martes, 13 de enero de 2009

Bea

Nunca había estado con un hombre. Eso por delante. Pero que no quería follar con él, ahora, en la puta acera si hiciera falta, amigo, eso ya no estaba tan claro.
De momento bailar como habían bailado y besarse como se habían besado, dejando a la lujuria al lado de niñería en el diccionario, ya era un hecho. Y lo había disfrutado. Y ahí es cuando las luces rojas de su cabeza, que no se sabe para que están, si para iluminar o cegar, se encendieron como locas, parpadeando como doscientos aviones pasando tan lejos sobre ti. Y no las había hecho el más mínimo caso. Estaba extrañamente tranquilo andando sin decir nada y cogido de la mano de un hombre.
No se había drogado aquella noche, y los cubatas que se había bebido no eran suficientes como para servir de excusa. Tampoco le acababa de conocer. Sabía como se llamaba él, a qué se dedicaba, su edad y gustos y sentido del humor, y su condición sexual. Y todo eso lo conocía desde hace años. Pero sólo hoy su radical heterosexualidad se tambaleaba, simplemente haciéndose notar, cuando antes siempre se la encontraba repantigada en un sofá en su esquina del cerebro o tumbada sobre los cojones.
Sólo hoy se planteaba la existencia del deseo hacia un hombre, con su polla y su voz y su nuez. Sin tetas que acariciar, sin coño que admirar, sin gemidos femeninos. Él le atraía, ahora, aquí, y no podía negárselo. Ni siquiera se había permitido un paso atrás, una idea furtiva que le disuadiera. Joder, le apetecía tanto como follarse a Marta. Con Marta todavía no había pasado de un juego de sobra conocido, lleno de mensajes por móvil y ventanas en Internet con todo tipo de dobles sentidos y demás alevosías tan permitidas como provocadas. Pero con él no había hecho falta ni reconocerse gay. De repente mirarle y desnudarle eran lo mismo, todos sus poros imploraban auxilio imaginando cosas que antes sólo había visto en la peli porno equivocada. Y sin poder recordar como, o sin querer hacerlo, también de repente se estaban lamiendo las lenguas y palpando el sexo ajeno en medio de una pista de baile.

Y ahora que anda con él hacia su casa a follar durante, eso espera, toda la noche, se acuerda sin saber porqué de su primera novia, Bea. Sólo de ella. El resto de mujeres ante las que se he quitado los calzoncillos no se le aparecen inoportunas.

Y ahora, que ya no entiende nada y tan a gusto, sube a una cama desconocida con una sonrisa y una erección descomunal sabiendo que no hay ninguna mujer esperándole. Sólo un hombre a su lado con la misma erección y la misma sonrisa y una nueva e inesperada muesca en su pistola.

2 comentarios:

Germán Huici dijo...

Qué pasa Señor. Me encantó tu comentario. Eso sí, espero algo a cambio de leerte, claro que espero algo a cambio, que me cuentes cosas y me entretengas, y cumples, al menos con esto, siempre.
Léete algo sobre Lacan si no lo has hecho ya, es lioso pero tiene mucha miga y teoriza sobre el deseo con mucha lucidez, es posible que te mole.
Saludos!

Anónimo dijo...

Perdona? :)
A qué sabe el 09? a qué huelen las cosas que no huelen? porque todo tiene un olor... y tu muchas cosas que explicarme...
Y no me estoy asustando, tranquilo! :)
Me encantó este post.