martes, 16 de febrero de 2010

Guerra en el país de Quién Sabe

Enojarte cuando te insulto, y darme un puñetazo suave en el hombro cuando te explico que lo decía con cariño.

Interesarte por lo que hago y por lo que escribo, por cómo lo escribo. Creerte que sé muchas cosas, escucharme atenta, como si aprendieras.

Acompañarme a realizar dos tareas que nadie quería asumir. Pasar un día juntos y solos y hablar de follar, de nuestras relaciones terminadas e idolatradas, o no tan terminadas, del amor y de los sueños, de los encuentros y los desencuentros, de otras parejas.

Cuando tengo que hablar en voz alta para ser escuchado por todos, allá en las reuniones de la ONG, últimamente te noto cerca, apoyándome y haciéndome valer.

Mirarte y que me estés mirando, echarnos una siesta compartiendo un colchón estrecho.

Ver una peli con más gente y, tumbado a tu lado, acariciarte el brazo, masajearte la piel que cubre el bíceps con la yema de los dedos, con las uñas, con tanto cariño como intención, y que tú no te muevas, que el brazo se quede allí, recibiendo mis infantiles mimos, mi introducción al mundo de ya no somos niños.

Que no hagas todo eso con nadie más, o yo no lo he visto, o no me he querido fijar.

Por esa enumeración de eternos momentos, y sabiendo que la realidad se me deforma un tanto porque ahora mismo resulta que me gustas, concluyo que yo también te atraigo. Pero si repaso todas esas pistas, todas esas pruebas de esta yincana divertida, resulta que ninguna tiene porqué significar nada.

No sé si cuando te acariciaba no moviste el brazo porque te habías quedado dormida, o porque al fin y al cabo sólo era una muestra de cariño, o porque te daba apuro apartarlo.

Es muy probable que te ofrecieras para venir conmigo a esas dos misiones poco populares simplemente porque eres buena gente y porque no las veías tan insulsas. Tal vez sólo reacciones así cuando te llamo "gilipollas" porque soy el único gilipollas que te lo llama.

Así mismo es cierto que no tengo 15 años, pero eso da igual, es lo bonito.

Puede ser. Tal vez. Es probable. No sé.

Son esas fórmulas, ese moverme en tierra de nadie, entre el Sí y el No, justo en el centro del cauce del Río Grande que separa México de EEUU, lo que me empuja a buscarte.

Es en el país de la duda donde soy rey, porque las respuestas que me doy me benefician. Es en ese país de fronteras confusas donde no hay nada mejor que un quién sabe, el sí es demasiado fácil y corto, el no es aburrido y castrante.

Pero resulta que en ese país que es mío, tú juegas con ventaja, porque me lees, porque me leíste ya cuando escribí por y para ti por primera vez. No estabas siendo espectadora de otro de mis cuentos con final extraño, u oyente en una digresión más sobre la existencia de las cosas, no. Contaba yo entre líneas, pero en un interlineado hecho por un ingeniero de caminos y puentes, así de grande y obvio, que te haría de todo para que terminaras dormida y desnuda a mi lado, soltándote al amanecer sólo porque tenemos obligaciones. Yo quiero que seas una de ellas esta tarde, al anochecer, cuando todos duerman, mañana tal vez. Ahora. Porque soy caprichoso, rasgo innato del deseo, que nos hace niños, porque el deseo no es otra cosa que las ganas de cumplir con la mayor prontitud posible aquello que se nos aparece sin control en ese terreno del cerebro donde impera la anarquía, por mucho que queramos ser dictadores. 'La única manera de librarse de una tentación es ceder a ella', nos enseñó a muchos Óscar Wilde.

Tú leías aquello de lo que eras protagonista, yo te espiaba desde la hamaca, intentando entender el idioma de tus ojos en busca de reacciones a alguna frase mía, de esas con efectos secundarios. Terminaste y soltaste un oh muy largo y sonreíste, y luego exclamaste, cómo olvidarlo: "Qué chulooo, qué bieeen, me ha gustado mucho. Ven que te dé un besooo, que es lo primero que me han escrito nunca". ¿Cómo que qué chulo, qué bien? ¿Cómo que un beso, justificándolo además? ¿Cómo pedirme un beso si el que yo te daría, el primero, sería contra esos labios carnosos con los que adornas tu hablar? Un beso largo como los que se dan los adolescentes, que son los que más viven la pasión, aunque tengan 50 años. Un beso para el que tendría que enmarcarte la cabeza con mis manos, las palmas contra tus mejillas, acariciándolas y sosteniéndolas allá, para que no te vayas, para besarte más, un ratito más, que me lo pide el cuerpo.

Decepcionado con el efecto que mi confesión narrada había causado en ti, para qué negarlo, disimulé y te agradecí tu halago tan sincero como siempre... como siempre.

Recibí tu beso en mi perfil tragándome las ganas de decirte que quería más, y fin, te apartaste arrastrando una crítica positiva al relato. Había iniciado el bombardeo y había hecho agua.

Pero yo incido, que desde aquello, desde que leíste que te despeinaría sin tirones, me da la sensación de que estás más cerca.

Hay guerra civil en el reino de Quién sabe, sigo disparando, sigo calculando las mejores coordenadas, sigo buscando tus barcos. Me importa poco revelar mi posición, mi armada se llama Impulso y me encanta que me lean, que me leas, así que en este punto del conflicto bélico, con tus ojos en estas mismas palabras, yo, queriendo que la guerra pase a una segunda fase, aguardo dos reacciones: o que digas lo mismo, qué bonito, qué bien, qué halagada me siento y con un besito que sólo es un besito me conformo, o que me mires y no digas nada, ya convencida de que a mí no tienes que preguntarme nada, sino dejar los ojos en mí y la boca cerrada, diciéndonos en silencio lo que nadie más podría oír. Pero eso es sólo lo que yo quiero que pase, es lo que definitivamente ocurre en mi reino de lo impreciso, donde hoy dormirías reina, donde por supuesto yo habría ganado la guerra.

Si no corro el riesgo de escribirlo, de embarcarme en esta misión suicida, no me quedo a gusto. Ya lo has leído, mi ejercito ya ha lanzado los mísiles y el rey de Quién sabe aguarda noticias sobre la batalla naval.

Te lo habría dicho, pero algunos dicen que tengo talento para escribir. Dicen. Dices.

1 comentario:

Unknown dijo...

Ydeay maje , como que te estas enamorando , cabrón!