domingo, 22 de mayo de 2011

El ruido del silencio

[MÁS DEL MOVIMIENTO 15-M, TOMA LA PLAZA. 20 Y 21 DE MAYO DE 2011]

Éramos anónimos, éramos legión, y enmudecimos. Levantamos las manos, las agitamos con giros de muñeca, y el silencio acompañó las campanadas de la Puerta del Sol. Nos mirábamos, emocionados, pero emocionados de verdad, un nudo en la garganta, los ojos empañados, comprobando lo mucho que suena el silencio, cerciorándonos una vez más de lo que somos capaces. Lo increíble se hacía tangible, y todo gracias a una medida fórmula de civismo, indignación, conciencia y respeto, bien agitado en un recipiente de espontánea organización, caldeado a fuego lento durante mucho tiempo, demasiado, dando como resultado la mayor protesta cívica del siglo.

Y luego gritamos, entusiasmados, sonriendo, sabiéndonos un gigante de un millón de piernas, mucho más grande que cualquier político que ha pisado este país en las últimas décadas. Un grito que era algarabía, un estallido pacífico que debería derrumbar cualquier muro, una brutal demostración de lo que es capaz un pueblo hastiado, pero no vapuleado. No han podido con nosotros, y nosotros vemos que podemos con ellos, que somos mejores, infinitamente mejores que esos ególatras bastardos que dicen representar a la mayoría. La mayoría estaba en Sol, en las plazas del Ayuntamiento de Barcelona, Valencia, Coruña, Sevilla. Frente a las embajadas del mundo entero. Siendo protagonistas de los teleobjetivos de tantos países que la cobertura mediática por el Mundial de Fútbol queda en cosa de niños. No somos campeones del mundo, somos el mundo.

El sábado llegué a Sol temprano, un día más, con una sonrisa tan grande que se me deformaba la cara. Pasé la mañana en Arte, inventando eslóganes, decorando pancartas, creando frases idealistas, reformulando el significado de utopía. Me manché de pintura, pedí cinta para colgar carteles, hablé con otros artistas improvisados, comentamos la próxima oración, corta, positiva, siempre positiva, y con tanto significado, reí con desconocidos que de repente no lo eran, todos allí éramos lo mismo, informé a curiosos que querían ser algo más, señalé disfraces y comenté anécdotas, participé y me enorgullecí de estar allí, de formar parte de la cosa más bonita que he visto en mucho tiempo. Sólo el amor y el 15-M pueden rivalizar en el sentimiento más lindo del planeta. Ellos se llaman políticos. Nosotros somos política. Dicen que somos antisistema. Si lo fuéramos, no estaríamos ahí, no nos tendrían tanto miedo.

Por megafonía anunciaron que el huerto estaba funcionando. Pidieron generadores, routers wifi, soldadores eléctricos, voluntarios para Acción o Respeto, anunciaron la próxima asamblea, recordaron la importancia de beber agua y zumos, porque el sol pegaba fuerte en Sol, y cada logro era aplaudido y vitoreado como si acabásemos de inventar el mundo. Y lo hemos reinventado.

Periodistas de El País o de El Mundo terminan de trabajar en su redacción y se van a Sol, a Comunicación, a hacer lo que mejor saben, por amor al arte, por nosotros y por ellos mismos. Médicos que exprimen su jornada en el hospital y llegan a Sol para gestionar Enfermería y Botiquín. Abogados que prefieren cobrar cero y representarnos por lo que pueda pasar. Bomberos que hacen sonar su sirena cada vez que pasan por los aledaños de la plaza. Policías que están allí porque se lo ordenan pero nos miran con una extraña expresión de comprensión y simpatía. Pintores, músicos y escritores que ofrecen su arte al mejor postor, que es Sol, que paga cero. Chavales que recorren la plaza con carritos cargados con bidones de agua y la ofrecen en vasitos, con una sonrisa y tanta educación que dan ganas de hacer de ellos tu héroe personal. Jóvenes con bolsas de basura que se pasean gritando "Comisión de Limpieza... ¡Revolucionaria!" y se encargan de dejar la plaza que ya les gustaría a los del Selur, y en menos tiempo, con mucha más colaboración por parte de los que hacemos lo que sea por no ensuciar lo que es la Puerta al Sol, ya no del Sol. Porque queremos el Sol, y lo tocamos por fin. Gente que regala abrazos, que lleva a su hijo a hombros y éste, a su vez, porta una pancarta escrita por él mismo que dice "Estoy indignado" o "Quiero un futuro". Personas mayores que se para a hablar contigo, que se reconoce más emocionado que tú, que se aleja regalándote un "enhorabuena" que te deja patidifuso, confundido, hinchado como un globo.

A lo largo de estos días me encontraba con colegas, conocidos, amigos. Nos fundíamos en un abrazo, probablemente no por la ilusión de vernos, sino porque la felicidad sólo es tal si es compartida. Y en Sol, y en todas partes donde se ha propagado esta maravilla de protesta, todo es compartido, desde los pinceles hasta las sonrisas.

Escribimos Historia. Redibujamos fronteras, "en nuestro imperio no se pone el Sol". Pero eso es otra historia. Yo sólo soy parte de esa gente que se levantó una mañana y dijo "hasta aquí". Y ahí seguimos, y lo que haga falta.

Ayer estaba indignado. Hoy estoy orgulloso. Votemos.

2 comentarios:

Mixha Zizek dijo...

Solidaridad contigo en tu lucha, besos

Anónimo dijo...

Increiblemente bien descrito Señor!

Un besazo! Llevo yendo a sol desde el domingo pasado, y lo que queda!

Anangeliam