domingo, 25 de octubre de 2009

Nicaragua Experience: los dos primeros días

23/10/09

Con una hora de retraso llegué a Costa Rica, donde diluviaba. Tres pelis, tres almuerzos, algo de dormir, y de repente, volamos sobre las islas Cayman, y al rato, aterrizamos. No aplaudió nadie, y eso me gusta. Lo suyo es que aterricemos sin problemas. A un conductor de autobús no le aplaude nadie.

Dos operarios del aeropuerto hablaban sobre las diferencias entre el Niño y la Niña. Sólo alguien que está en mangas de camisa con semejante aguacero es capaz de distinguir entre ambos fenómenos.

En Costa Rica debía coger el vuelo a Managua, y casi acabo en San José de Panamá. Y la culpa es de las azafatas y demás, que me cortaron el ticket sin fijarse en que San José de Costa Rica - Managua es una cosa y San José de Costa Rica - San José de Panamá es otra, que llamar a dos ciudades del mismo modo lleva a confusión. Menos mal que mi número de asiento también lo llevaba una chica, con lo que se desveló la trama. ¿Si nadie tuviera asignado mi mismo número de asiento? Prefiero no pensar como sería ese momento en el que el piloto anuncia "Buenas tardes, damas y caballeros, soy el capitán Tal Cual y estoy al frente de este Embraer 190 con el que iremos a San José de Panamá". Mi cara hubiera sido curiosa. Salí escopetado del avión entre las risas del personal.

Así que finalmente llego a Managua, donde Hugo y Angélica, su mujer, me esperan con su desvencijada camioneta, al estilo pick up. Verles sujetando un cartel improvisado con mi nombre es como haber visto a Dios.

Empezamos los tres el trayecto y, después de pillar un par de momentos de lluvia intensa donde era imposible ver nada, terminamos unos siete, cuatro autoestopistas en la parte trasera. Carreteras sin iluminar, pasión por el tuneo de los coches, sobre todo por las luces azules enmnarcando matriculas y anunciando llantas baratas, mucho joven en las carreteras, perros famélicos, bicis de tres ruedas, dos adelante bajo un transportín, una detrás bajo el asiento del afanado conductor. Y así hasta llegar a Granada, que sólo está a 30 kilómetros de Managua, pero que no ves hasta la hora y pico.

Granada debe ser bonita, pero hemos entrado entonces por el sitio más feo. Son todo casas bajas, desconchadas, comercios que tienes que adivinar que lo son, corrillos de chavales frente a mesas de billar y muy poca luz en las calles. Hugo me dice que hay dos caminos para llegar a La Prusia y que ha elegido ese porque el otro, con las lluvias, se convierte en impracticable. Pues cómo debe ser el otro camino, porque éste es un imposible, lleno de socavones, piedras, agujeros y niños que nos jalean para que les llevemos.

Llegamos en la oscuridad total, y son las ocho de la tarde. Hugo y Angélica me dejan en la entrada de los terrenos de ACE. Entre la oscuridad, una linterna y un torso desnudo. Jose está para darme la bienvenida, el resto se han ido por ahí a cenar. Jose es madrileño, economista y estudiante de antropología. Está aquí, listo él, con una beca que le ha dado la universidad para hacer el proyecto. Claro, él eligió una ONG. Le pagaron el vuelo y aquí está desde hace dos semanas, y en dos semanas está más suelto de lo que me podría imaginar. Tiene ideas para llevar a cabo, se conoce esto con soltura y se ha marcado alguna excursión. Un tipo con recursos que en Madrid, entre otras cosas, repara bicis. Al primer día cometió la osadía de comprarle una bici de segunda mano a un propio. Al tercer día cometió la osadía de irse andando solo hasta la laguna. No le pasó nada.

Charlando con él esperamos a que vuelva alguno más y nos dedicamos a colocar la mosquitera. Las camas van en litera, a mí me toca abajo, y poner una mosquitera ahí se ha convertido en una empresa ardua donde las hayas. En dos minutos he sudado más que en los últimos dos meses.

Hay dos casas de voluntarios en ACE2. En la que yo estoy hay dos habitaciones de cuatro. En una estamos Jose, Bea, una aparejadora que se va en un par de semanas, y yo. En la otra está Endika, un bilbaino de 23 años que se encaramó a uno de los árboles más altos del recinto para colgar una bandera del Athletic de Bilbao conmemorativa de la última final de la copa del rey. Me parto. En Nicaragua ondea el orgullo de los leones.

Endika y una chica canadiense de ojos azules, no recuerdo su nombre, son pareja, entre comillas. Ella se va el 20 de noviembre.

24/10/09

He dormido cómo he podido. Entre el jet lag, la emoción, ruidos de la selva que hasta ahora sólo asociaba a pelis tipo de En busca del corazón verde, y que los voluntarios que faltaban habían dedicado esa noche a un estudio concienzudo del ron local, me he dormido y despertado tantas veces que no sé si me he dormido o simplemente he dado vueltas bajo una mosquitera que se me antoja endeble.

Un gato se ha peleado en nuestra cocina con una zariguella. Los guecos, una especie de salamandra, plagan la casa y hacen un ruido como si te tiraran besos. No son peligrosas y hacen la estupenda labor de comerse a los malditos mosquitos portadores del dengue (hay un foco localizado de dengue en Masaya y van a venir unos propios a contarnos qué hacer).

A las seis estaba en píe. Aquí anochece a las 18 horas y a las cinco hace sol, y a las siete el lorenzo es tan intenso como a mediodía en el otro lado del mundo.
He desayunado con Judit, la mujer de Ángel y jefa del lugar. Mujer de pelo blanco cortito, ojos claros y vivos, de unos cincuenta y tantos. Habla por los codos, pregunta más, quiere saber, y quiere que sepa. Me encanta. Es la vitalidad personificada y tiene muy claro su papel aquí. No vienen a imponer nada, sólo a proponer, y sólo hacen cosas si se implica la gente de la Prusia. No tiene sentido hacer nada para alguien si ese alguien no tiene interés, y nosotros simplemente no somos nadie como para decirles que las cosas se hacen así o asá porque así nos lo enseñaron a nosotros a 10.000 kilómetros de distancia, donde no hay selva, donde el agua es para todos y no es un lujo y donde todos tienen un graduado escolar. Estoy encantado, he venido a donde quería y no sólo no me está decepcionando sino que me está sorprendiendo más de lo que creía, que ya es.

Judit, que es madre, me deja su móvil para una llamada rápida a casa, que aquí las compañías españolas simplemente no hacen su función. Y eso que Movistar está por todas partes. Hijos de puta los de Telefónica. Su negocio no está en España, ilusos que somos. Llamo a casa a la voz de "Buenos días, Madrid" y madre alucina con que a las siete de la mañana deambule.

Me quedan por conocer a la mayoría de los voluntarios y, sobre todo, a los nicas. De momento sólo conozco a Hugo, a Angélica, que lleva las cuentas de la ONG para justificar las donaciones, y a Carlos, uno de los cuidadores de la finca.

Alacranes, hormigas que pican, tarántulas, arañas picacaballos (no preguntes porque se llaman así, obvio es)... ja, y yo que temía a los mosquitos.

Y más que van apareciendo mientras espero a Jose para irnos a Granada, a hacer comprita y demás. Clara, alemana, Eli y Alba, españolas.

Endika me cuenta las dos veces que le han robado, ambas viajando solo. A Bea le robaron en un taxi... bien, ya me llegará la hora. De repente habla con su chica de jugar a algo, y yo les digo que me he traído el Uno, el juego de cartas, muy diver. Lo conoce, claro, y me dice que tienen naipes españoles también, y yo no me aguanto y le digo que paso de las españolas, que al póker se juega con baraja francesa, que es la que yo traigo. Y entonces Endika pronuncia las tres palabras que no debería: ¿texas hold em? La cagamos... los jueves hay timba local, 100 córdobas el buy in y premio para los dos primeros. Me cago en la puta, en el otro lado del mundo. Nos descojonamos de lo lindo.

Termina sacando la guitarra y Alba la letra de Redemption Song. Cantamos mientras Endika saca los acordes. Bob Marley en nuestras bocas, tan lejos de casa, tan cerca de la suya.



Antes de irnos pasamos por la otra casa de voluntarios y conozco a Peter, un yanki residente en Panamá, de cincuenta y pico, jubilado, con un tatuaje sobre el pezón izquierdo en forma de sol rojo. Alucino.

Y nos vamos a Granada, andandito por el camino, por donde Jose saluda ya a los niños por su nombre. "Aquí, cuando te saludan, dicen tu nombre, así que vete aprendiendo el nombre de la gente". Interesante. No sé ni cómo me llamo yo, joder.

Se nos unen tres voluntarias, Bea y dos canadienses de nombre ya olvidado. A medio camino, un pick up se ofrece para llevarnos, y nos encaramamos a la parte de atrás, donde nos toca esquivar ramas y demás. Una vez nos deja nuestro anfitrión móvil, a patita hasta Granada. Y aquí... escribir deja de tener sentido. La idea es cambiar dólares para hacer compritas en los puestos, así que recorremos el entramado de puestos, olores, chillidos, anuncios, voceros, coyotes (tipos con fajos de córdobas impresionantes que cambian dólares, pero claro, no llevo calculadora, no mola), vendedores de refresco en bolsas (aquí las botellas y los tetra bricks no son el envase habitual, aunque el contenido sea liquido, te venden el refresco en una bolsa de plástico transparente, como las de las chucherías, con una pajita asomando), farmacias, ferreterías, peluquerías, pulperías (como los chinos en Madrid)... tengo los sentidos abotargados, no doy más de sí. Huelo cosas que no sabía que podían oler, veo tantos colores que ya no sé cuántos hay, oigo voces y ruidos que vienen de todas partes y de ningún sitio... ¿cuándo me habituaré? Llevo sólo un día aquí, pero me da la impresión de que no voy a dejar de alucinar en mucho tiempo.

Aquí los taxis te pitan, no para que te apartes, sino para que te subas. Y los taxis son compartidos. Y hay ricksaws motorizados, y carromatos, y más puestos, y un lugar donde cambiar dólares a buen precio. 20,64 córdobas = 1 dólar. Así que saco un billete con la cara de Franklin y me dan un buen puñado de córdobas. A comprar... pero nos ha dado hambre, así que toca zampar, e invito yo, que mi padrino, el gran Jose, ante mi falta de córdobas, ha pagado las dos onzas de frijoles que hemos comprado. Nos metemos por la calle más turística, llena de yankis, y elegimos una buena terraza donde nos sirven un litro de Toña, cerveza aguada de aquí, y un baho para cada uno. A saber: platano verde frito, platano maduro frito, arroz, ensalada de cebolla y pimientos, yuca, que es algo completamente insípido, y carne de res. Teniendo en cuenta, le digo a Jose, que res en latín es cosa, espérate cualquier idem. Comemos por unos cinco euros... los dos. Y claro, invito yo.

En la comida, descubrimos que compartimos fecha de cumpleaños y hablamos de nuestras motivaciones para venir hasta aquí. Me empieza a contar sus viajes: Argentina, Brasil, Uruguay, Islandia... Me siento un pato.

Yo no puedo con semejante plato. Y no dejan de acosarnos vendedores ambulantes, a los que vamos respondiendo no con un grado de irritación que va aumentando. Y claro, a uno que diréctamente no sé lo que me está diciendo le digo que no a lo que sea. Y se llevan mi plato con las sobras y miro al niño pesado y... se me viene el mundo encima. Me estaba pidiendo las sobras. Qué vergüenza. Al minuto aparece el camarero con mis sobras, recompuestas en un plato, y se lo da al chaval, que con sus dedos sucios y un trozo de pan hace desaparecer lo que yo había deshechado. Me siento fatal. Me siento gilipollas. Tengo que cambiar el chip. Aquí no sobra nada. Le digo al niño que no le había entendido, que creía que me quería vender algo (silbatos de madera con forma de pájaro, hamacas, relojes, collares, tabaco suelto, caramelos...). El niño se ríe. Es increible, pero se ríe. Le digo a Jose que esto lo tengo que escribir echando ostias, que es el mejor ejemplo que me he encontrado de lo poco que sé de nada. Y nos vamos al super con el baho atravesado.

De camino nos paramos a preguntarle a un hombre que vende crías de cerdo que cuánto. Entre 300 y 400 córdobas, depende del peso, tienen dos meses, todos apiñados en el carromato. Un cerdo por diez euros. Esto es demasiado, pero nos vamos sin el cerdo, claro. Yo por mí lo compraba, claro. Nos ha jodido. ¡Un cerdo por diez euros! Se me ocurre el negocio de exportación de cerdos a España. Ja.

Nos metemos en el super en busca de cosas para desayunar y comer los findes, que los días de currele el almuerzo es gratis. Es curioso, tras la cajera hay un carrito. Ella va dejando nuestras cosas en él después de pasar los productos por el lector de código de barras. Pagamos y Jose coge el carrito y lo lleva a un apartado, donde hay una barra como de bar. Allí metemos las cosas en bolsas y dejamos el carrito en su lugar, junto a la cajera, que no deja de silbar. Es la manera más lógica que he encontrado de evitar colas en un super. Luego me entero que el super es de la cadena yanki WallMart, o sea que el mérito no es nica. Agh. Tengo mucho que aprender.

Las compras a las mochilas y de vuelta. Paro para hacer una foto a los autobuses de aquí, tipo autobús escolar de los yankis (gringos aquí, pero gringos somos todos los no nicas, es más, nos hablan en inglés). Decidimos que el calor, el sudor, la caminata y todo no compensa, así que nos sentamos en la puerta del cementerio a esperar a un autobús. Pillo una Cocacola en un puesto de al lado (el cementerio parece una sede social, será por el fresco que dan los muertos). Las Cocacolas van por onzas, así que me dan una de 12 onzas, que son 354 mililitros. En vidrio. Está aguada, como la cerveza.



Llega el autobús y tenemos que correr tras él porque la parada está un poco más allá. Primero te subes y ya pagarás. Nos hacemos un hueco en el transporte de principios de siglo y pagamos cinco córdobas cuando el revisor, totalmente de civil, nos pone la mano delante de la nariz. No hay paradas fijas, tienes que decir donde vas y el revisor lo grita al conductor que, si no le ha oído, simplemente silba, y entonces el revisor grita más fuerte. Si no hay silbido es que está todo entendido. Nos bajamos en Valle Escondido, una urbanización pija, junto a la cual sale un camino cochambroso que es el nuestro. He ahí el contraste. A nuestra derecha, un camino asfaltado, con jardineras estupendamente cuidadas bordeándolo. El nuestro es un camino para uno solo, vamos en fila, tupido y sin cuidar, separado por una valla del primer mundo. A nuestra izquierda, una cárcel. Jose, antropólogo ansioso, dice que le gustaría conocer las condiciones de los presos de aquí, para añadir al rato que tal vez no lo quiere saber.

A medio camino nos encontramos con la canadiense novia de Endika y otros cuantos voluntarios que no conozco, acompañados por un par de nicas. Alba es actriz para la compañía Atalaya. Es granadina y aquí está, en Granada. Eli era camarera en León, y ahora está aquí, tan cerca de otra ciudad que también se llama León. Chapi es de Alcalá de Henares pero todavía no sé que hacía con su vida. Van al acto de graduación de los mayores a los que han ayudado, que hoy logran algo tan grande como su primer título de estudiante. Con el orgullo por las nubes, pensando incluso en la secundaria. Pero Jose y yo estamos demasiado sudados y reventados como para ir, así que seguimos nuestro camino. Me señala agujeros que deben de estar ocupados por tarántulas, que me dice que son preciosas. Sólo atacan por miedo, pasa de ellas, míralas, pero no te acerques, que se asustan y es cuando pican. Aquí sólo las hormigas y los mosquitos pican por amor al arte.

Pasamos por ACE1, la primera parte del proyecto. Casas nuevas, una escuela para las clases de apoyo que imparten a los chavales, y están levantando, que ahí supongo que me uniré el lunes, un recinto para hacer de escuela taller de cerámica y carpintería. Jose me pregunta si sé algo de alguna de las dos cosas, y mi cara le responde con una sonrisa estúpida. Se ríe sin parar y me dice que él tampoco. También han levantado un centro social que los nicas emplean para reuniones de alcohólicos anónimos. Es impresionante la voluntad que le ponen los voluntarios y los resultados visibles que hay. ¿Se apuntan los nicas a alcóholicos anónimos? Pues los hay que sí, que hasta en la pobreza más absoluta se dan cuenta de que el ron no les aportará nada más que resacas llevaderas (muy llevaderas me dice Jose, que aquí el ron es exquisito) y palos a su bolsillo. Así que sí, se apuntan, y alguno lo ha dejado, dice Jose con satisfacción. Es fácil sentirse útil aquí, joder. Pero yo me sigo sintiendo un zopenco, y se lo digo a Jose, y él me responde que yo aquí soy un sabio para los nicas. Y yo le respondo que aquí se le saca más partido a un albañil que a un sabio. Decía Gerry, mi profe de sociales, ese gran profe que tuve, que el conocimiento es tu libertad. Pero en miseria no hay libertad, sólo ganas de llegar al día siguiente.

Son las cinco menos cuarto de la tarde y estoy reventado. Entre el pateo, el calor, la sudada... ¿me habituaré al trópico? No sólo te habituarás, me dice Jose, sino que con el tiempo, como no andes con cuidado, te conviertes en un nica, como Endika, que en nueve mesas habla como ellos, descansa como ellos y se mueve como ellos.

Jose se ha ido con la bici a dar una vuelta y yo... yo creo que me voy a releer las desdichas de la familia Buendía. A Gabo seguro que se le lee mejor en el entorno adecuado. Y esto no es Macondo, pero poco le falta.

Ni Macondo ni ostias. A las seis de la tarde me he quedado dormido. Ya sé lo que es el jet lag de verdad. Ni cena, ni bajar a la fiesta de la graduación de los mayores, ni nada, dormir, por fin, durante más de diez horas.

25/10/09

A las seis en pie, de nuevo, doce horas atrapado en la mosquitera y soy de nuevo persona. Desayuno un café con leche y el trozo de bollo que me compré ayer y que un gato ha debido descubrir. Me como las migajas y me acerco a donde Judith, que es la única en pie. Por lo visto muchos voluntarios fueron a la fiesta de graduación y tomaron y tomaron y ahora mueren en sus camas.

Judith es parlanchina a más no poder, y a mí ahora mismo lo que más me puede interesar es escuchar. Así que abro bien los oídos y me dedico a descubrir. Me habla de EEUU, país de límites, donde hay cosas increiblemente buenas y otras increiblemente malas. Me cuenta cómo su hija consiguió que le admitieran para hacer un master de medicina, algo muy difícil y caro. Mirando a los ojos al director de admisiones, con 18 recien cumplidos, le dijo "Es que esto a mí me interesa mucho. Si no me admiten, me tendré que volver a España, porque esto es lo que yo quiero hacer". La cogieron la primera. En EEUU el currículum sólo es una parte, no un todo, te toca demostrar muchas más cosas.

Me habla de Bill Gates, pues su yerno trabaja en Microsoft. Me dice que nadie le llamaba Bill ni Mr. Gates, que era Billy para sus empleados. Adora a ese hombre, y yo le digo que en Europa la percepción que se tiene de Gates es mala. Ella me explica cómo es Billy, y yo por primera vez no veo al Señor Gates como el grandísimo hijo de puta que siempre pensé. Por algo es Premio Principe de Asturias su fundación, me explica Judith. Yo, simplemente, asiento, avergonzado por el atrevimiento de la ignorancia.

Me habla de la mucha razón que tiene Michael Moore. Me cuenta que la YMCA es apasionante, que no se dedican a formar estudiantes desde pequeñitos, sino a formar personas independientes. Así, me cuenta como su nieta de tres años le corregía, y no a la inversa.

Una hora de charla en la que me desmitifica el infierno que creía que era EEUU en muchos aspectos y en la que vuelvo a descubrir a una mujer apasionante. No se corta en criticar a EEUU, ama a España, pero también sabe alabar lo mejor de los yankis. El individualismo y la cultura del esfuerzo tiene, como todo, sus cosas malas, pero qué carajo, también tiene unas ventajas que desde Europa nos cuesta reconocer. "En EEUU, de primeras, tú eres inocente, te creen en lo que les cuentes... en España tienes que demostrarlo todo antes... en EEUU, si te pillan después de haber creído en ti, la has cagado, claro". Ejemplo: montar ACE en EEUU le llevo una semana. Montarla en España, un año. Los yankis, cuando les cuentas que tienes un proyecto, te creen y te apoyan. Luego no les falles, que las consecuencias son terribles. En España se curan en salud primero.

Me acerco a la otra casa de voluntarios, donde están los yankis y las canadienses y Laura, santanderina.

Peter tiene sesenta y alguno, es abogado jubilado de EEUU y... ¿y? Suficiente parece para que le mire como embobado, pensando en la historia que tiene que tener detrás. Aún no he hablado más de dos palabras con él, pero algo me dice que tengo que sentarme un día con él y abrir de nuevo mis inocentes orejotas.

Ben es de Nueva York pero yo le he tomado por aleman. Rubio teutón, perilla teutona, y un color de piel nórdico. Pero es de NYC, carajo. Tatuados brazos y hombros y manejando un español mínimamente solvente. Las dos canadienses son divertidas, y ya de primera mañana bromean con los pancakes que han hecho para todos. Pero yo ya he desayunado, maldita sea. Vanessa y Ryan se llaman, una rubita con gafas, otra morenita, regordeta y con cara risueña. Al rato se van despertando el resto, alguno con más resaca de lo normal. Decidimos irnos a ver un partido de beisbol, deporte nacional, pero llegamos tarde, así que media vuelta y a La Prusia a descansar un ratejo y luego para Granada que quiero conectarme.

Y en esta mañana en la que ya me siento descansado y poco a poco más ubicado, descubro que Laura es fotografa, que su plan es hacer un reportaje del camino de La Prusia, entrando en las casas y tirando fotos, en blanco y negro, que todo lo que sale de Nicaragua tiene muchísimo color y ella es lista y quiere contraste. Me motiva tanto que ya somos un tándem. Ella tirará las fotos, yo tomaré notas, y nos marcaremos un reportaje exquisito sobre la gente de La Prusia. Ella lleva una semana, es la más novata conmigo, y el plan le ilusiona tanto como a mí. Hemos ganado complicidad, somos socios y chocamos las manos. Por fin veo algo que hacer aquí por mi cuenta. Bueno, sólo llevo dos días, pero claro, aquí todo el mundo tiene planes y proyectos y tareas e ideas que desarrollar y yo estoy en plan "¿qué hago?". Pues un reportaje con fotógrafa incluido. Perfecto. Ah, qué satisfacción. Soy periodista.

Y ahora, antes de darle a enviar, tengo que contar el segundo proyecto en el que me he involucrado. De camino a Granada nos hemos cruzado con un tipo llamado Lenin y su hijo Vladimir (risas mil, lo sé). Lenin es entrenador de fútbol de varios equipos de chavales, y como me ve suelto con su hijo preguntándole y demás, me dice que mañana a las 4 para entrenar. Hombre, claro. Acabo de crecer dos metros. "Así surgen las cosas aquí", me dicen Judith y Laura, con las que voy a Granada. Hablando, y de repente, eres útil. Me siento... joder, mañana a entrenar a niños. Esto es increíble. Y le doy a enviar ya que sino no termino nunca.

P.D.: madre, me acaba de decir Judith que vengas, que en su casa eres bienvenida, y le he dicho que eres médico, y te adora, jajajaja.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

muy buena tu crónica, Julio, la hemos leído juntos Rosa y yo.
te seguiremos leyendo. no dejes de llamar a Francisco de Asís, ya sabes el está en Granada los fines de semana.
un abrazo grande y no provoques a las tarantulas.
Marcos

Carmen López dijo...

Qué maravilla, Julio... joder, que sí, que estás allí.
Gracias por tu crónica.
Besos.

Sara Murado dijo...

¿Y cómo afronto yo ahora mis 9 horas plantada delante de este ordenatademierda colocando montantes en fachadas? JODER JULITO QUE ENVIDIAAAAA!!!!

Que guay, tio, me alegro un montón de que te esté molando tanto, que lo vivas de manera tan intensa, y de que te sientas útil. Me recuerda a nuestra experiencia Mozambique, bueno, me recuerda a la experiencia de Juan en Mozambique... que a mi aún me toca repetir para hacerlo bien y sacarle provecho (o mas bien dejar que me lo saquen a mi, pero eso es otra historia). Que cualquier día me planto ahí contigo, vamos, eso de que estais levantando unas casa y una escuela me ha sonado a que a lo mejor un arquitecto les viene bien.

En fin, Julito, no te digo mucha suerte, que ya veo que esa ya está asegurada. Solo que lo disfrutes y sigas escribiendo en el blog para que a los demás nos corroa la envidia cochina, que eso es muy sano :)

Muchos besotes, guey.

Fernan dijo...

Julio tío, a partir de ahora, serás más idolo para mí... si alguna vez en mi vida sentí envidia de tí, ahora se ha multiplicado por 1000!! Sigue manteniendome pegado 10 minutos al ordena leyendo tus historietas, que me harás más feliz de lo que tu te crees! Ah... y ALL IN... que más corre un galgo que un mastin!
Un abrazo.

Tronias dijo...

Joder, Julito. Qué flipe, tronco. Llevo toda la mañana enganchao. Sigue contándonos cosas y descansa en la mosquitera esa.
Qué puta maravilla. No tengo palabras...y me encanta ver la cantidad de ellas que tienes tú. Y qué bien ensartadas, joder. MÁS!

Maktub dijo...

Amor... me encanta...que escribas, que estes sano y salvo, que estes feliz, que hayas llegado bien, que vivas, que absorbas como una esponja, que abras los ojos, la mente y que sonrías.

Me llegas desde allí :)
Mil besos

Anónimo dijo...

El gran príncipe!!!!
Que maravilla de crónica, compañero.
Mis padres, que ya te han leido y mucho, me han alertado... ¡Ya hay noticias del nica, ché!
Me alegro de que todo este yendo como debe, y hoy más que nunca me alegro de la tecnologia y del internet aunque, a la vez, extraño las cartas y el papel y la tinta.
¡Que bueno sería mantener correspondencia como antaño, carajo!
Abrazos, compañero
Jimmy

PD: Dile a la santanderina que te cante "La Fuente de Cacho". En ese entorno puede ser un sueño!!!

Patricia Vera dijo...

Lo que tú estás haciendo es una asignatura pendiente mía, pero hace falta valor y tiempo y yo no lo tengo, desde luego. Me alegra mucho que estés allí. No te conozco, no sé nada de ti, pero desde aquí puedo ver que te ha cambiado la cara.

Lo único que espero ahora es que, aunque ya empieces a ser útil y tener proyectos, no te olvides de nosotros. Leerte han sido los 10 minutos más emocionantes del día.