lunes, 29 de septiembre de 2008

Huele a podrido

¿Qué coño es esto? Pero... ¿qué cojones es esto? Algo no funciona...
Cada vez me cuesta más encontrarle sentido alguno a esta existencia urbanita que es de todo menos existencia. Vamos a ver, deshagamos la madeja a ver si me aclaro.
Curro ocho horas y pico en algo que ni me va ni me viene, estoy cómodo y mal pagado, y ya no le saco más provecho que mi mierda sueldo y mi mes de vacaciones.
Ocho horas y pico que en Madrid, sumando idas y venidas, la horita de comer, se alargan, eso lo saben hasta las palomas.
Y llegas a casa, y si tienes vagancia crónica y heredada como es el caso, el día se va difuminando y tú, para cuando quieres darte cuenta, eres mero espectador del final, títulos de crédito incluidos.
Y... ¿para qué? ¿Para un sueldo de mierda y un mes de vacaciones? ¿Plantear once meses de cada año de mi vida para el disfrute verdadero de uno solo? Algo me falla.
Yo no tengo vocación de ser alguien en esta vida, que le diría Don Pantuflo a sus gemelos bicolores. Yo, como le dije a mi padre el otro día en un arranque de extrema lucidez, lo mismo soy más feliz viendo mi nombre en la puerta de un bar que en la de una biblioteca. Quién sabe.
Soy inocente hasta la extenuación, pero comprendo y acepto que de algo hay que vivir, y que sea de lo menos malo, de lo que realmente te deje vivir.
Correcto. Lo encajo y me lo trago con mínimo esfuerzo, sin carraspeo.
Pero si eso es así, que al menos mi vida no gire en torno a un sueldo, a un mes de vacaciones, a un trabajo de mierda. Me niego a que el trabajo sea el vértice. Primero hay otras cosas, tan oníricas y estúpidas como el amor o la escritura, y luego ya vendrá el curro. Si me tengo que ir a Barcelona, que sea por una catalana y no por un trabajo.
Y cambiar de trabajo sólo sería pan para hoy...
Cambiar radicalmente. Irme de esta ciudad deshumanizada, donde la gente no anda sino que trota, y donde todo está a mucho más de veinte minutos, aunque te digan lo contrario, siempre, y por supuesto no yendo andando.
Irme a una ciudad a la que cueste llamarle ciudad, pero que ni de lejos es un pueblo.
Vivir de verdad, salir de trabajar y saber que todo está aquí al lado, sin tener que echarle ganas, encontrándote con la gente en vez de quedar con ella con dos días de antelación. Y trabajar en algo que me aporte más que un sueldo y un mes de fuga.
Pero todo esto es un sueño de un niño que se enamoró de Granada y volvió cantando "en Madrid somos gilipollas, yo quiero ser hippy de palo". Somos muchos en el mundo para que tantos hagamos una vida tan parecida. Yo no quiero eso. Dame una playa y un perro y llámame lo que quieras.
Y durante una semana me desquicié, y luego lo reposé, y ahora, de nuevo en mi rutina de asfalto, kilómetros ingeridos, risas con un cigarro a la intemperie, ordenador rebelde e informes que no sirven para nada pero que hacen bonito, me voy tomando mi revelación con más calma. Sabiendo que sigue taladrándome, que tengo que irme de aquí, pero intentando madurarlo, sin saber todavía qué significa madurar. A mí siempre me gustaron las frutas verdes, ácidas, aunque luego me machaquen el estómago.
Así que, sueño... y me relamo despierto. No he inventado la pólvora para nadie con esta sarta de majaderías, pero he engrasado mi revolver y ahora ya afino mejor la puntería.
Tengo que hacer algo.

3 comentarios:

Carmen López dijo...

"Otras cosas, tan oníricas y estúpidas como el amor y la escritura..."
Y otras cosas, tan simples y tan gratificantes como decir bienvenido a casa.
¿Madurar?, ¿qué es eso de madurar?, espero que por mucho tiempo te lo sigas preguntando.

Anónimo dijo...

Así que, sueño... y me relamo despierto...

Y que no dejemos nunca de relamernos rey! Ainsssss, estoy en una fase muy parecida y desde hace mucho tiempo. Putos quebraderos de cabeza...

Y al fin y al cabo, hay que quedarse con los buenos ratos y las sonrisas, que de eso también tenemos, coño! :)

I love u!

Memphis dijo...

Querido Rey Julio:

Existe un lugar donde todos los deseos se hacen reales. Conozco un par de garitos, con barra americana y mujeres complacientes que le hacen olvidar a uno hasta como se llama.
Memphis es esa ciudad que buscas, compañero. Donde el pecado se tiñe de virtud y viceversa. Donde amanece cuando uno se acuesta y se pone el sol cuando el despertador suena.
La dirección ya te la sabes.