jueves, 20 de junio de 2019

Ya pasó

Antes dormías siempre en el lado derecho de la cama. Hecho una bolita, como si rememoraras tiempos fetales, cuando estabas solo y todo era silencio o sonido difuso, cuando flotabas en una oscuridad confortable. Cuando aún no te había encontrado. Ahora ya ni entras en el cuarto cuando apago la luz y busco dormirme para dejar de buscar.

Hasta hace poco llegaba a casa y venías a recibirme. Abría la puerta y aparecías derrapando, con cara de haber dejado algo a medias. Ya no. Soy yo el que tiene que llamarte y buscarte para recordarte que vivimos juntos, que la casa la compartes conmigo. Cenamos sin mirarnos y cuando al fin vienes al sofá, ni me rozas. Como si hubiéramos instalado una mampara entre los cojines.

Los fines de semana que dedicaba a limpiar la casa, venías conmigo a cada cuarto, me mirabas atento, me dabas conversación. Me hacías reír. Ahora limpio menos, y tú ni te inmutas cuando me sumerjo en el baño, cuando me adentro en la cocina, cuando la escoba peina el parqué. Hace solo unos días incluso jugabas a quitarme la fregona, a esconderme el trapo. Yo te perseguía. Hoy bostezas mientras devuelvo transparencia a los cristales de una ventana a la que no hace tanto ni te acercabas y a la que ahora te asomas, como esperando. Esperando nada, ya te lo digo yo. No va a pasar. Ya pasó.

Cuando me iba de vacaciones y no te llevaba conmigo nunca sabía qué hacías, pero imaginaba que te esparcías por cada rincón, que hacías todo lo que te decía que no hicieras, que comías a deshora y ocupabas mi lado de la cama. Imagino que en mis próximas vacaciones te quedarás en casa y será como si no estuvieras, que te quedarás en el sofá o que te asomarás a la calle, esperando. Esperando algo que no, no va a pasar.

No te culpo, de verdad que no. Supongo que hasta te entiendo. Tendrás que acostumbrarte. Tendremos que acostumbrarnos. Ella se ha ido y nos hemos vuelto a quedar solos en casa. Al fin y al cabo eres mi gato, soy yo el que te da de comer, te limpia las mierdas y te paga las vacunas. Ella te daba mimos, que es con lo que te quedas, claro, y por eso dormías en su lado, apoyando incluso a veces la cabeza sobre su brazo. Pero al fin y al cabo cuando tienes mascota, tu pareja actúa como un abuelo con los nietos. Que eduque el padre, que a ella le corresponde malcriarte con amor. Ese que ya se fue, por mucho que te asomes a la ventana. Ya pasó. Duerme conmigo. Aunque solo sea eso, vuelve a dormir conmigo. Deja de esconderte, de maullar con ansia, de oler su mesilla, de rascar la puerta, de ronronear frotándote contra la mochila que olvidó. Ya pasó. Solo tienes que recordar cómo era todo antes de ella.

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