miércoles, 29 de abril de 2015

Justo antes del futuro

Los títulos de crédito del principio. El olor de un guiso. Poner sábanas limpias. Descorrer los cerrojos de la casa del pueblo. Las miradas que cruzáis previas a por fin atreveros a deciros algo. Quitarte las zapatillas al llegar a casa. Los segundos de silencio antes de que empiece una canción. La primera copa de una noche de verano. El pestañeo que anuncia un despertar. El papel de regalo que envuelve un presente, o recuerda un pasado, o augura un futuro. La cafetera silbando. La página en blanco que precede a tantas frases impresas. Hacer uso del calzador en una zapatería. El despegue del avión. Quitar el plástico que evita que se seque el tabaco. Los maullidos desgarradores de una gata que va a parir. El anuncio de la próxima parada, la tuya. Un amanecer en una tienda de campaña. Un mensaje de texto de un número olvidado. Un instrumento terminando de afinarse. Plantar un esqueje. Andar hacia el mar y que el agua te envuelva los tobillos. La antesala a una exposición. Las cartas de la primera mano. Soltar amarras. El sonido del obturador. Renovar el pasaporte porque lo necesitas. Los primeros tecleos de un cuento. Regular el agua de la ducha. La estrella que se deja ver cuando aún no es de noche. Bajarse del taxi y ver, en su casa, la luz encendida y las cortinas que se mueven. El pitido de inicio en el partido inaugural de un mundial. Apuntar su teléfono. El tintineo del colgador a la puerta de una peluquería. Una prueba de embarazo cuyo resultado sorprende y os hace soñar. Unir las dos primeras piezas de un puzzle de mil. Terminar la cola en un cine. El baile de bodas. El probador de una tienda de ropa. Dejar que el frutero elija la mejor pieza. Un sobre en tu buzón, con tu nombre garabateado a boli y sellos de otro país. Sentarse a la mesa reservada. Llenar el depósito antes de iniciar el viaje. Bajarle los calzoncillos, que desencadene tu sujetador. Pensar una dedicatoria. Las gafas de sol en abril. Liarse un cigarro mientras esperas. El último semáforo en ámbar. El olor a sal cuando quedan cincuenta kilómetros para la costa. Ver la roca donde te vas a sentar cuando des esos últimos pasos hasta la cima. Acariciar su mano y que sus dedos respondan afirmativamente. Ensillar al caballo. Desplegar las fichas en un tablero todavía vacío. Separar las bocas y veros por primera vez tan de cerca.

Promesas.

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