuro pero nada más que matizar, y piel blanca como la nieve. Un sol alumbrando la nieve virgen de tu cuerpo, y yo queriendo esquiar, sin saber.

Tienes novio, con la misma cara y la misma camisa que mi excompañero de trabajo Alain, y llegaba a la cafetería donde tú justo me preguntabas "¿qué pasa, que a ti también te pongo?". Balbuceaba yo una respuesta cuando unos brazos te amarraban desde atrás y una voz llena de mentira se disculpaba por no haber podido llegar antes. Y tú ya no me decías nada, pero me mirabas y me hablabas a través de ojos amarillos, diciéndome tantas cosas que para qué intentar escribirlas si ni tu lengua era capaz de articularlas. Los ojos a veces hablan mucho más que las gargantas, y más si el que mira quiere que así sea, porque el querer algo es más poderoso que lo que en verdad es. A punto de ser tu amante me he despertado, cuando ningún amante se da cuenta de lo que hace y ansia no despertar nunca del adulterio deseado.

Llegabas al hospital donde estaba esa cafetería y donde yo trabajaba, cuando no sé ni abrocharme la bata, es lo que tienen los sueños, que vives vidas que nunca probarías. Entrabas en camilla y con una fractura abierta a la altura del tobillo, pero yo no podía mirar la herida sabiendo que bajo las pestañas había maíz dulce. Te curaban mis compañeros mientras yo soñaba en un sueño, soñaba las posibilidades de un mundo a tu lado y soñaba que estaba despierto por fin y mirándote.

Horas después relato lo que me pasó inconsciente en la cama, sesenta veces por minuto, sabiendo que o ahora o nunca. Horas después sigo pensando en que tienes que andar por ahí, mientras yo estoy aquí, en una Granada que no es de España sino de Nicaragua, y tú, vete a saber dónde. Horas después, sesenta veces por minuto, rememoro un sueño que no quiero que se volatilice cuando me despierte mañana. Quién sabe si secuestrarás mis neuronas una noche más, eso espero, pero esperar algo que no existe es tan absurdo como escribirlo.

3 comentarios:

Maktub dijo...

Me gustan los ojos amarillos... y aún más los paréntesis de Cortazar :)

Mamen dijo...

Nunca dejes de soñar...
El mundo está lleno de señales. Cuando los sueños se persiquen, a veces, se cumplen.
Mua!

Andrea dijo...

Madre mía...lleno de vida...qué inquietud...me ha encantado!!