jueves, 20 de junio de 2019

Ya pasó

Antes dormías siempre en el lado derecho de la cama. Hecho una bolita, como si rememoraras tiempos fetales, cuando estabas solo y todo era silencio o sonido difuso, cuando flotabas en una oscuridad confortable. Cuando aún no te había encontrado. Ahora ya ni entras en el cuarto cuando apago la luz y busco dormirme para dejar de buscar.

lunes, 3 de junio de 2019

No sé, no respondo

Me mandas una nota de audio de algo más de dos minutos para compartir lo que se te pasa por la cabeza ahora que te sientes desencantada con ese chico al que conociste y con el que quisiste ilusionarte. Me eliges a mí como receptor de tus reflexiones, de tu intimidad, del remolino que se crea en tu cabeza cuando intentas entender por qué no se corresponde lo que piensas ahora con lo que sentías hace no tanto. Como sabiendo, porque sabes, que yo me he visto en ese remolino tantas veces que ya nado a braza por él como si fuera una piscina municipal. Y en realidad sé que no esperas respuesta, porque, amiga, qué carajo voy a saber yo de todo esto si lo único que sé hacer al respecto es teorizar, escribir, probar, errar, seguir intentándolo. Será por eso, porque sabes que yo seguiré intentándolo. Respuestas tengo pocas, porque con los años voy entendiendo más pero sabiendo menos. Como me dijeron el otro día, en otro idioma y en otra ciudad, es porque no sabemos nada del amor por lo que se escriben tantas canciones magníficas. Si hubiéramos desentrañado el amor, si fuese un problema matemático que alguien puede resolver para ganar la medalla Fields, el arte hablaría sobre otra cosa, sobre la muerte por ejemplo. Pero el amor y lo extraño que nos resulta nos hinchan tanto de vida, de desazón, de dudas, de complejos, de miel, de orgullo, de seguridad, de miedo, que lo único que nos queda es escribir, pintar, cantar, bailar, esculpir, filmar, rimar, componer y respirar otra bocanada.