viernes, 31 de mayo de 2013

Los últimos diez años

Venga, va, un poco de procastinación y seguimos.

Paseo los ojos por El País. Me topo con una noticia, un atraco en Moraleja de Enmedio, un pueblo del sur de Madrid, colindante a Fuenlabrada, que no le dice gran cosa a nadie. A parte de a los habitantes y oriundos del lugar, sólo los que gustan de bailar música electrónica hasta pasado el amanecer reconocen el nombre del pueblo, por ser la población más cercana a la macrodiscoteca Fabrik.

Yo lo reconozco porque es donde vivía mi primera novia.

Me lío un cigarro. Google. Escribo su nombre.


Veo que es Médico de Familia. Y poco más. Me sonrío. Fumo.

Vuelvo atrás, busco a la única mujer con la que he vivido.

De ella no sale nada de interés, y en las redes sociales no quiero dejar rastro. Pero también me sonrío.

De mi última ilusión con nombre de mujer sé demasiado, no hace falta que la busque. Fumo.

Nota mental. La procastinación puede llevar a la nostalgia.

He escrito 12 páginas de guión, un primer acto que huele bien, he bajado al banco a sacar algo de pasta, he comprado tabaco, he querido continuar el guión, pero me he tomado un tiempo.

No sé mucho de ellas. Siempre pierdo el contacto. Siempre pierden el contacto.

Llega un momento en que ni llamas para felicitar el cumpleaños, ni ella lo hace. Es en ese momento cuando sabes que ya no tiene sentido seguir en su vida, que ella siga en la tuya. Hace tiempo que ya no está, es en ese cumpleaños en el que el teléfono no suena cuando te das cuenta. Suele ser el tercer cumpleaños

El primero, cuando llamas o te llaman, la conversación es cordial, os reís sinceros en algún momento. Colgáis satisfechos, qué bien lo estáis llevando.

El segundo cumpleaños es en el que te fuerzas a llamar. La conversación es muy breve, los qué tal estás se responden con un bien, y termináis con un hablamos pronto, a ver si nos vemos. Cuelgas y sabes que no será así. Cuelgas y sabes que ella sabe.

El tercer cumpleaños piensas en ella y ella piensa en ti pero ninguno llama porque entiende.

Y luego, cuando procastinas al tiempo, te da por buscar en google. Como un acosador, jaja.

La vida sigue, la de todos, y son demasiadas vidas para hacer que coincidan. No se fuerza la amistad, no se fuerza la reconciliación, no se fuerza el contacto. La vida sigue, piensas, pienso, pero hubiera estado bien, en algún momento, cambiarle el rumbo, sólo un poco, sólo lo justo, un grado a babor...

Ay, la nostalgia, cómo me gusta, y luego me río, y reconozco errores, pero también atisbo hallazgos.

Una vez me dijo que yo era el hombre de su vida, y yo me asuste, y ella me dio una lección completando su frase: “no te equivoques. Eres el hombre de mi vida, hasta que dejes de serlo”.

Fueron mujeres de mi vida. Fui el hombre de sus vidas. El verbo en pasado, el vacío del presente y la desconfianza del futuro arrastran melancolía.

Voy cerrando pestañas del explorador. Es el mayo más frio de los últimos diez años.

2 comentarios:

Carmen López dijo...

*Procras...

Un placer leerte, como siempre.

JuanUde dijo...

Me ha gustado acabar aqui por casualidades y melancolias, como las que cuentas en tu relato. Me ha gustado leerlo, no dejes el blog, tiene buena pinta. A ver si le doy mas repasos de vez en cuando. Besos.