miércoles, 25 de febrero de 2015

In corpore

A mi amiga, por serlo

Llevas tanto tiempo puliendo tu cuerpo que te has convertido en artesana. Tu obra, tú. Tus herramientas, tú. El juez de tus resultados, tú. La sentencia nunca es positiva.

El jurado lo conforman todos, porque todos tenemos un cuerpo, ergo nos creemos dignos de opinar sobre envoltorios ajenos. Así que tu escultura es escrutada por ojos ignorantes que no se cortan a la hora de valorar.

- Te estás obsesionando.
- Eres superficial.
- Lo tuyo ya es paranoia.
- Pero si ya estás muy bien.

Y la fuerza de tus músculos y la fuerza de tu voluntad no es armadura. Eres permeable. Absorbes todos los colores, no reflectas ninguno. Terminas siendo negro. Y en la oscuridad te hundes, y los que aportaron sus opiniones se creen vencedores al verte renegando y doblando la rodilla.

La envidia lo que tiene también es que se viste de crítica para no desnudar al envidioso‏.

Cuando seas vieja estarás satisfecha de haber experimentado poner tu cuerpo al límite y haber conseguido ciertas metas que tuviste el valor de ponerte. El resto quemamos etapas, sin tener claro el objetivo. ‏Pero eso ahora no vale. Porque ahora, ahora mismo, te ves también en los ojos de los demás.

Y son ojos que no ven más allá de sus propios miedos, de sus propios cuerpos y, asustados, entienden la crítica como defensa, cuando no atisban que no hay mejor ejército que la empatía.

Cuidas tu alimentación, y los otros comensales no entienden esa elección, y ante lo que no entendemos, en vez de callarnos y escuchar para aprender y albergar diferentes puntos de vista, algo que sólo está encaminado a convertirnos en más sabios, soltamos la lengua, escupimos bajezas, reducimos méritos, nos creemos tan intelectuales que primamos el riego de las neuronas antes que el riego sanguíneo, el ácido láctico, la destrucción de la grasa, la tonificación de músculos que no sabemos que existen. Ilusos. Todo es uno. Si nos reducimos a neuronas, sólo somos ordenadores. Si nos reducimos al cuerpo, sólo somos árboles. Somos mucho más que eso.

La mente no se ve, difícil pues ponerle un precio que estaríamos dispuestos a pagar. Pero el cuerpo, ah, el cuerpo. Lo visible se convierte en materia social, en motivo libre de debate, aunque el objeto a debatir sea ajeno.

Tú te morirás habiéndolo intentado. Y lo habrás intentado sólo porque querías.

El resto, nos moriremos pensando que tal vez tuvieras razón. Razón. Mente.

Nos moriremos delgados, gordos, artríticos, inútiles. Creyéndonos inteligentes porque pusimos en un pedestal el cerebro y reducimos a cenizas lo que de verdad nos permite caminar, nadar, follar, correr, dormir sin roncar.

Déjales que ronquen. Y en su apnea, cuando se despierten sobresaltados y sudorosos, no te vengas arriba. Sigue siendo lo que ellos no supieron ser. Justos y comprensivos. Todo lo demás no vale nada.

1 comentario:

Toni Alcántara dijo...

Muy grande julito! Como todo lo que sueles traernos.