martes, 11 de enero de 2011

Folletines

Como cualquier otro día, tardó casi una hora en levantarse desde que se despertó. Se enfundó las babuchas, se preparó el café de rigor, que últimamente siempre le quedaba con posos, y repasó los correos electrónicos antes de ponerse a trabajar mientras fumaba el primero de muchos cigarrillos. Uno de esos correos le alcanzó bajo la línea de flotación de su ánimo, que era, hasta ese momento, como el de cualquier otra mañana, bueno, sin grandes expectativas y, por lo tanto, sin grandes decepciones. Pero esta vez la bandeja de entrada de Hotmail escondía una crisis. Su último escrito no iba a ser publicado en la revista, le pedían una serie de cambios para una posible inclusión en un número venidero de la revista, y la frase final del editor era "Tenemos que meterle mano para que no se quede en un simple folletín". Había estado trabajando en el relato durante dos meses y sólo había parido un maldito folletín. Se quemó los labios al beber de nuevo de la taza, se levantó y se paseó por la casa, apartó al gato de su camino con un toque con la puntera del pie y volvió a sentarse. Abrió el relato, lo releyó. Sí, era un folletín. Abrió un nuevo documento de Word, copió y pegó el título del relato y dejó el cursor parpadeando indolente en sus narices. Se quedó allí hasta que se fumó un nuevo cigarro. Decidió pegarse una ducha.

Con la toalla por la cintura y el pelo húmedo, le llamaron al móvil. Se enteró por un tercero de que su mejor amigo finalmente se casaba, y que quería hacerlo en plan privado en Bilbao. Santi llamaba para ver si él tenía intención de ir a Bilbao. Respondió que no, que ahora mismo no estaba de humor, que no entendía nada y que si su amigo le quería tener en la más absoluta oscuridad en lo que respecta a su boda, así sea. Colgó, se secó el pelo, se sentó de nuevo al ordenador, borró el título, y esta vez no dejó que el cursor parpadeara tranquilo ni un segundo. Escribió durante cuatro horas seguidas, llenó un cenicero, preparó más café, olvidó dar de comer al gato.

Esta vez el escrito no tenía nada que ver con el folletín. Tampoco era un relato, la verdad. Era más un ensayo. "La rutina del cambio", se llamaba. Muy rimbombante, sí. Iba a cambiarlo cuando miró la hora. Llegaba tarde. Guardó el relato, o el ensayo, o lo que carajo fuera aquello, se metió en unos pantalones y en una camiseta que no olía a sucio, bajó las escaleras de dos en dos, saltó dentro del autobús y sólo entonces si dio cuenta de que se había olvidado el móvil en el lavabo.

Se fue a comer a casa de sus padres, donde entró en pocas conversaciones y empleó pocas frases subordinadas. Su madre se extrañó, le notaba raro. Él contestaba que no le pasaba nada, que tenía muchas cosas en la cabeza y que tenía un encargo de la revista que le estaba dando mucho la lata, pero que todo iba bien. No mencionó la llamada de Santi, ni la frase del editor, ni la pena brutal que le subía desde sus zapatillas roídas hasta el pelo desmadejado. El padre quiso saber cuando volvían a publicarle en la revista (guardaba todo lo que su hijo había sacado al mercado) y él mintió diciendo que, para ese número, había pedido no salir puesto que estaba trabajando en un relato que le iba a ocupar mucho tiempo. Salió de nuevo a la calle con el postre aún en la garganta y decidió volver andando a casa. Ya no había prisa.

Tenía cuatro llamadas perdidas, todas ella de ese supuesto amigo que se casaba. Se tiró en el sofá, marcó el número de su amigo. Le saltó el buzón de voz. El gato se le subió encima, pegándole la coronilla a la nariz, buscando caricias. Él apartó al animal de un manotazo, luego le pidió perdón tierno, le puso una de sus latas preferidas y volvió al ordenador. Releyó el ensayo. Se lo envió a su amigo, el que se quería casar en secreto, qué estupidez, y a su editor le mandó un mail pidiéndole explicaciones por decidir casarse así.

El resto de la tarde miró por la ventana, se fumó el paquete entero de tabaco, vio una peli a la que no atendió ni cuando el giro final pedía a gritos un brinco en el sofá, y miró el móvil cada diez minutos esperando una vibración.

Sólo cuando se fue a la cama se dio cuenta del error al enviar los mails. Pero no movió un músculo, se quedó allí sepultado bajo el edredón fino y se durmió pensando en Santi borracho estropeando la boda.

A la mañana siguiente el editor le contestó. Decía que esa idea le parecía genial, mucho mejor que la del folletín. "Lo epistolar ya no se lleva, y creo que lo has clavado. Mándame el resto cuando puedas, la respuesta del amigo, la réplica del despechado, todo eso".

De su amigo no volvió a saber nada hasta que un después se cruzó con la novia, ahora esposa. Ella hizo como que no le veía. Fue él el que llamó su atención. Antes de despedirse al minuto y medio, ella le dijo "No te perdona que no fueses a la boda, y menos que le mandases aquello que estaba tan bien escrito y que eran tan demoledor". A él se le pasó por la cabeza la idea de reconocer el error, de resolver el malentendido. Pero se calló, vio como se alejaba ella, pasando por un kiosko en el que, en un lugar destacado, estaba la revista, con su colaboración. Nunca ningún amigo suyo se había dignado a comprarla.

2 comentarios:

Tom dijo...

Julita! I did it! Standup! Check it out: http://www.youtube.com/watch?v=0SAtJmoUosM

Also, did you get rid of your Facebook? If so, what's your e-mail address?

- Tom

Julio Teruel dijo...

Fucking hell,Tommy Boy, that was awesome! Good job, bro. Fuck, i'm impressed.
My mail: tostaina at hotmail.com
Fuck facebook. Regarding to your standup, you might understand my reasons ;)

Write me and we will keep in a more real touch ;)

Well done, Tom, and... what's up with your hair? You know... just saying...