miércoles, 30 de mayo de 2018

No nos engañemos

El Tinder. Ese invento. Que tampoco es nada revolucionario. No será por páginas web de contactos o por apps de ligoteo.

Pero el caso es que yo tonteo con el Tinder.

Y allí me topé con mi rival, y tras horas de charlas y risas e interludios prolongados, ayer se lo dije.

- Eres divertida. Eso es todo un piropo, y lo sabes.

Ella, resuelta y espontánea, provocó.

- Es uno de los tres que me dicen, sí.

Mi siguiente dardo se veía venir desde kilómetros.

- ¿Cuáles son los otros dos?
- “Me gustan tus tetas” es uno.
- ¿Molan tus tetas?

Ella se ríe, pero es que la pregunta era obvia.

- Sí, pero ligan más ellas que yo.

En la foto sólo sale su cara, con sonrisa pícara y ojos cansados. Así que mala suerte la mía que no puedo entrar al debate.

- Y el tercer piropo es cuando me dicen “yo, ya, es que contigo es muy fácil”.

No acierto a entender la frase. Y como ya estamos en un juego de sinceridad desnuda, pues lo reconozco, a riesgo de parecer lento de reflejos. Que es un gran riesgo. Ella me dice que lo olvide, y la conversación continúa. Evidentemente, no me olvido. Y al final caigo.

- Creo que ya entendí lo otro. Creo que me despistaba la coma entre "yo" y "ya". Soy así de talibán gramatical. Si he entendido bien, ¿el tercer piropo es que follas increíble?
- Sep.

Responde con un monosílabo, en jerga. Sin darle importancia. Un “es lo que hay” en toda regla.

- Pues eso es un piropazo.
- Sí, pero el de ser divertida es mejor, es de antes del sexo. Esos son los que molan. Además, que yo creo que es raro encontrar a alguien que realmente folle mal. De salir corriendo, a mí sólo me ha pasado una vez.

Y en ese contexto se desarrolla el conocimiento que empezamos a tener el uno de la otra, la otra del uno. Una pantalla, mensajes, emoticonos…

- Oye, ya te lo dejé caer antes, que… yo no sé si estoy empezando algo con un tío. Entiendo que lo debes saber. Pero no quita que me caigas muy bien, claro.

Esto es Tinder, no un club social. Lo pienso, pero no lo digo. O sí.

- Y yo entiendo que deberías saber que si te considero divertida, si me haces reír y me lo paso muy bien hablando contigo, lo más probable es que me vayas a gustar. Y me hablas de tus tetas y de lo estupenda que eres como amante. Y esto es Tinder, no nos engañemos. ¿Por qué sigues dada de alta en Tinder?
- ¿Sigo en Tinder?

Cara de subnormal que precede al momento de lucidez. Esta conversación empezó hace un mes en Tinder, pasó a Whatsapp, cayó en el olvido, la recuperé ayer. Y en ese intervalo la vida, como en Parque Jurásico, se ha abierto camino. Menudo velociráptor estoy hecho.

- Coño, que estamos en Whatsapp, madre mía. Ya, ya, entiendo, entiendo…

Ella se ríe con jotas y aes y yo me la imagino negando con la cabeza y mordiéndose el labio inferior. Me gusta la imagen.

- Pues, así como curiosidad antropológica, ¿tiene sentido quedar con alguien que conoces en Tinder, que es algo que tiene su función en esta vida, intuyendo que te gusta, sabiendo que no va a pasar nada? O sea, creo que sería la primera vez que quedaría con alguien “sólo para conocer gente”, como ponen algunas ilusas en sus perfiles.
- Pues no lo sé. Tú sabrás. A mí me caes bien, no sé qué tengo con este tío y por lo tanto no me quiero liar la cabeza.
- Haz una cosa. Escríbeme cosas que no me escribirías. Dime cosas que no son tu rollo. Actúa como si fueras otra tipa. Así lo mismo no me gustas.

Me releo. Me sonrío. Me lo apunto.

- Eres un zalamero. Lo que pasa es que no eres el primero que me he encontrado. Si lo fueras, ya te habría dejado pasar hasta la cocina.

Me gana. Me puede. Me encanta. Me callo. Ella, no.

- Bueno, entonces ¿quedamos mañana?
- Hablamos cuando amanezcamos ¿te parece? Así puedo sopesar si realmente puedo quedar contigo y refrenarme.
- ¿Ves? Sólo quieres echar un polvo.
- No. Si sólo quisiera echar un polvo no estaría hablando contigo todavía. Sólo digo que me da en la nariz que molas bastante, chica.
- Es que eso es un hecho.
- ¿Hablamos mañana, va?
- Chachi.

Se despide con un chachi y yo me quedo mirando la pantalla y ampliando su foto para ver si encuentro algo, por favor, que no me llame la atención. Fracaso absoluto.

Y así, hoy, sabiendo que esta es una mala idea, espero a la salida del metro, buscándola en cada cuerpo que emerge de las profundidades de esta jodida ciudad en la que cada vez que me quiero encontrar salgo más perdido. Menudo mareo. Pero estoy pensando en sus tetas. Mierda.

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