jueves, 8 de enero de 2009

Locuras como...

Y Alex se despertaba otra vez en su cueva. Se despertaba estirándose en su lecho de paja y sin encontrar obstáculo para la completa expansión de sus delgados y venosos miembros. El píe izquierdo llegaba al final de la paja y su uña raspaba la pared fría. El píe derecho quedaba colgando en el vacío, mientras sus brazos no agarraban nada. Así Alex, una vez más, se descubría solo sin necesidad de abrir sus ojos amarillos.
Pero el cabrón sonreía, como siempre. Porqué sonríes, si estás solo, le preguntaban todas aquellas voces que en realidad no oía. Porque puedo, era lo que no respondía Alex.

Pero estaba solo. Y aunque podía sonreír, no quería estar solo, no engañaba ni a unos fantasmas que él creaba y en los que no creía. No lamento estar solo, lamento estarlo ahora, se reconocía al final el huesudo y aún sonriente Alex.
Tirado en su catre dibujaba sonidos en un papel y escribía cosas como "La última vez que maté un conejo, terminé vomitándolo, con lo que me gustó cazarlo". Luego tiraba las hojas llenas de semejantes idioteces escalofriantes a una hoguera que nunca encendía.

Eso, todos los días.

Alex llegó a pesar 35 kilos y no comió más que pescado crudo en su comedor de cien metros cuadrados con vistas al Pacífico, bien cobijado en su castillo de Santiago de Chile, heredado de una familia que menguó hasta la extinción. Nunca durmió en una cueva y no sonreía desde hacía tanto que la boca se le había quedado reducida a un botón por el que silbaba canciones que no conoce nadie y por el que dictaba órdenes que todos cumplían menos él.
Alex quiso creerse un mísero desgraciado y terminó siéndolo, pensando en lo que había perdido aquella vez, y añorándolo tanto que el recuerdo había deformado una realidad tan común como los ojos marrones: cuando amó sin reservas y una horda de negativas terminaron por convertirlo en el viejo que ya no se arrepiente de nada, pero que nunca volvió a esperar nada. Obcecado en la hecatombe sólo supo gustarse en la derrota y ser mártir para si mismo.
Lógicamente, tampoco ella fue a su entierro.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me siento feliz de haber podido leerte antes de irme a dormir... nose porque pensé que escribirías y acerté. No me cansaré de decirte que eres bueno ;) y que espero que escribas más amenudo. Lo esperaré con ganas... besos july!
Sandra

Germán Huici dijo...

Mola. Estamos oscuros ultimamente...

Anónimo dijo...

Tétrico. Escalofriante. Terriblemente amargo. Inquietante...