martes, 23 de diciembre de 2014

Té Pu Erh o todo lo que falta

Sólo me queda té verde. Yo prefiero el rojo, pero abro la caja y veo que ya no quedan sobres de té rojo. No me había dado cuenta, ayer cuando cogí el que debía ser el último sobre no comprobé cuánto me quedaba de mi té de preferencia. Me confié, supongo. Como si el té rojo, por alguna extraña razón, no se terminase nunca. Así que tengo que elegir el verde. En realidad, no puedo elegir.

Sorbo de la taza. Los primeros tragos me recuerdan únicamente lo mucho que me gusta el té rojo, el Pu Erh. Pero algo habrá que desayunar, y hace tiempo que dejé el café, aunque a veces me  dejo llevar por viejos hábitos y me pido uno, con leche templada, por favor. Eso sí, yo ya no me lo hago. La cafetera está ahí, viendo la vida pasar, sabiéndose infrautilizada, inútil, mero adorno, testigo de la crueldad de su sustitución por un té que, vaya, se ha agotado.

Debería comprar más té rojo, revisar más a menudo cuánto queda para no tener que optar por lo menos malo, probar incluso otros tés, nunca se sabe si el siguiente será un descubrimiento que destierre al Pu Erh. Más vale malo conocido…, dicen. Me gusta el refranero, aunque no lo suelo cumplir.

Lo que está claro es que, al menos de momento, no voy a renunciar al té.

También debo acordarme de fregar las tazas, de hacer desaparecer rastros de tragos pasados que me quemaron la garganta, pues siempre fui impaciente. Al final más de una vez me ha pasado que entro en la cocina y no hay tazas limpias. El agua hierve pero las tazas están en huelga. Fregar un par, almacenar el resto para enjabonarlo en cualquier otro momento – siempre hay cualquier otro momento –, ir a buscar el té, no dar con el que quiero, elegir lo que no me place, encestarlo en la taza recién rescatada de la mugre, echar el agua, esperar tres minutos (ya digo, nunca pude esperar los cinco recomendados), beber… y ser consciente de que el disfrute sería mayor si lo hubiera planeado con un mínimo de antelación, si hubiese repuesto las existencias de lo que en realidad prefiero, si las tazas estuvieran limpias y alineadas y los diferentes tés bien expuestos, a elección del consumidor.

Nunca hago lista de la compra.

Siempre se me olvidan algunos artículos.

Lo que no falla, si ya he comprobado que no queda, que no hay más, que se agotó de puro uso, es comprar más té. Rojo, claro. Que el verde no me gusta tanto, aunque me lo bebo, obvio, que tampoco es plan de quedarse sin desayunar, ofuscado en lo que falta.

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