viernes, 17 de agosto de 2018

Lo que a ellos les importa

En un viaje en coche leímos el Romancero Sonámbulo y lo analizamos, descifrando a Lorca a cada curva. Pero eso no importa.

Nos perdimos en el desierto de Tabernas y grabamos un vídeo con música de Morricone. Pero eso no importa.

Celebramos San Miguel en un pinar manchego rodeados de amigos ansiosos de conocerte y al día siguiente el párroco de la iglesia nos abrió sus recovecos y nos enseñó reliquias que yo desconocía, a pesar de llevar 36 años yendo al pueblo. Pero eso no importa.

Me descubriste series que yo jamás habría visto y películas asiáticas que para mí ni se habían hecho. Pero eso no importa.

Nos invitaron a un palco para ver un concierto de Robe y nos sentimos reyes. Fuimos reyes. Pero eso no importa.

Tocaste la guitarra para mí y yo te escribí cuentos, endulzando el arte que creábamos a cada respiración. Pero eso no importa.

Cenamos con tus padres en un restaurante caro bebiendo vino bueno y nos peleamos al terminar porque fui poco discreto y tú siempre fuiste adalid del saber estar. Pero eso no importa.

Me enseñaste acrónimos en inglés y frases hechas que yo debería dominar. Pero eso no importa.

Me permitiste ser parte de tu mundo y yo te di entrada al mío. Te diste de bruces contra mis miserias y yo nadé entre tus penas. Gozaste mis alegrías y tus éxitos los hice también míos. Pero eso no importa.

Importa lo que otros creen. Importa lo que otros imaginan. Importan las películas que otros guionizan en sus cabezas simplemente porque no saben. Y cuando no sabes y no preguntas, lo único que importa es lo que tú crees.

Fue nuestra historia. Fue nuestra vida. Pero otros decidieron que no, que la intimidad no es de nadie, que importa más lo que otras mentes cavilan antes que lo que las nuestras saben. Importan incluso más las lecturas sesgadas que hacen de cuentos que yo escribo y regalo que lo que dicen los propios cuentos. Importa más lo que deducen que el hecho de que no sepan leer.


Nos enamoramos como niños, pero eso no importa. Importa que no llamamos a nadie para narrar una historia que, basta ya, no le importa a nadie.

Éramos tú y yo. Y ellos estaban fuera de la ecuación. No quisimos despejar incógnitas, porque el resultado de nuestra suma sólo lo vivíamos tú y yo. Pero de repente todos son profesores de matemáticas y parece que saben las reglas y los símbolos sumatorios, cuando uno más uno son dos, y no hay decimales. Y buscaron divisores, obviaron los múltiplos, primaron las restas y anularon las sumas. Y el resultado, claro, siempre es negativo. Para ellos, que son los que se enfrascaron en complejas operaciones cuando todo era mucho más sencillo.

Eres lo mejor que me ha pasado en tantísimo tiempo… pero eso no importa. No importa siquiera que empezáramos con pies de plomo sin tener ni idea de a dónde íbamos. Importa que empezamos a andar porque aquellos que se quedaron a la vera del camino y nos vieron pasar solo se quedaron con el polvo que desprendían nuestras suelas, no las zancadas que dábamos a dúo.

Lo único que importa eres tú. Ni ellos. Ni siquiera yo. Creamos un mundo de dos y fuera no se podía respirar, no había oxígeno, así que embutidos en sus escafandras ellos sólo podían mirar de lejos y ver dos puntos negros corretear. Y nunca se pararon a pensar que lo mismo lo único que estaba pasando es que estábamos siendo felices. Pero eso, claro, no importa. Resulta que tu sonrisa es lo de menos, lo apabullante es que otros lloran pero no lo dicen. El orgullo solo es freno y tú y yo nos centramos en acelerar, coger aire, y comernos el mundo con las manos. Y nos las manchamos, de chocolate, pero ellos sólo vieron barro.

No hicimos nada mal. Pero eso no importa. Importa lo que ellos juzgan sin saber siquiera los hechos, sin contar siquiera con testigos, sin echar un mísero vistazo a las pruebas. Porque ellos importan más que cualquier otra cosa. Más que el amor que conquistamos durante nueve meses, que es el tiempo en el que se alumbra una vida. Pero importa que ellos sólo vieron lo que nadie les enseñó.

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