jueves, 2 de octubre de 2008

Sin asunto

Lo siento, tía. Soy gilipollas. Soy un niño que se cree demasiadas cosas y comprende muy pocas.
Acabo de hablar con A. y estoy llorando y escribíéndote... ¡a ti! Qué sin sentido.
No puedo tenerte un poquito el viernes. Así no. Me cago en todo. No me conozco, y tú me conoces menos.

Se me ha cruzado una chica de la que parece que debo olvidarme y no puedo, no quiero, y pienso que no debo. Hacía tanto tiempo... y me consume la rabia y quiero tirar abajo mi casa y arrancarme los dedos y no escribir más pensándola. Pensándola, coño, me paso el día pensándola, mirando el móvil esperando encontrarme un motivo para sonreir como sólo sonrien los tontos, escrutando el messenger para verla siempre en gris, y cuando me llama por fin, después de una semana, no sé qué decirle. Ya ves. Así que espero que sea ella la que me diga, al fin y al cabo está claro mi deseo: verla, ya, mañana, muy tarde. Y ella me dice que eso también es lo que ella quiere, pero que no puede, que se va a volver más loca, que lo ha pasado muy mal esta semana y que todo debe ser otra vez de colores para actuar, y yo le digo que tal vez lo suyo sea que no me llame más y que yo no la escriba más, y entonces me doy cuenta de que no, que eso tampoco, coño, que me la suda todo, que yo lo único que quiero es volver a mirarle a los ojos mientras se corre y entender que eso es un fin donde los haya, pero no puedo tenerlo, y me hierve la sangre y escupo lágrimas que ahogan quejidos. De repente siento una tremenda tristeza. Lo que pudo ser, lo que podría ser... y tenemos que echar el freno de mano porque el mundo es cuadrado y no nos hemos dado cuenta queriendo darle la vuelta y hemos llegado al borde.

Así que no quiero negarme las ganas de mirarme muy dentro y de llorar, coño, al final soy un puto llorón.
Qué coño hago escribiéndote, tía. ¿O me estoy escribiendo a mí?

Quiero echarte un polvo y descojonarme contigo. Pero así no. Tengo la cabeza a más de 400 kilómetros al sur, y follarte debería concentrar todos los puntos cardinales. Asiente con la cabeza, porque sabes que es así...

Lo siento, J. No soy nadie para venderte la moto y decirte vente a mi casa y te tengo muchas ganas y luego contarte semejante película. Pero después de habértela contado, de encenderme otro cigarro, ya no lloro.

Soy imbécil. Casi sin querer he provocado contigo una situación que me gusta y me divierte, y ahora descubro que las cortinas de humo se deshacen con un soplido liviano, aunque venga de tan lejos. Y me jode infinito. Niégame la posibilidad de seducirte cuando el suelo se esté quieto de una puta vez y chasquearé la lengua y maldeciré haber hollado este cruce de caminos, pero lo entenderé. Para qué dar una segunda oportunidad cuando el que provocó la primera se retira malherido sin que le hayan disparado. El orgullo y el tiempo que pasa sin que pase nada son armas poderosas. Mándame a la mierda, que es lo suyo, y mófate de mí con un "tú te lo pierdes, chulo".
Es lo suyo... y yo agacharé la cabeza, seguiré pensando en A. hasta que no recuerde su cara, y seguiré queriendo follarte como nos merecemos.

Un besazo, un tercer lo siento, y un "soy lo peor" dicho en bajito y con sonrisa de niño bueno. Luego te lo susurro...

Julius Desperate, levantándome.

3 comentarios:

Memphis dijo...

el amor es tan dulce,
el deseo tan amargo.
Temblar entre las sábanas, todo un lujo

Germán Huici dijo...

Joder, es la primera vez que te leo. Eso que has escrito está muy bien, realmente así funciona el deseo, es una de sus vías al menos. "El orgullo y el tiempo que pasa sin que pase nada son armas poderosas", me gusta muchísimo eso, es de esas frases que me hacen pensar: "mierda, me encantaría que eso se me hubiese ocurrido a mí". De verdad, muy bueno.
Saludos.

Germán Huici dijo...

La verdad es que me ha recordado a tantas cosas que voy a colgar esto también:

Los celos son un río de agua amarga de ceniza
te añoro tanto que quema,
que duelen los ojos y lo que hay adentro de las costillas.

La obsesión de tu cintura, de tu voz y de tu risa;
la obsesión no es amor,
no puede serlo.

La obsesión se entierra en un féretro de conchas negras.
Y ya no sé si es tu voz o la voz de una idea
la que araña encerrada por dentro.
Y ya no sé donde escapar o por qué robar los cielos.
Sólo te hecho de menos,
como un telón de terciopelo rojo.

Me quitas las ganas y me dejas el deseo amordazado del sueño de tu vientre.
Perdido en un cuarto oscuro sin paredes
pero no yo, si no yo de niño.
Que a veces es más yo y a veces menos.
Que te amo con la fuerza de la falta de sentido de todos los poemas.
Que te amo con terror y con colores morados.
Que no me entiendo.
Que soy la nausea de la digestión del tiempo.
Que sólo quiero estar contigo
y nada más y nada menos.

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Saludos.