sábado, 14 de julio de 2018

Como mañana no haya nada

- Os juro que estoy por irme y quemar algo -, gruñó Julián mientras agitaba el cubilete.

Sacó un cinco y vació su círculo verde de fichas. Formó una barrera que bloqueó el avance de la ficha de Keko.

Carmelo se levantó a la nevera, con el mono a medio poner, las mangas atadas a la cintura. Bostezó largo y sacó el zumo. Bebió directamente del tetrabrik hasta vaciarlo. Lo estrujó y lo tiró a la basura.

- Joder, Carmelo. A la otra -, corrigió Rubén, sin levantar la vista del tablero.

Carmelo se encogió de hombros, recuperó el tetrabrik y lo echó a la papelera de envases.

- Tira, coño, que nos dan las uvas –. Keko parecía que siempre tenía algo urgente que hacer.

Rubén le miró con los ojos entrecerrados, sonrió, y siguió meneando su cubilete rojo. Keko chistó, Julián se reclinó en la silla y Carmelo recuperó su sitio. Finalmente, Rubén liberó el dado. Un tres. Repasó rápido la posición de sus fichas y movió la única que podía poner a salvo.

Juancho entró, miró a los jugadores y chasqueó la lengua.

- ¿Dónde está Tomi? -, inquirió, a nadie en particular.
- En el baño -, respondió Carmelo –, lavándose las zapatillas. Como siempre. Le van a oler a queroseno hasta el día del juicio final.

Juancho negó con la cabeza. Echó un vistazo al reloj y se rascó la cabeza.

Keko tiró con fuerza el dado. Un dos. Decidió abrir una barrera. En realidad, era lo único que podía hacer.

- Sácanos a dar una vuelta, Juancho, joder -, suplicó sin ganas Julián.

Juancho le miró con el mismo interés con el que se mira el tráfico antes de que el semáforo se ponga en verde. Tomi emergió del baño con las zapatillas en la mano.

- Tomi, hostia, que lo mismo llueve esta noche. Vamos, que has dejado las puertas abiertas. Y dale de comer a Manolita.

Carmelo negó con la cabeza sonriendo mientras miraba a Tomi, que abrió mucho los ojos mientras Juancho salía.

- Tomi, Tomi… -, se burló Carmelo, con la vista fija en el tablero y calculando qué le venía mejor sacar con el dado.
- Ja, ja -, Tomi falseó una risa, sin ganas, calzándose las zapatillas –. Puto queroseno, no hay manera de quitar el olor.

- Como llueva esta noche ya sí que me cago en Dios. Verano de riesgo, decían -, se quejó Julián.

Tomi salió tras Juancho y Carmelo hizo rodar el dado. Un seis. Sonrió, le comió ficha a Julián. Contó veinte y metió una ficha en la recta final. Volvió a tirar, pero ese uno no le solucionaba ni proponía nada. Movió la ficha más rezagada. Julián se revolvió el pelo mientras contemplaba su desgracia, como un general que desde la loma ve como ya no hay nada que hacer, cae su infantería y el enemigo avanza sin remedio. Tiró el dado y atinó con un cinco. Sacó de nuevo la ficha recién derrotada.

- Como mañana no haya nada, salgo y quemo el puto monte –, repitió, estirando los brazos y echando la cabeza hacia atrás.

Carmelo le miró y resopló. Sonó el móvil de Rubén y antes de descolgar, salió fuera.

- ¡Que es tu turno, hostia! -, se quejó Keko, sin que Rubén se inmutara en su avance –. Este chaval, es capaz de dejarnos aquí diez minutos mientras la novia le dice lo mucho que le quiere. ¡Dile que yo también la quiero!

Julián suspiró. Carmelo miró su móvil y le guiñó un ojo a Keko.

- ¡Bea, vámonos! -, gritó.
- ¡Calla, coño! -, ordenó Bea desde el despacho de la emisora.

Keko se rio y Carmelo se repantingó en la silla.

- Ya verás como nos tiene aquí hasta y 31.
- Como debe ser.
- Como debe ser.

Rubén entró de nuevo y tras él, Tomi.

- ¿Me toca? -, preguntó Rubén, vestido de apatía.
- Tu novia sí que te toca, copón. Tira, hostia, que nos vamos en nada -, resopló Keko.
- ¿Es que tienes prisa? -, retó Rubén mientras se sentaba.

Antes de que pudiera contestar, se oyó el crepitar mecánico de la emisora. Todos prestaron atención, esperando la respuesta de Bea.

- Base Bravo 7 a Salamanca. Terminamos jornada y cerramos base. Hasta mañana.

Carmelo aplaudió, Keko se quedó mirando el tablero, sabiendo que no iba a ganar, otra vez, este estaba claro que no era su juego, Rubén soltó el cubilete y Julián se ajustó las gafas. Tomi se apoyó en una silla, dobló la rodilla y se acercó el pie derecho a la nariz todo lo que pudo. Inspiró y agitó la cabeza.

- Si mañana llego tarde es porque le estoy prendiendo fuego al monte -, soltó Julián una vez más.

- Mira el chaval, que quiere acción. Folla más, que esa acción la necesitas también. Venga, que la primera ronda va a mi cuenta, muertos de hambre-, dijo Juancho asomado a la puerta –. Para lo que te pagan, además, qué coño te importa.

Carmelo se rio, Keko metió prisa a Rubén mientras recogía el tablero y las fichas, Juanjo estrujó los labios y en fila fueron saliendo de la base. Mientras Carmelo se liaba un cigarro, Bea apagaba la emisora, recogía sus cosas y se olvidaba de apagar también las luces. Tomi se apoyó en la pared mirándose las zapatillas.

-  ¿Nos vamos a Tito? -, preguntó.

Nadie respondió, no hacía falta.

- ¿Viene Bea? -, volvió a preguntar.

Carmelo le dio una palmada en la espalda, Rubén no le oyó, perdido en su móvil, Keko recogió su tupper y Julián pegó una patada a una piedra.

- Tranquilo, Tomi, que viene, para que sigas sin atreverte a decirle nada. A ver si le echas huevos de una vez, que como mecánico vales, pero tienes cara de follar menos que Manolita. Por cierto, ¿le has dado de comer a la cabra? -, le soltó de corrido Juancho.

Tomi le clavó pupila y cambió el gesto en cuanto la coleta de Bea salió de la base.

Cerraron y se fueron a Tito a tomarse las cervezas que no se habían ganado, porque aquel verano Base Bravo 7 aún no había hecho ninguna salida y toda la acción se había reducido a los partidos del Mundial, a batallas de parchís, a desbrozar el helipuerto y hacer comidas copiosas los sábados. Y Juancho seguía sin sacarles en helicóptero, obediente a la ordenanza de ahorrar combustible, ese que se le había derramado a Tomi hacía ya cuatro días.

A la mañana siguiente, el primero en llegar fue Julián, con resaca y la boca seca. Miró al monte, no vio humo.

- Os juro que estoy por subir y quemar algo, - dijo el peón de retenes, a nadie.

A los tres minutos, Bea abría la base, encendía la emisora.

- Base Bravo 7 a Salamanca, - saludó.
- Salamanca a Base Bravo 7. Adelante.
- Abrimos base. Sin novedad.

Keko desplegó el tablero y ordenó las fichas mientras Julián se imaginaba una columna de humo en el monte y el pitido de la chicharra. Rubén mandó un Whatsapp pícaro, Carmelo rellenó el parte de inicio de jornada, Tomi le dio de desayunar a Manolita, Bea apuntaba datos de humedad, temperatura y viento y Juancho preparaba café.

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