domingo, 22 de marzo de 2009

Ser, estar y parecer

De vuelta de perderme en lo rural, de ver a grandes amigos que no le piden nada a la vida pero lo dan todo siempre que les dejan, de beber mucho y comer poco, de follar casi sin querer, de vuelta de todo eso y por supuesto mucho más, llego a mi habitual entorno urbanita sin grandes expectativas de nada.
Y me entretengo ahora pensando si ellos, esos a los que veo muy poco pero necesito tanto, son más felices que yo, que vivo en el lugar de las oportunidades y no encerrado en un pueblo de casas encaladas en plena Mancha, yo que lo tengo casi todo al alcance de la mano, yo que puedo aspirar con más facilidad a cotas que para ellos quedaron descartadas. Algunos no pudieron plantearse el estudio como opción, y pueden decir que tienen todo lo que quieren. Un trabajo sencillo y una vida tranquila en su pueblo, porque es su pueblo. Son sus raíces y no entienden otro lugar. Muchos de ellos han viajado al extranjero, bastante más que yo, pero se siguen quedando con su pueblo, donde los días son tan parecidos que cuesta llevar la cuenta. Como en su pueblo, en ningún sitio.
Y son más felices que yo, que no puedo decir que como en Madrid, en ningún sitio. Tampoco viviría en el pueblo, imposible, ya me hice de otra pasta.
Así que no termino de encontrar mis raíces y de repente me pregunto si gran parte de la felicidad se basa en reconocerte de un lugar inequívoco. Yo si me arraigo a Madrid es porque quiero ser de algún sitio. Pero ser de Madrid es tan difícil como distinguir dos abejas hermanas. A mí se me antoja colmena y yo no tengo parcela.
Supongo que no le descubro la pólvora a nadie, ni siquiera a mí mismo, con lo fácil que eso es, contando que el tenerlo todo, el disponer de todo, no tiene nada que ver con querer todo lo que tienes tanto que el resto es un borrón.
La amistad allí tiene otro valor, que no es otro que el de la verdadera amistad, sin más. La moral es más pura y el ingenio está siempre a flor de piel, pues mis amigos del pueblo optaron por el surrealismo antes que por las drogas para salir del tedio rural. Allí me río más y muchas veces mejor que en otros círculos. Allí tus problemas confesos preocupan. Allí se habla para decir cosas. Allí se quiere con las vísceras.
Y cuando lo pienso, siempre sonrío, porque qué suerte tengo, coño. Yo puedo escaparme a mi pueblo, que también es mi pueblo, y de repente sentir todo eso, durante unos días.
Volver luego es jodido, pero al menos vienes de algún sitio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Arraigo y pertenencia, esa necesidad de sentir que se es y que se pertenece, que ése es nuestro sitio y nuestra gente, a quienes no les somos ni nos son indiferentes, donde nada es una nebulosa y parece disfuminarse o esfumarse, donde todo es tan sólo porque es, sin más explicación.
¿Más felices? No lo sé, Julius, pero sí, al menos se es.
Pero la "decuestion" no está en ser o no ser... de Madrid.
PD: De todas las maneras, no me extraña que en La Mancha te sientas feliz. Y es cierto, aquí todo tiene otro valor, ni mejor ni peor, dejémoslo en diferente.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Esta primavera, veo que nos afecta a todos en un modo muy parecido...Reflexión.
Pero joder, que razón tienes! yo, que voy poco, aunque más que tú, añoro esos ratos con mis amigos, que sin lugar a dudas son los mejores ratos.