miércoles, 2 de diciembre de 2009

Sueño 1: Vivir entre paréntesis, o una lección más de Cortázar

Me acuerdo de lo que he soñado esta noche. Después de unos días mascullando qué carajo estoy haciendo aquí, para qué me está sirviendo - quien diga que no hace un voluntariado como este sobre todo para sí mismo, se miente o sólo es un snob -, después de esas horas de preguntas sin respuesta he tenido un sueño que suena prosaico, pero lo quiero revelador, aunque aún no sé de qué manera.

Me unía a un equipo de fútbol que viste de rojo (concluyo pues que sueño en color, algo que no tenía muy claro). Cuando llegaba al partido, con tiempo suficiente, me encontraba a Sergio Feria y a un desconocido (que no lo será, simplemente no tiene cara) fumando y haciendo tiempo. Hombre, Sergio, cómo tú por aquí, cuánto tiempo, pues realmente lo hace y nunca le gustó el fútbol. No acertaba a responderme con exactitud su papel en el equipo, pero desde luego no era jugador. Un par de caladas después me iba corriendo a los vestuarios, que soy el nuevo y ya llego tarde, y Sergio se iba con su inseparable mochila hacia el campo, tal vez sea el encargado del marcador o el speaker, ni lo sé ni creo que importe, pero tampoco un sueño como éste debería ser trascendental, y se me antoja tal, sin motivo.

Entraba en los vestuarios, gente sin cara sentada en bancos blancos y atendiendo al entrenador, cualquiera que haya pasado por delante de mí en los últimos días. Siempre que entras en un sitio y hay gente ya allí, se fijan en ti girando la cabeza hacia la puerta, pero no en este caso, así que me sentaba donde encontraba un hueco y no prestaba atención a la charla del director de orquesta, porque prefería dedicarme a fijarme, sin acercarme, en los jugadores, en los compañeros que tendría esa liga. Sólo recuerdo una perilla negra de entre todas las caras de los jugadores, el resto de rasgos físicos no existen más en mi memoria. Me daban una camiseta roja con el cero a la espalda, lo cual me sorprendía, pero tampoco demasiado. Y de repente era consciente de que mi nombre estaba escrito en la pizarra plástica blanca, con rotulador rojo y seis minutos seis segundos tras Julio. Sólo jugaría seis minutos y seis segundos, soy el nuevo y no me he ganado el puesto todavía. Y antes de ponerme la camiseta, me he despertado, totalmente perturbado bajo la mosquitera, y por qué, si el sueño en realidad parece insignificante. Pero no he podido quitármelo de la cabeza en toda la mañana. Soy de los que piensan que los sueños significan algo sólo si quieres que signifiquen algo, y yo estoy en una situación en la que necesito que todo lo que me pasa suponga algo, porque tengo tantas preguntas que busco respuestas aunque sean oníricas. Probablemente esas respuestas no existan a corto plazo, sólo cuando haya dejado de hacer lo que estoy haciendo en Nicaragua me daré cuenta de las cosas.

¿Llevaba un cero a la espalda porque esa es mi contribución aquí, cero? ¿Llegaba de nuevas al equipo como llegué aquí, novato 100%? ¿Estaba Sergio involucrado porque él se fue del trabajo a la par que yo y ambos buscábamos que hacer, aunque en diferentes direcciones, y en el sueño él ya había llegado y yo todavía estaba embarcándome? ¿Sólo prestaba atención a los jugadores y no al entrenador porque me interesan más los voluntarios que los que manejan la ONG? ¿O los jugadores son los prusianos, que no se fijan ya en mí porque soy inútil para su verdadera existencia, no me necesitan ni les asusta el perder su puesto por mi llegada? ¿Jugaba sólo seis minutos y seis segundos porque al fin y al cabo me terminaré yendo de aquí, y qué más dan dos meses que seis minutos para esta gente, si al final los nicas se quedan y yo me voy y mi aportación se reduce a tal vez un gol de última hora, provechoso para este partido pero tal vez totalmente insuficiente para la liga entera? No tengo ni idea, pero hoy por primera vez me he planteado mandarlo todo a tomar por culo porque lo que hago en La Prusia probablemente sirva de tan poco para los prusianos. Luego me he puesto a trabajar, sin dejar de reflexionar, porque no sé cómo detener una reflexión. Poco a poco mi cabeza ha dejado de echar humo negro y he vuelto a pensar que algo estoy haciendo, que es mejor que nada, que algo sacaré en claro de todo esto, aunque todavía no acierto a adivinar qué. Vine aquí, entre otras cosas, para escribir como hacía tiempo, y lo hago, pero de forma compulsiva y para un diario, y no me contenta, no es eso lo que quiero escribir, aunque no sé tampoco que es de verdad lo que quiero contar. Supongo que primero tendré que contármelo a mí. Ale me dijo al despedirse que esperaba que encontrara lo que fuera que estaba buscando, y yo no supe qué responderle, porque es de los pocos que saben que necesito encontrar algo, joder, I need it badly, pero no sé ni por dónde empezar, si es que no he empezado ya, un mes después de aterrizar en plena tormenta tropical. Ni siquiera eso sé, si con un mes ya eres algo o si todavía eres un gringo novato.

Andando hacia la obra con Klara he tenido un momento de lucidez y he pensado que toda esta experiencia es sólo un paréntesis en la frase que es mi vida, paréntesis que ahora sólo está abierto pero que, como todo paréntesis, se terminará cerrando, y mi frase continuará, y la frase de esta gente también, superando mi paréntesis, olvidando si quiera que lo hay.

Pero dice Cortázar que los paréntesis se disimulan como las partes menos importantes de una frase, cuando en realidad el sentido completo de una frase sólo se alcanza con los paréntesis que alberga. Sólo son un signo ortográfico, pero son, e influyen en la gramática del texto. Supongo pues que mi vida alcanzará un significado pleno cuando cierre todos los paréntesis que abra. Sólo me queda suponer eso, porque si no, para qué escribir nada ajeno a la lógica europea de mi vida. Así que ahora estoy escribiendo entre paréntesis, y cuando los cierre, las palabras que continuarán la frase no serán las mismas que escribiría si no hubiera remachado el texto con ese paréntesis dichoso, serán otras, construyendo pues un nuevo discurso, una nueva vida, porque mi vida no seguirá igual que antes tras esta experiencia. Ese es el único fracaso posible, poder remover los paréntesis de la frase y que ésta permanezca inalterada. Así que qué importantes son los paréntesis y qué poco valor le damos, creyéndonos que escribir del tirón, casi sin signos de puntuación, es la manera de vivir, y lo mejor es hacerlo con corchetes, puntos y coma e incluso puntos y aparte.

Para luego seguir escribiendo, siempre, que de eso se trata, de seguir. De una manera o de otra, pero seguir. Entiendo, pues, que no es malo que ahora esté encerrado en los futuros paréntesis, que ahora sólo está el de apertura. Peor sería que no tuviera nada que escribir, con o sin paréntesis, que sólo tecleara una frase corta para vivirla.

Por haber nacido donde he nacido tengo el privilegio de abrir paréntesis. Los cerraré cuando quiera, pero sé que los cerraré. Esta gente no abrirá paréntesis, vivirán vidas en resumen, cuando ni siquiera saben que lo están haciendo, porque ellos no saben escribir, ni falta que les hace, o eso creen y siguen viviendo vidas que no se plantean. Me vine aquí porque no entendía la mía, así que quién sabe si hay respuestas ahí fuera.

Tengo que abrir más paréntesis cuando cierre estos. Porque puedo, y eso no cambiará nunca, por mucho que lo intente, por mucho que pretenda vivir eternamente entre paréntesis, nunca podré obviar que estoy encorsetado en ellos, que la vida que me ha tocado se desarrolla tanto dentro como fuera de ellos, y sobre todo fuera de ellos, porque soy europeo y eso no se borra, aunque quisiera. Y no quiero.

Sigo pensando qué hago aquí y sigo sin saber responderme, pero al menos mi motor cefálico ahora no está falto de carbón, necesita menos, hoy, después de darme cuenta de que no es pernicioso, para mí, siempre para mí, hacer un parón, dibujar una media luna y escribir tras ella. ¿Y para ellos? Para ellos sólo es un paréntesis, y ellos cuando viven y leen, se saltan los paréntesis, porque nada interesante habrá en ellos. Pero yo pienso como Cortázar.

2 comentarios:

Patricia Vera dijo...

Me apunto tu teoría de los paréntesis (o la de Cortázar). Pensaba encontrarme una crónica más de tus días por La Prusia y me encuentro con que dices algo que me resulta muy cercano, aunque estemos tan lejos. A veces la gente se siente igual, aunque las circunstancias sean tan distintas.

Elpatio dijo...

Y qué sería de una frase sin el matiz de un paréntesis, sin esa necesaria incursión en el pensamiento... Y qué sería de la vida sin esos pequeños o grandes paréntesis, sin esas pequeñas o grandes incursiones que nos ayudan a definirnos.
Soy una de las que gusta usar paréntesis y paréntesis cuando escribo, sin ellos mi pensamiento no tendría sentido, es más, no sé escribir sin ellos... Tan necesarios.