sábado, 25 de noviembre de 2017

Amueblándonos

Yo elijo la encimera que creo menos fea. Tú escoges la que más me gusta. Yo me pierdo entre las opciones de cajoneras, tú llevas mis pupilas a las más prácticas. Los grifos me apalean, tú les intimidas y te quedas con el que mejor lavará mis manos sobre una pileta que te saca una sonrisa. Yo me estrujo los sesos entre dos fregaderos, tú me explicas cuál debe ser, el porqué es obvio pero yo no lo intuía. Se me derrumban ecuaciones al intentar resolver el problema de la esquina de mi cocina, tú aportas la única solución sin hacer cuentas ni despejar incógnitas, porque nunca las hubo.
Y así me amueblo la cocina y el baño, así construyo mi casa sabiendo que sin ti no sería hogar, que solo serían cuatro paredes con sus útiles, mientras que contigo es un reino por el que nunca peleé, pero que haces mío.

Te ríes diciendo que has manipulado mis decisiones. Yo me pongo todo lo serio que me puedo poner, poco, para responder que no, que solo me has corregido errores cuando nadie te lo había pedido. Solo viniste a acompañarme. Como si fuera poca cosa, compañera.

Decidir qué muebles dejó de ser decidir qué muebles cuando entraste a mi lado en ese almacén de posibilidades extenuantes. Pasó a ser construir el sitio en el que quiero vivir, al que quiero que vengas, donde quiero que entres y donde buscaré que remolonees, a dónde vas, quédate un rato más, juguemos a algo, toca la guitarra, desentona canciones punkis de otro tiempo, cambia el tiempo, abramos otra Estrella, no de las que brillan, de las que se beben sin necesitar un motivo, qué otro motivo mejor que el hecho de tenerte cerca, de perderme en el contorno de tu ombligo, tuareg en tu desierto, inuit en el hielo de tu espalda, nómada mongol en la estepa de tus mejillas, amazona en las lianas de tu pelo. Quiero conquistar todas las culturas, ocupar tronos contigo, pintar el futuro de nuestras gentes, vivir las películas que vemos bajo mantas desterrando el frío que no hace, ocupar palcos en teatros vacíos, hablarnos en inglés y mordernos las chichas, ver óperas que no entendemos pero nos emocionan, escalar montes que siempre estuvieron ahí pero que no veía, meternos en cobijos hechos por adolescentes en pinares de historias de terror y reírnos de nuestros miedos. Y en cada restaurante que descubrimos decantarnos por platos de nombres que son frases coordinadas, tirarnos en céspedes señalizados con un No pisar, romper todas las reglas, quizá incluso la tuya en un futuro que no nos asusta, contarnos los pasados sin nostalgia, solo como aprendizaje el uno del otro. Amueblar nuestra cocina donde guisaremos caldos para dos y congelaremos croquetas amasadas mientras estábamos desnudos.

Eso he pensado hoy mientras elegía encimera.

No hay comentarios: