domingo, 26 de abril de 2009

De ganar y perder II

Era una apuesta segura, joder. Era dinero fácil. Era un paréntesis en el párrafo interminable que es la hipoteca. Era una sorpresa para Amanda. Aunque lo iba a seguir siendo. Valentín se permitía ironizar todavía, el muy osado. No le faltaba razón. A Amanda le iba a sorprender que su reciente marido llegara a casa con 10.000 euros de más, pero también iba a ser una novedad que llegara con 3.000 euros menos en la cuenta de ahorro, que ahora pasaba a ser sólo una cuenta con algún estoico decimal. Adiós a los únicos 3.000 euros que tenían ahorrados y que suponían más de tres meses de la hipoteca que quería menguar el atrevido Valentín. Amanda iba a alucinar de todas, todas.

Nacho le había confesado que él llevaba siete meses jugando y que así había resuelto varias deudas, gracias a un caballo desconocido, a un gol tardío o a una vuelta rápida en motos de gran cilindrada. Pero echarle las culpas a Nacho no tenía mucho sentido. Para un amigo que tenía Valentín, no iba a sacrificarlo por haberle recomendado la ruina. Nacho también había perdido dinero en la misma apuesta, así que parecía obvio que no le había timado. Muy buen actor tenía que ser Nacho para que todo estuviera preparado. Aunque cosas más raras se han visto en la vida. Pero Valentín no sabía pensar mal, ni de sus padres, ni de su mujer, ni de su único amigo y testigo en su boda.
Se había despedido de Nacho dos esquinas más atrás con un abrazo ligero y un "no pasa nada" escapándosele entre los dientes. Nacho había repetido "lo siento" tantas veces que probablemente había sobrepasado el cupo, y nadie más en el mundo iba a poder decir esa noche "lo siento" a nadie, porque Nacho ya lo había sentido por todos. Ni siquiera Valentín iba a poder decírselo a Amanda.

No quería llegar a casa, pero tampoco pensaba a dónde iba, así que se dejaba llevar por sus pies, y estos sólo saben el camino a casa. Se dio cuenta donde estaba al pasar por delante del bar de Mario, a dos manzanas de donde Amanda se había dormido hace horas con 3.000 euros ahorrados y donde se iba a despertar con un marido arrepentido y ni un puto duro en la cuenta conjunta, la que primero iba para la hipoteca y luego para la reforma del piso, a la espera de que Gabriel o Alejandra naciera. Subiendo por las escaleras, el ascensor se había estropeado, qué casualidad, se permitió pensar que el colmo de su mala suerte sería que Gabriel llegara al mundo de la mano de Alejandra, justo ahora que un partido de baloncesto le había convertido en un perdedor. Valentín no sabía que lo era, pero lo podía imaginar teniendo en cuenta que era Licenciado en Periodismo y trabajaba en un periódico de barrio cubriendo los sucesos. Pero no se reconocía fracasado teniendo una mujer tan guapa y una edad tan joven.

A la mañana siguiente, después de una discusión en torno al dinero pero en realidad en torno a todo lo demás, Valentín sólo iba a tener una edad joven. Nacho perdió una apuesta y debió olvidarse del número de Valentín, no volvió a llamarle, ni siquiera para decirle una vez más que lo sentía. Y Amanda vio frustrados sus sueños de mujer y madre ejemplar y el estrés le provocó que no le bajara la regla, y entonces ambos imaginaron ojipláticos que Alejandra o Gabriel, o ambos, qué carajo, estaban en camino, y un cuadro de ansiedad se dibujó en la psique de Amanda, y finalmente sus padres se la llevaron a Asturias temiendo lo peor y habiéndose enterado de que Valentín había perdido lo poco que tenían. Por supuesto, porque cuando te dan dos buenos puñetazos siempre puedes encajar uno más, el periódico de barrio cerró por la crisis de la publicidad y Valentín dejó de ser periodista de poca monta para ser sólo un parado sin dinero y sin reputación, ni siquiera para su mujer, en proceso para ser ex.

Valentín sólo jugó una vez más, dos semanas después. Con el revolver apuntándose a la cabeza y 2.000 euros sobre la mesa, lo que le correspondía de un finiquito de risa, apretó el gatillo mordiéndose los dientes y confiando en que la bala no estuviera justo ahí. Pero lo estaba, y entre el click del percutor rebotando y el estallido de la bala contra su cráneo pudo pensar en el partido de baloncesto que le había llevado hasta aquella mesa de aquel sótano junto a aquellos tipo delgados y mal vestidos. El equipo favorito había sido arrollado por otro de categoría inferior, algo que en baloncesto pasaba casi de milagro. Como también puede serlo el que en la ruleta rusa tú seas el primero en jugar y la única bala que puebla el tambor de un revólver esté preparada para el primer disparo. No es mala suerte, se dijo Valentín cuando su cerebro quedaba horadado por virutas de plomo. Sólo es un juego, y no siempre ganas. Y antes de expirar se le cruzó uno de esos pensamientos que llamamos traidores pero que en realidad sólo son clarividentes: tú nunca has ganado, Valentín, pero siempre quisiste jugar, no fuera a ser que hubieras ganado si te hubieras atrevido. Era una apuesta segura, era una apuesta segura... eso no existe, gilipollas.

2 comentarios:

El patio dijo...

Estos minirrelatos son estupendos. Tengo que decir que aquellos que me dejan atónita son los que vomitas de manera incontrolable, porqe ahí, admirado genio, te creces hasta límites insospechados. Pero estos otros que intercalas están contagiados de la misma genialidad, joer..."No quería llegar a casa, pero tampoco pensaba a dónde iba, así que se dejaba llevar por sus pies, y estos sólo saben el camino a casa"..."Pero no se reconocía fracasado teniendo una mujer tan guapa y una edad tan joven." (no sabes la de vece que me he dicho yo esto, pero en femenino)..."Era una apuesta segura, era una apuesta segura... eso no existe, gilipollas." Menudo final, pero una cosa, genio, esa manía tuya de volarle a tus protagonistas la cabeza me producen una angustia vital que no veas. Guarda ya el revolver, anda.
Saludos.

Toñy dijo...

Julius no me cansaré de decir que eres un puñetero crack! Yo creo que sí existe la apuesta segura y te diré que esa apuesta es leer al gran Julius, porque seguro que la aventura, el buen hacer y la lectura entretenida están asegurados bajo tus escritos.

Eres grande tío, sí señor!! No dejes nunca de escribir porque lo haces de órdago.

Abrazotes genio