martes, 10 de marzo de 2009

No lo hagas

No lo hagas.

Y ya está. No decía nada más el sms. Un mensaje de tres palabras proveniente de un número de móvil que no tengo guardado en la agenda y en el que no contesta nadie cuando llamo.

No lo hagas.

En un primer momento pensé que se habían equivocado y no hice caso. Seguí trabajando. Pero antes de media hora había contestado al mensaje preguntando quién eres y qué es lo que no tengo que hacer. No hubo respuesta, y seguí trabajando.

A la hora de comer comenté el mensaje, pero nadie se responsabilizó ni sugirió nada revelador. Así que nos ventilamos los menús a 10 euros, hablamos de la crisis de Sara y del finde de Luis, y criticamos a Juan Utrera y vitoreamos al rebelde Fran, pero el sms que sólo a mí perturbaba quedó lapidado por su aparente futilidad.

Sólo después de comer y en mi primer cigarro de la tarde decidí llamar al número y, ya lo he dicho, no hubo respuesta. Ni esa primera vez ni las dos siguientes, que en realidad no fumo tanto, por mucho que diga Juan Utrera.

En el siempre eterno viaje de vuelta a casa hablé con Marcos de lo gilipollas que puede llegar a ser Guillermo Escalona cuando se pone en plan jefe que tiene que hacerse notar como tal, lo mismito que el macho dominante en un grupo de gorilas. Y cuando nos separamos nos reíamos del nuevo espalda plateada que con sus gruñidos y sus ondulantes andares mantenía el status quo en la manada de tímidos monos. Sólo cuando el metro volvió a sumergirse en sus túneles del tiempo el mensaje volvió a mi cabeza, derrumbando en la ciénaga del olvido al tremendo simio Escalona.

No lo hagas.

Me fui a la cama sin cenar y sin ver la serie tonta del día. Escribí un relato malo sobre un niño ciego que se enfrenta a un simio cruel y me acosté más tarde de lo habitual, porque ante tan absurdo argumento terminé transcribiendo mi última conversación con Marisa, aquella en la que pudo por fin decirme que me dejaba porque ya no había nada en mí que le enterneciera como antes. Enternecer. Arduo verbo. Y lo jodido es que me acordaba de aquella charla como si yo fuera el mismísimo Truman Capote y pudiese, como él, o de eso se jactaba, retener el noventa y pico por ciento de las conversaciones que mantengo. El muy canalla, así cualquiera.
Pero de aquel diálogo con Marisa de hace hoy dos años me acuerdo como si lo tuviera tatuado en la frente y me lo viera todos los días en todos mis reflejos. Lo bueno es que hace mucho que no me duele rememorarlo, sino que me corrige, o eso creo Al final Marisa lo consiguió, y yo puedo afirmarlo y sonreír. Y así, escribiendo y fumándome el pasado en vez de otro cigarro, me dieron como me dieron las dos de la mañana.

Y me fui a acostar y, tengo la certeza, no había hecho nada de lo que arrepentirme.

Hoy, a las nueve de la mañana, otra vez, el mismo mensaje, desde el mismo móvil.

5 comentarios:

Elferfer dijo...

Muy bueno Jules, no me extraña que poseas todo un séquito de admiradores!!!!

Patricia Vera dijo...

Misterioso...

Anónimo dijo...

A veces los pequeños detalles lo dicen todo... cómo me gusta leerte, no me canso de decirtelo pero eres increible. Ya me lo dijiste en varias ocasiones, las palabras son lo tuyo solo hay que dejarte solo frente a un teclado y no tienes rival ;)Entre tanta locura se me dibuja una sonrisa en mi cara, y lo agradezco en este monótono día... me gusta el parrafo de Alberto tu ya me entiendes...Julito eres el mejor!! Aunque ya se que lo sabes :p


Sandra

Anónimo dijo...

No lo hagas.

Anónimo dijo...

Estaría bien una segunda parte, da juego, y tú eres un Jugador, si, con mayúsculas.

Gracias rey, por las sonrisas de cada día, sobre todo en días tan tontos cmo este.

I love u :)