viernes, 26 de marzo de 2010

Five months later

Es raro volver, pero sigue siendo Madrid. Más extraño es comprobar que en 24 horas me he adaptado, que parece que ya soy perro viejo para esta ciudad, y ya no me va a sorprender. Ayer, sin haber cumplido un día en mi ciudad, cogí el coche para ir a llamar a algunas puertas y ver las caras de los sorprendidos, pues mi vuelta sólo la conocían dos. En el coche, en el semáforo, volvía a acelerar de los primeros, volvía a apuntarme a esa carrera absurda con los taxistas. Y de repente era consciente, y en mi cabeza retumbaba el al suave, mae, al suave. Sin querer me estaba dejando engullir por esta que es mi ciudad pero que no me gusta tanto.

He estado visitando amigos, que me abrían la puerta esperando un cartero comercial. He tenido charlas trascendentales con ellos, tomándonos unas cervezas con más cuerpo que las centroamericanas. El misterio de la vida y la felicidad son temas comunes ahora en mis conversaciones, la satisfacción, el descubrimiento, el modelo de vida... hablábamos como si estuviéramos en un ágora griega.

Me preguntan ¿qué tal te ha ido? y no sé qué responder, porque cómo se resumen cinco meses. Les digo que bien, que muy bien, que ha sido probablemente la experiencia de mi vida, pero no consigo hacerles entender lo que eso significa. Este viaje me ha respondido a muchas de mis preguntas, pero hay respuestas que no me gustan. Sigo siendo como Sara, que prefiere la promesa del futuro al presente que vivimos. Y esa probablemente sea la mayor de las diferencias que tenemos con los nicas a los que dejé atrás: ellos no tienen promesas en que creer, sólo les queda disfrutar lo que tienen delante, porque mañana queda lejos.

No sé, es todo extraño, pero lo que más me perturba es que en realidad no lo es. Lo que más me descoloca es que veo tremendamente fácil volver a una rutina de capital, de gran ciudad, de corre para llegar, de pisa para que no te pisen, de taxis con taxímetro y buses con paradas programadas, de maquinitas que funcionan y funcionarios maquinitas, de vivir sin vivir demasiado. Me está resultando más fácil, y lo fácil no me gusta. Ya no.

Me preguntan si voy a volverme a ir, y la verdad es que creo que sí, pero quién sabe, mae. Lo que me ofrece Madrid ya lo conozco. Lo que se me despliega ahí fuera, lejos de las fronteras, sólo lo conozco lo mínimo, y el desconocimiento es lo que me atrae. Tengo plata para seguir viajando, pero ahora sólo busco quedarme en donde dicen que están mis raíces y comprobar por fin si es aquí donde me quiero quedar o si es de aquí de donde quiero salir corriendo.

Hoy ya no me he despertado desubicado en esta cama mullida, de colchón caro y almohada dura. He abierto los ojos sabiendo dónde estaba, lo que iba a ver, qué paredes son esas y el desorden reinante, qué hacer, qué esperar. La mañana anterior me llevó unos segundos reconocer mi habitación, explicarme dónde amanecía esta vez. Hoy he ido al baño y he sabido qué hacer con el papel higiénico usado. Ayer me quedé buscando una papelera en el que botarlo, allí sentado en el inodoro, riéndome de mí mismo al acordarme de que en España las cañerías sí soportan el papel higiénico. Lo mismo cuando coja el primer taxi, tal vez esta noche borracho, intente pactar con el conductor el precio del viaje antes de iniciarlo. Pero seguro que al segundo viaje que haga ya sabré que aquí se funciona con taxímetro.

Sólo me está llevando unos minutos, un primer intento, el desenvolverme de nuevo en esta ciudad caníbal. Y me acuerdo de lo que dejé a 11.000 kilómetros, y sin querer estoy entrando en orbitz.com en busca de billetes baratos para después del verano. Me tengo que dar un tiempo aquí, que se me aposente lo que rumio, pero se me antoja complicado que me enamore de esta ciudad. Aunque sea mi ciudad, que no se dio cuenta de que me fui y a la que yo no eché de menos, y creo que empiezo a echar de más. Tengo que darme tiempo, lo sé, pero la concepción del tiempo varía dependiendo de tu posición en el globo. En otras latitudes, cinco meses, lo que estuve al otro lado del Atlántico, es mucho tiempo. En estas, cinco meses pasan volando, no es ni medio año, es una vuelta de liga, es un poco más que un cuatrimestre universitario, es un tiempo en el que no ha pasado nada. Y a mí me ha pasado de todo, tan lejos de aquí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece imposible que sea tan facil, y no mola! y ahora que?

Un beso,
Sandra.

Maktub dijo...

Creo que podría escribir un post con el mismo título. Dices que aquí no ha pasado nada y no puedo estar mas en desacuerdo porque ya ves... sin moverme de madrid estos cinco meses han sido un mundo para mí. Un mundo con otro color, donde el gris del asfalto y los edificios hasta tenía luz... No he viajado a 11.000 km y sin embargo, cada día era una aventura nueva. Y digo era... porque todo eso fue durante los últimos cinco meses y ahora la ciudad vuelve a ser gris y yo necesito manos que me sujeten y que me den calor, como la tuya, así que... no me puedo alegrar más de tu vuelta. Llámame egoísta, lo soy :)