jueves, 17 de agosto de 2017

T’estimo tant, Barcelona. Te quiero tanto, yaya.

Fui testigo del 11S con mi abuela. No entendía nada, sentada en su butaca, inclinada hacia la tele, que vomitaba imágenes inolvidables. Hoy me acuerdo tanto de ella. Yo tampoco entiendo nada ya, yaya. Hoy me alegro de que no estés por aquí, luchando contra el sinsentido.

Me mirabas y me preguntabas “pero ¿qué ha pasado?”. Y yo, que tenía 19 años, te explicaba, como si supiese, qué osada es la inocencia. Pero te daba igual. Solo veías llamas y muerte. Tú, que viviste una guerra y confiabas en no ser testigo nunca más del absurdo humano. Yo te contaba y tú solo acertabas a volver a preguntar, lúcida, porque no hay razón para la sinrazón, ninguna lógica explica el miedo. Y mientras me dejo llevar y lloro, me veo como tú hace no tanto. Pero ¿qué ha pasado? ¿Por qué? ¿Para qué? No hay respuestas al horror, a los recuerdos que te trae Barcelona. Neus es Barcelona. Quise tanto a Neus como se puede querer a alguien. O más, pues quién conoce los límites del amor.  Hoy me confirma que está bien en un mensaje de texto rápido y en el que intuyo balbuceos. Que no le ha pillado en su ciudad este sinDios. Porque es su ciudad. Y la mía, aunque nací tan lejos. Y la tuya.

Lo contrario al amor no es el odio. Es el miedo. Y yo hoy t’estimo como nunca. Como siempre. Me he dejado la suela de los zapatos en las Ramblas. En el barrio Gótico. En la Barceloneta. En tus rincones y parques. Y en un arrebato pienso en coger el coche, cualquier coche, e irme a Barcelona. Para nada. Para todo.

Para estar. Para quererte.

No puedo encender la tele. No quiero ver más ni oír más. Ciego y torpe me lanzo a escribir en un intento de dejar de llorar. Por supuesto, no funciona. Así que me venzo, me dejo llorar y entre la nebulosa tecleo con rabia. Torturo el teclado a base de latidos, como queriendo que pase pronto. Como si el punto y final fuera el despertar de una pesadilla.

Punto y aparte.

Yaya, te echo de menos.

Neus, te echo de menos.

Barcelona, te echo de menos.

Amor… te echo de menos.

No odio. No temo. Me repito. No odio. No temo. Me lo quiero tatuar. No odio. No temo. Me tengo que convencer. Me lo propongo. Arriba, Barcelona. Arriba, coño. Más alto que nunca. Y que la sangre en las aceras sea la que mueve nuestro oxígeno, la que palpita en tu corazón mientras buscas, como mi abuela, entender. Porque sabes. Pero no entiendes. Pero ama, por favor. Ama sin tregua. Es a lo único a lo que no hay que dar tregua. Basta de hacer el corazón con las manos, juntando las yemas de los índices y pulgares. Ama de verdad. Sé valiente, ama, coño. Es lo que somos. No te lo niegues, que eres la única persona que en realidad puede hacerlo.

Yaya… ¿qué ha pasado?

No hay comentarios: